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Almudena Gómez Paredes y Paco Fernández Pérez, dueños del Amanecer, que este miércoles atenderán por última vez después de más de tres décadas. Carlos Espeso

Valladolid

Adiós al Amanecer, el bar que vio nacer Parquesol

Paco Fernández y Almudena Gómez viven hoy su última jornada al frente de uno de los establecimientos hosteleros con más solera del barrio, tras «33 años, 3 meses y 10 días»

Antonio G. Encinas

Valladolid

Miércoles, 16 de julio 2025, 06:32

Paco Fernández se asomó a la puerta de su recién estrenado bar y les pidió a los obreros que pavimentaban aquella calle peatonal ajardinada que, ... si no les importaba, empezaran por su lado. «Habían arrancado por el otro lado, pero claro, queríamos poner terraza», dice. Era abril de 1992. Una ortofoto aérea del Ayuntamiento de Valladolid, hecha en el mes de febrero, corrobora su recuerdo. Parquesol, entonces, era del tamaño de una almendrita urbana. «Arriba estaban cosechando cebada», añade. Y cuando dice «arriba» se refiere a un poco más arriba, en lo que hoy es la plaza Marcos Fernández, el pabellón Lalo García, la comisaría, las urbanizaciones, el centro de salud, la biblioteca, los supermercados… Todo era campo. «Cuando montamos la terraza el primer verano, con la gente aquí, en la plaza estaba la cosechadora».

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Allí le llevó Ramón, el jefe que le tuvo trabajando en un bar de la calle Estadio, el Arca, «enfrente del Dallas». «Ese jefe me dijo un día 'cuando vayas a poner un bar me lo dices'». Le animaba a montar algo por su cuenta hasta que una noche le acercó con el coche hasta Parquesol. A la calle Amadeo Arias. «Y le digo, pero estás tonto, Ramón, ¿no has visto lo que hay aquí? Aquí nos comen los lobos». Entre el bar y la calle Juan Martínez Villergas había un enorme solar desierto. En lo que es hoy la residencia de mayores apenas se había empezado a construir: dos años antes era un campo de tierra con dos porterías. «A las ocho de la tarde, primer día que abrí, estaba mi coche solo en la calle. Solo. No había más». No había ni siquiera que aparcar, recuerda su mujer, Almudena Gómez. «Bastaba con dejarlo cruzado».

Parquesol en 1992

Parquesol en 2025

Evolución del barrio desde el año en que se abrió por primera vez el bar Amanecer, en abril de 1992 (marcado con un aspa roja). Ayuntamiento de Valladolid y Google Maps

Hoy, miércoles, 16 de julio, será el último día que Paco Fernández y Almudena Gómez levanten la trapa del Amanecer, un bar que ha vivido la evolución de Parquesol desde hace «33 años, 3 meses y 10 días», lleva la cuenta. El jueves cierran por descanso. Pero cuando se vuelva a abrir, el 1 de agosto, será con otros dueños. No estará el vozarrón de Paco para pedir, oído cocina, «lo de Toño», «lo de Fernando». Porque Paco, cuando ve a un habitual entrar por la puerta, traduce mentalmente a café, pincho, tostada o lo que pida. Y no son solo de Parquesol. «Tenemos gente de Zaratán, La Cistérniga, Mojados. Hay gente que viene a desayunar todos los días. Llevan 34 años viniendo a desayunar aquí». Y eso hace que Paco trabaje ya de memoria. «El 90% de mis clientes me lo sé todo de memoria, no van ni a la barra. Ellos se sientan y yo se lo llevo. Son muchos años y te vas quedando con todo».

Almudena, que ha tenido épocas de trabajar en el bar a ratos, de conciliar con la crianza de sus dos hijos, de echar horas de más en la pandemia, cuando se ocupaban ellos dos de una terraza en la que casi se necesitaba cita previa, asegura que hay quienes llegaron al barrio como ellos, frisando la treintena, y ahora tienen nietos que también son clientes del Amanacer. «Gente que empezó con nosotros y a día de hoy sigue viniendo. Hemos visto a los niños, que ahora tienen sus niños…».

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No es raro verle discutir de fútbol, o cascarrabiando con alguno de ellos. Y reconoce que la exigencia en el trabajo le ha provocado algún mal rato. «Ahora descansamos los jueves, pero hemos estado 30 años sin descansar ningún día, ninguno de los dos», dice, salvo las vacaciones cuando tocaba.

-¿Y cómo se lleva eso?

-Pues lo llevamos. Bueno, pues en muchas ocasiones discutiendo. Porque es así, hay que reconocer que, bueno, pues hay mucha tirantez, hay mucha tensión. Estamos todos los días trabajando los dos juntos. Yo soy muy recto aquí, me gusta todo ¡ya!. Reconozco que soy un poquito demasiado, pero es mi forma de ser».

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Aunque Almudena tiene una teoría. «Creo que a la gente le gusta, venir y oír dar las voces a Paco. Cuando cogemos vacaciones los vecinos dicen 'se queda tan triste la calle sin oír las voces de Paco, con todo esto vacío…'».

Paco se lo toma con humor y esboza su máxima: «Primero el cliente, luego el cliente y después el cliente. Alguna vez quizás he antepuesto mi trabajo a mi familia. Igual un poquito mal, pero es mi forma de ser, yo no puedo cambiarlo. Soy como soy. Desde que entro de esa puerta para adentro, para mí solo existe el cliente». Pero igual que repiten los clientes, se da una circunstancia que también explica la supervivencia de este negocio familiar. Los cinco trabajadores que tiene seguirán con los nuevos dueños del bar. Y alguno ha creado su propia familia en estos años de trabajo. «Las personas que lo han cogido, una pareja, se va a quedar con todos, porque ellos saben también todo lo que toma la gente, todo, y es una ayuda buena para empezar, según están las cosas de la hostelería», explica Paco.

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Ni él ni Almudena se ven con fuerzas para dar el paso inmediato de hosteleros a clientes del Amanecer. «Estos últimos días, cuando vengo a las cinco y media, sobre todo estos últimos tres, digo 'esto se acaba ya'. Se está acabando ya. Y sí que se pasa mal. Se está pasando un poquito mal. Pero bueno, hay que seguir», dice él. «Yo tenía muchas ganas, pero no sabía que iba a ser tan duro cuando llegase», dice Almudena. Aunque volverá, asegura. «Quiero hacerlo porque sí que quiero ver a gente que ha estado aquí un montón de años. Es que aquí se han hecho grupos, ha habido clientes que se han conocido aquí y han hecho cuchipanda. Y lo único que quiero es que siga así. Yo quiero venir dentro de lo que necesite, cuatro o cinco meses, y ver ese grupo, el otro. Me dicen, ¿vendréis a vernos? Vendré, pero dadme tiempo».

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