Cien interventoras de Renfe se citan en Valladolid: «Si hay una incidencia en el tren, todos los viajeros miran hacia nosotras»
La capital acoge el décimo encuentro nacional de trabajadoras en un puesto clave del transporte ferroviario, que recibió a las primeras mujeres en 1982
«Nosotras fuimos las que abrimos el melón... y luego vinieron todas las demás», dice Carmen Alcántara, natural de Sevilla, cuando recuerda aquel año de ... 1982 «en el que Renfe dijo:'Mujeres al tren'». Hasta entonces, la presencia femenina en la compañía ferroviaria se limitaba a las taquillas, las consignas, la atención en las estaciones... pero nunca a bordo del tren.Hasta que llegaron ellas. La primera generación de interventoras.
«Nunca ha habido una limitación por sexo en las convocatorias de empleo, pero hace décadas, había menos mujeres en el mercado laboral, las condiciones de conciliación eran más complicadas y la sociedad no era tan igualitaria», explica María Jesús Pérez Domínguez, quien junto a Sara Martín y Ana Domingo Navas, se ha encargado de organizar el décimo encuentro nacional de inteventoras de Renfe, que este fin de semana ha tenido lugar en Valladolid.
«Esta no es una cita promovida por la empresa o por los sindicatos, sino que es la quedada de unas compañeras de trabajo que se reúnen para compartir experiencias y conocerse un poco mejor», dice la bilbaína María Victoria Garfias, promotora de este encuentro, que tuvo su primera convocatoria en Córdoba. «Yo vengo de la segunda generación de interventoras. Estoy a punto de cumplir 60 años y al principio éramos muy pocas en toda España, nos conocíamos todas. Pero desde hace años (sobre todo a partir de 2005) se han incoporado muchas más mujeres, algunas muy jóvenes. '¿De dónde sale tanta chica?', me pregunté. Y pensé que sería buena idea organizar algo para quedar y conocernos entre todas un poco mejor».
La cita pucelana, que ha incluido catas, pinchos y ruta turística, ha servido también para compartir anécdotas y experiencias, precisamente en un momento en el que los medios y los usuarios ponen la lupa en la puntualidad y calidad de los servicios ferrovarios. Retrasos, cancelaciones, incidencias en la línea... «Para el viajero, somos la persona de referencia dentro del tren», explican.Y eso implica que las primeras quejas sean siempre para ellas. «El interventor es la persona que atiende a los clientes dentro del tren, que está pendiente de su confort y que fiscaliza los billetes», explica Judit García, trabajadora en Barcelona-Internacional.
«El tipo de viajero y de necesidades cambia en función del trayecto», cuenta Ana Domingo. «El de Cercanías está más estresado, muy pendiente de los horarios y es más habitual recibir quejas por si el tren llega con apenas un par de minutos de retrasos.Los de media distancia son pasajeros más cotidianos, habituados a coger el tren y los de largo recorrido suelen venir más relajados y alegres, porque suelen ser pasajeros que están de viaje y están más pendientes de las prestaciones y el confort», indican.
«Somos el trabajador de referencia en el tren, así que nos encargamos de atender e intentar resolver cualquier incidencia. Y a veces, pueden ser trenes con casi 900 viajeros», dice Montse Ramiro, de Barcelona. «Los problemas que surgen en el tren pueden ir desde retrasos que afectan a transbordos y enlaces a problemas técnicos con los auriculares, las pantallas de televisión. A veces nos toca hacer reparaciones, con las instrucciones que por teléfono nos da el mecánico», explican.«Y sobre odo, de psicólogos. Especialmente, con las personas mayores, que suben al tren sin tener mucha idea de dónde tienen que ir», indica Rebeca Cano, de Madrid-Atocha, quien, como sus compañeras, subraya que este es un trabajo «muy agradecido», pese a que algunas quejas terminen en gritos . «En esos casos, se lleva mal y no siempre es fácil controlar la situación, porque el viajero quiere que le den al momento una solución ante un retraso», indican.
De aquellos primeros años, Toñi Palma y Marisa Samaniego recuerdan cómo ni siquiera había vestuarios o baños para ellas. «Teníamos que compartirlo con los hombres y había un guarda a la puerta que les impedía el paso si nosotras los estábamos ocupando», explican, para recordar también algunos comentarios machistas recibidos durante los primeros meses. «Nos mandaban a zurcir calcetines y freír huevos», recuerda Rosario Martínez. «En una ocasión, incluso, vi cómo una pareja prefirió esperar al próximo tren cuando vieron que la maquinista y la interventora éramos mujeres», dice Carmen Alcántara. Afortunadamente, esos tiempos han pasado, aunque todavía las mujeres son minoría entre el cuerpo de interventores. En Valladolid, un tercio (diez de treinta trabajadores).
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