Uno de los acusados de portar el mayor alijo de coca en Valladolid: «Pedí una inspección de la mercancía»
Asegura que solo quería comercializar con carbón y que desconocía que en los contenedores procedentes de Colombia viajaba droga
Se ha sentado a declarar con un gran taco de folios, pero no ha precisado de ninguno de ellos en su defensa por transportar el ... mayor alijo de cocaína que se ha interceptado hasta la fecha en Valladolid. Su destino, al parecer, se ubicaba en el País Vasco. Julio Ángel Picazo Aguirrebengoa, uno de los tres acusados por tráfico de droga que se sienta estos días en el banquillo de la Audiencia de Valladolid, se ha desmarcado de todo de lo que se le imputa, además de remarcar que desconocía que esos grandes contenedores con sacos de carbón provenientes de Colombia estaban impregnados de droga.
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Así que en una extensa declaración, Picazo, considerado «histórico narcotraficante en el País Vasco», ha ido dando respuesta a cualquier duda sobre los hechos desde que conoció que un cargamento de Colombia iba a llegar al puerto de Sines (Portugal) con su nombre. «Tardó en llegar tres meses cuando lo lógico son unas veinte semanas. Ha pasado por trece puertos», ha afirmado ante el tribunal Picazo, que se enfrenta a diez años de prisión y a una multa de 33 millones de euros, al igual que el resto de los acusados.
«Tenía ya unos clientes interesados, por eso llegó hasta Medina del Campo»
Julio Ángel Picazo
Acusado
Ante esas sospechas que le despertaba ese envío, ha asegurado el acusado que «fui el primero en pedir una inspección cuando llegara la mercancía a Portugal». «Si no hay una inspección, no me quedo con el cargamento», añadió Picazo sobre una frase que lleva pronunciando desde la fase de instrucción y de la que agentes de la Policía Nacional, en la sesión del lunes, descartaron. «Ese señor es muy listo», pronunciaron sobre el acusado tras un insólito mecanismo para introducir la droga.
La dijo, según los agentes, para descargar cualquier implicación y «al ser conocedor» de que si la inspección la hacían en los primeros sacos, allí solo iban a hallar carbón vegetal.
A pesar de todo, Picazo ha añadido que «no sabe nada de la cocaína» y que con ese cargamento, lo que quería hacer era venderlo. «Tenía ya unos clientes interesados, por eso llegó hasta Medina del Campo. Además, el carbón, al ser considerado un combustible no se puede depositar en cualquier almacén», ha descrito Julio Ángel Picazo, que según su testifical se dedica, como su familia, a la venta de pescado congelado y que la venta de ese carbón era para hacer frente a una deuda con unos acreedores.
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Y es ahí cuando entra la figura del segundo de los acusados, el ertzaina Gabriel Martínez. «Teníamos al mismo abogado», ha subrayado Picazo, además de conocerse de Bilbao. Por su parte, el ertzaina fue más allá y dijo que había mostrado su negativa en más de una ocasión cuando Julio Ángel le invitaba a formar parte en algún negocio de pescado o alimentos, si bien le interesó el del carbón al precisar de un espacio para depositar mercancías fiscalizadas como lo son también el tabaco o el alcohol.
De hecho, Gabriel Martínez no entra en la investigación hasta el mismo día que explota la operación policial y al estar presente en la nave de Medina del Campo.
El tercer acusado, Abdelkrim Mouhoubi, de origen argelino y asentado en España, también ha afirmado que desconocía que en el interior de ese cargamento había droga. Conoció a Julio Ángel Picazo en 2008 y desde entonces, según su declaración, completaba viajes a gastos pagados para descargar mercancías. Asimismo, peritos de parte han definido a esta persona con un «bajo coeficiente intelectual, sumiso y manipulable» en lo considerado por los peritos como una «discapacidad intelectual leve». Para la investigación policial era el testaferro.
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Pruebas cuestionadas
La segunda sesión del juicio también ha servido para poner en duda, por parte de peritos de parte, de las extracciones para efectuar los análisis de esos sacos de carbón. Según reflejaron técnicos de Sanidad de la Delegación del Gobierno, ellos solo recibieron dosis «aleatorias» de los sacos intervenidos, además de considerar al carbón de «adulterante». A partir de ahí homogeneizaron todas las sustancias para conocer la pureza y la cantidad de cocaína que allí había. Para los peritos el carbón que allí se hallaba era un «enmascarante» destinado para el transporte. «En el mercado no se vende cocaína con carbón. Hay que separarla, aunque no hay un método 100% útil. Habría que separarla y no sabemos qué cantidad real quedaría», han señalado.
De esta forma, han acreditado, según su testimonio, que lo más efectivo hubiera sido homogeneizar todos los sacos. «Ahí sí que sale una cifra real o haber hecho más pruebas y ver qué resultado da. Con las pruebas hechas, puede ser que hayan cogido una parte donde se encontraba toda la cocaína y que no hubiera más en ese saco, o por el contrario pueden haber cogido una muestra de solo carbón y que en ese mismo saco hubiera cocaína», han concluido.
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Hasta el momento, lo que se está juzgando actualmente en la Audiencia, a falta de los informes finales de este miércoles, se trata del mayor alijo de droga incautado en Valladolid. Fue en abril de 2021 y en Medina del Campo, después de seguir a la droga, se detuvo a los tres sospechosos. Según cuantifica la Fiscalía, el alijo era de 862 kilos de cocaína con una pureza del 25%. Todo ello, en el mercado negro, podría haber alcanzado un precio de 65 millones de euros si se hubiera vendido por dosis.
«Las dificultades me parecen insalvables»
Antes de las declaraciones de los acusados, la segunda jornada estuvo marcada por los problemas técnicos. Sobre todo para conectar con los testigos que se encontraban en diferentes localidades de Portugal, desde donde entró la droga. Un primer testigo se demoró al estar el volumen de la televisión de la Audiencia bajado. A eso se añadieron problemas de acople, mientras la intérprete de portugués intentaba afinar el oído. Luego, un policía no compareció, mientras que otro solo podía contactar por vía telefónica, si bien nunca llegó a declarar. Entre llamadas y conexiones imposibles discurrió parte de la mañana. Hasta la fiscal del caso llegó a espetar un «las dificultades me parecen insalvables».
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