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Una bici nueva, un tímido vermú y comilona para cerrar las fiestasSe desperezó Valladolid con la emoción disparada y, aún empijamada, comenzó uno de los rituales más esperados del año: la apertura de los regalos que sus Majestades los Reyes de Oriente desplegaron junto a los zapatos en una noche mágica de intenso trabajo. Un todoterreno ... teledirigido, una nave de 'Star Wars' con piezas del Lego, ese cochececito con capota para pasear a la muñeca, el último juego de la Play Station... ¡Justo, lo que habíamos pedido! Cómo son estos señores, vaya memorión.
Dejaron los Magos de Oriente una mañana fría y despejada, incluso con algún tímido rayo de sol, aunque hasta bien entrada las doce de mediodía no hubo demasiado trasiego en la calle. A esa hora y tras dar buena cuenta del roscón –con nata, sin ella o relleno de crema– comenzaban los movimientos a pie y en coche para completar la ruta de recopilación de los presentes. Que si primero donde los abuelos donde cae algo fijo, que en casa de los tíos parece que han dejado paquete... un no parar.
La ciudad ha despedido la Navidad como la empezó. Celebrando. Desde que el 28 de noviembre, la jornada previa al gastón día del 'Black Friday', se procediera al encendido de las luces festivas, las calles del municipio, en especial del centro, han estado intransitables. Largas colas para pagar en los comercios y bares y restaurantes llenos en los que se ha brindado con cava o champán para desearse un próspero 2025 lleno de salud después de un bisiesto no excesivamente espléndido. Pero hoy no fue así. Hubo un tráfico fluido sin apenas retenciones.
El último episodio de las fiestas se vivió durante este lunes, en muchos casos, con comida incluida fuera de casa para poner el broche al jolgorio. Pero los vallisoletanos, quizá ya saturados de tanto lío, sacrificaron el vermú en pos de la mesa y el mantel. La zona de vinos de la Plaza Mayor registró un aperitivo a medio gas, más flojo que el de un festivo cualquiera, aunque hubo excepciones, como la de las amigas María Rosa y Almudena que en esta fecha se intercambian los regalos con un martini de por medio. Y así fue también este 6 de enero.
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Quizá conscientes de que en el colofón navideño los paisanos no iban a darlo todo tomando rondas de vinos, templos del picoteo como El Corcho ni abrieron a mediodía. Eso sí, los restaurantes del cogollo y también de los barrios colgaron el cartel de completo. La Parrilla de San Lorenzo, Villa Paramesa, La Criolla o Vino Tinto abordaban desde las dos de la tarde la llegada de familias al completo. Al último arribaban los Alonso-Lasheras en una cita ya ineludible en el calendario anual, mientras que en La Parrilla Juan Sastre, centenario desde el 27 de diciembre, celebraba con los suyos esa gran efeméride dando buena cuenta de unos torreznos antes del sacrosanto asado.
Buscó El Norte con ahínco el regalo de los Reyes por antonomasia: la bici. No fue fácil. La tecnología le ha comido el terreno a la mecánica. Pero, allí, en la Acera de Recoletos, a lo lejos, la encontró. Un flamante modelo de montaña sobre el que pedaleaba Martín Reina, de 9 años. «La otra se me había quedado pequeña, esta va muy bien», explicaba mientras mostraba al fotógrafo su destreza al manillar.
Junto al ciclo, también llegó un libro y unos juegos de magia, pero donde esté una bici que se quite lo demás. Y así pasó la mañana, llenando el buche por si quedaba algún hueco libre y plegando los enseres ante la vuelta a la normalidad, como en el puesto de artículos navideños de Cholo y Yoli. «No ha estado mal, pero podría haber estado mejor», decía ella, mientras recogía. Y este martes, vuelta a la rutina hasta el próximo diciembre.
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