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Ángel Campos, víctima de abusos sexuales: «Los victimarios aprovechan tu relato para blanquear su imagen»Circula ya por varios festivales cinematográficos de España y tiene visos de llegar a la próxima edición de la Seminci. 'Todos lo sabían', el documental ... que aborda los abusos sexuales en la infancia en el seno de la Iglesia, toca de lleno Valladolid gracias al relato de Ángel Campos, que creció en colegios de huérfanos hasta cumplir la mayoría de edad. Ha sido una de las víctimas que se ha abierto a hablar de su historia personal, la que aún tiene grabada en su cabeza con una herida que sabe que no cicatrizará. No lo ha hecho el paso del tiempo y en su mente aún retumba ese «¡No pasa nada, Ángel. No es nada malo!» de sus abusadores.
«El documental empezó por una asociación de víctimas de Navarra que quiso hacer un pequeño documental, pero muy breve. Iba a ser una cosa de minutos, casi como un corto», cuenta Campos, actualmente alejado de la ciudad que le vio crecer y la misma que le genera una sensación indescriptible al volver a pisar sus calles por su doloroso pasado.
Ese corto evolucionó gracias a la directora Iratxe Pérez Barandalla al querer llevar el caso de una forma más abierta. «Hay más de 27 víctimas que han accedido a narrarle con bastante crudeza y detalle las situaciones vividas y con bastante sensibilidad; lo ha intentado llevar a la pantalla, pero más como un mensaje social que como un escarnio o para mostrar el morbo de este tipo de situaciones. Ha reflejado el dolor de las víctimas por un lado y el después de que se empieza a hablar: ¿qué pasa con las víctimas? ¿dónde están esos apoyos sociales e institucionales?», detalla Campos.
Después de abrirse en canal y relatar su infancia de forma pública, Ángel Campos se ha llegado a replantear si fue la mejor opción. «A veces te dan ganas de no haberlo dicho porque te das cuenta de que se lo estás poniendo más fácil al victimario. Se lo pones más fácil a los abusadores porque les estás dando todo el material que necesitan para que su blanqueamiento sea todavía más fácil. De esta forma ya conocen tu dolor y ahora ya lo que tienen a su favor es tiempo para darle la vuelta al relato. A mí me sucedió eso», agrega.
La relación de Campos con Valladolid empieza un día después de nacer, cuando su madre regresaba de Barcelona. La misma renunció a su custodia con 2 años, edad con la que empezó a pasar por varias instituciones de beneficencia. Todas ellas gestionadas por la Diputación de Valladolid.
Su primera 'casa' fue el antiguo hospicio que las hijas de la Caridad tenían en la plaza de la Trinidad. Siguió en el colegio Juan de Austria (padres Redentoristas), Las Salinas (Medina del Campo), además de campamentos en Soria y Asturias. En ese tiempo, entre 1976 y 1984, sufrió, según denuncia, sometimientos de al menos cinco personas (entre ellos tres curas y una monja). «Me marché de Valladolid precisamente por todo el sufrimiento que me genera y a pesar de que mi familia biológica está ahí, familia a la que descubrí gracias a un artículo de El Norte de Castilla, intento venir aunque sea un día, pero se me hace complicado. A partir de ahora tengo que ir más por la futura proyección de la película», recalca.
Pero en la cinta no será la primera vez en la que hable de su infancia. Ángel Campos se autoeditó también un libro en el que relata lo vivido. 'Verdades silenciadas' se centra en Valladolid y en lo que aquí vivió. «Presentas tu dolor y después te quedas ahí abierto en carnes para que la sociedad te vuelva a juzgar y que los victimarios hagan, en muchos casos, carne de cañón de ese problema para blanquear su imagen», comenta de un libro cuyos beneficios sirven para abonar parte de los psicólogos a los que aún acude y a asociaciones que luchan contra los abusos sexuales.
Pero además de abrirse a la sociedad y levantar la mano para afirmar que fue víctima de abusos, Ángel Campos continúa con ir más allá. Más allá de un libro, de un documental, de un testimonio… quiere que se haga justicia. «Es muy complicado pero de alguna manera en vida quiero que tenga (uno de los presuntos abusadores) un juicio social o lo que le corresponda porque a mí que un arzobispo (Argüello) lo blanquee, que la gente se lo crea a pies juntillas y que no dé opción a la versión de la víctima o las víctimas porque nadie se ha preocupado ni de investigar pues ya es preocupante», lamenta, a la par que incide en que esa persona sigue hoy en día en una parroquia del centro de la capital vallisoletana.
Para él, ir al Arzobispado fue una «trampa». «Fue una encerrona. El Servicio de Atención a Víctimas de Abuso, que teóricamente es un órgano independiente, pues yo me desplacé, fui allí y me reuní. Lo más curioso es que me propusieron que si quería tener un cura allí, junto al psicólogo, un técnico… Evidentemente dije que cómo me hacían ese planteamiento sabiendo a lo que veníamos y de lo que íbamos a hablar, me parecía un poco fuera de lugar pero bueno, me hicieron relatarlo, abrirme en carnes con todo, con pelos y señales y no se les ocurre otra cosa que luego decirme que esto era para la Diócesis a hechos consumados, cuando ya yo había relatado todo. Ellos no sabían que yo grabé toda la intervención. Fue una encerrona», continúa.
Asimismo, dentro de las reflexiones de Ángel Campos, lamenta que los abusos sexuales se hayan extendido a otras índoles y a otras actividades. «Es algo que no tiene años, tiene siglos, por desgracia. Pero en la sociedad contemporánea lo notamos mucho ahora con las nuevas tecnologías, donde además del abuso clásico de víctima y victimario en lugares apartados, se da el de las redes y con los móviles. Por eso es importante el tema de las charlas en los centros educativos, institutos... para extender el mensaje de que hay que denunciar y llevarlo hacia adelante. Tener dispositivos móviles que les permiten en un momento dado grabar, tener un testimonio, porque el mayor problema que se encuentran todas las víctimas de este tipo de casos es la falta de pruebas y todo se convierte en un tú más o tu palabra contra la mía o lo que sea. Entonces hace muy difícil delante de un juicio, de un juez o en un juzgado, el poder de alguna manera darle cuerpo y oficio a una denuncia de la que todo lo que hay es el relato de la víctima y luego la defensa del victimario, que es el mayor de los problemas y el caso más común que hace que probablemente más del 95% de los casos no trasciendan», concluye.
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