Cerrado por 'prescripción médica'

«Hace doce años ya me operaron de una cadera y en octubre, cuando los dolores ya eran insoportables, me pusieron en lista de espera para operarme de nuevo de la otra», recuerda la quiosquera antes de explicar que tuvo que cerrar su negocio el 2 de diciembre ante la imposibilidad de continuar con él hasta ser tratada. Pero la situación se le complicó. «Comencé a tener otros dolores muy fuertes en las manos, en los pies...», relata. Y comenzó un «calvario de visitas al Servicio de Urgencias en las que no veía salida». Los médicos, asegura, «me mandaban a casa sin apenas mirarme, decían que era una hernia cervical y luego, después de tener que recurrir a una consulta particular, por fin conseguí llegar a la consulta del neurólogo y que comenzaran a mirarme para determinar que se trataba de un problema neuropático», resume.

Laura asegura que su intención cuando colgó el cartel de 'cerrado por prescripción médica', en el que específica que volverá a abrir «cuando las listas de espera nos lo permita», era explicar a los clientes la situación y llamar la atención, sobre todo, «del muro que supone para los pacientes la asistencia de urgencias». Y más para una trabajadora autónoma que, como ella, se ve «condenada a cerrar durante tantísimo meses a la espera de una solución y un diagnóstico que se retrasó muchísimo con las idas y venidas a las urgencias y a los médicos hasta llegar al neurólogo».

«Han sido muchas cosas a la vez y la verdad es que ahora estoy muy contenta con los médicos (del Clínico) que me están atendiendo, pero no puede ser que vayas con un problema serio, con medio cuerpo dormido, y que te manden a casa con un calmante sin mirarte». A Laura, a la que conocen en el barrio «de toda la vida», la siguen parando por la calle para preguntarle cuando vuelve a abrir su quiosco. «Es que no depende de mí», responde siempre antes de incidir en que retomará su negocio «cuando la Seguridad Social me lo permita». Su intención, reitera, «es simplemente advertir de que los pacientes se merecen un tiempo a la hora de ser atendidos y no ser tratados como si acudieras a las urgencias por gusto».

A ella, no obstante, le vino «todo de golpe» y ahora está siendo sometida a «un montón de analíticas» para diagnosticarle y tratarle su «problema de neuropatía múltiple». Esto último ha obligado a los sanitarios a aplazar su operación de cadera (en noviembre estaba en lista de espera urgente para ser operada). A todo ello hay que sumar que el traumatólogo que la atendía «ya no está» y está pendiente de que la vea otro especialista. Y entre tanto su negocio continúa cerrado y ella, con muletas. «Ojalá pueda volver cuanto antes», suspira antes de aclarar que todo apunta a que puede tardar un año, al menos, en retomar su negocio.

«Mi madre me ayuda, pero con 70 años no puede sola con el quiosco; así que esto es lo que hay hasta que me cure», concluye.