El pintor al que nadie descubre
El grafitero más activo de la capital, un desconocido para las fuerzas de seguridad, embadurna con su obra desde iglesias hasta cornisas, muros, fachadas o quioscos
J. Sanz
Jueves, 21 de abril 2016, 19:06
Su significado es una incógnita más allá de lo visible, es decir, un triángulo repeinado con un ojo que todo lo ve en su interior, como lo es la identidad de su autor, quien ha regalado su obra a la ciudad de manera hasta ahora altruista aún no ha sido cazado y sancionado por ello embadurnando en los últimos meses con sus grafitis fachadas de iglesias, edificios públicos y de viviendas, puentes, quioscos e, incluso, furgonetas de reparto. Todos ellos lucen los ojos del diablo, como los han bautizado los operarios del Servicio de Limpieza, en los lugares más inverosímiles imaginables.
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La oleada de pintadas, siempre con el mismo motivo, comenzó a mediados del año pasado, cuando un vecino llamó al 010 para solicitar que fueran «a limpiar un ojo del diablo que le habían pintado en la fachada de su casa». Y allí se toparon por primera vez los trabajadores municipales con el triangulito de marras que desde aquel día se ha ido extendido como una plaga por media ciudad. «Nos hizo gracia el nombre y desde entonces llamamos así al dibujito», explican los propios operarios de Limpieza, quienes se han convertido en el enemigo público número uno del grafitero del ojo del diablo. «Es una batalla perdida lamentan, ya que le quitamos algunos, vuelve a ponerlos y, además, le gustan demasiado las alturas». Esto último hace alusión a la afición del artista, léase vándalo, por encaramarse a los tejados y estampar su grafiti en los puntos más elevados posibles para dificultar así la posible eliminación de su trabajo.
Y eso es lo que ha ocurrido en las últimas semanas en la fachada de la iglesia de la Sagrada Familia, situada en la calle Capuchinos, donde el anónimo autor ha dibujado no uno sino tres ojos del diablo en la parte posterior del templo, a la que forzosamente tuvo que acceder trepando por sus muros. Su obra es ahora más que visible desde el puente de Adolfo Suárez (García Morato). «Es una faena enorme porque las pintadas en esta piedra son dificilísimas de quitar y nos obligará a pintar media fachada», lamenta el responsable de mantenimiento del templo. Para ello, además, tendrían que colocar andamios dada la situación estratégica de los triangulitos.
La anterior víctima eclesiástica del grafitero fue la parroquia de La Paz, en la plaza de España, donde el autor dibujó su ojito junto al arco de su fachada principal, a más de tres metros de altura, hace apenas un mes. En este caso, al menos, sí ha podido ser eliminado, aunque la piedra aún luce los restos de la pintura blanca que utilizó el grafitero en esta ocasión.
Colgados en las alturas
No es lo habitual, el blanco, ya que el resto de los ojos, aunque cada uno muestra posiciones diferentes, siempre tienen en común el color negro de su contorno. La mayoría, eso sí, están estampados en bloques de viviendas, algunos abandonados, como un singular autorretrato estampado en la fachada del antiguo cuartel de la calle Puente Colgante allí el ojo se dibuja a sí mismo con un aerosol o una pareja de triangulitos dibujada en lo alto del inmueble en ruinas que se encuentra en la plaza de Portugalete allí uno escupe al otro, que se protege con un paraguas. Otros ojos se cuelgan de tuberías del gas, como uno de sus primeros trabajos, ya borrado, en la caja exterior del ascensor de un edificio del paseo de Don Juan de Austria;o de puentes, como su última obra, grafiteada en el paso elevado del tren que discurre sobre la rotonda del cruce del colegio San Agustín.
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El Üeya cayó en enero
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Su obra, una mano sin más, decora media ciudad desde hace un par de años, un periodo en el que el artista había conseguido realizar sus grafitis con absoluta impunidad amparado por la noche. Hasta ahora. El Üeya, como rubrica sus trabajos, fue cazado el pasado 29 de enero por una patrulla de la Policía Local cuando estampaba su apéndice en los muros catalogados de la Academia de Caballería. Fue el último trabajo de este joven de 23 años, vecino de la capital, a cuenta de la sanción de hasta 1.500 euros que tendrá que afrontar por ello. Su relevo parece haberlo asumido el grafitero del ojo del diablo, cuyos dibujos, en algunos casos estampados junto a las üeyas, van ganando cada vez más terreno.
La osadía del autor de los ojos del diablo va más allá y en los últimos días ha dibujado su creación en, al menos, dos furgonetas de reparto, que estos días recorren la capital luciendo los triangulitos en sus portones traseros. También los miles de conductores que transitan a diario por la autovía de Castilla (A-62), a su paso por la capital, pueden toparse con un ojo que se asoma entre los pilares del viaducto de la carretera de Zaratán, al igual que los que atraviesan el túnel de Delicias, por la boca de la calle Labradores, en cuyo quiosco de la parte superior (hoy cerrado) puede observarse el mayor ojo del diablo de la capital.
El grafitero, por el momento, ha conseguido evitar a los agentes que cada noche el horario habitual para realizar sus trabajos recorren la ciudad. «Es complicadísimo sorprender a este tipo de infractores, ya que tienes que pillarlos en plena faena, y este se nos ha escapado por ahora, aunque en lo que va de año entre enero y marzo hemos denunciado ya a ocho grafiteros», aclaran fuentes de la Policía Local antes de concretar que los artistas del aerosol se enfrentan a sanciones de entre 750 y 1.500 euros. La mayoría, por no decir que todos, fueron sorprendidos por alguna patrulla camuflada.
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