Borrar
El teniente coronel Manuel Mendoza posa en su despacho en la base de Marjayoun.
Una zona segura pese a los cohetes

Una zona segura pese a los cohetes

Militares de Valladolid y Burgos relatan cómo vivieron este verano el enfrentamiento de Israel y grupos islamistas

Jorge Moreno

Miércoles, 10 de septiembre 2014, 11:50

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

El puesto que ocupa en la base Miguel de Cervantes de UNIFIL el teniente coronel Manuel Mendoza (1967) no es para poca chicha sino para malos tragos, en ocasiones. De él dependen las patrullas de los cascos azules españoles, salvadoreños y serbios, que cada día acompañan a las Fuerzas Armadas Libanesas (LAF) a lo largo de la frontera con Israel.

El Grupo Táctico España que manda, integrado por unidades de Caballería como las que hay en Santovenia de Pisuerga, busca impedir que el territorio libanés sea utilizado como base para atacar suelo israelí, que está a menos de 30 kilómetros de la base y de las posiciones de UNIFIL. Desde Marjayoun se ven todos los días los Altos del Golán, un macizo que el Ejército hebreo ocupó hace más de cuatro décadas, y que los libaneses reivindican.

Este verano, mientras en la franja de Gaza, que está a unos 200 kilómetros al sur del puesto español, los bombardeos no cesaban, causando más de 2.000 víctimas, este oficial y una cabo burgalesa de su grupo vivieron uno de los momentos de mayor tensión de los registrados en los últimos ocho años. Fue el 11 de julio cuando el ejército israelí decidió responder «de forma precisa» a los ataques de grupos próximos a Hezbolá (el Partido de Dios, libanés). Este grupo está considerado organización terrorista por EEUU y la UE, pese a tener una amplia representación institucional en el país.

«Nuestro trabajo se desarrolla en la llamada línea azul de 21 kilómetros fronterizos, y operamos también en la zona que Israel ocupó en 1967. Son en total unos 105.000 kilómetros cuadrados. Tenemos como misión además proteger a la población civil libanesa, aunque nuestro cometido no es estrictamente humanitario», puntualiza Mendoza.

Repliegue rápido

En la madrugada del 11 de julio, grupos islamistas lanzaron varios cohetes contra territorio israelí. Como es habitual, los hebreos respondieron con otros cinco cohetes. Eran sobre las siete de la madrugada y la base de UNIFIL se despertó en estado de alarma. Unos minutos antes, desde el Grupo Táctico que dirige Mendoza se indicó a las patrullas nocturnas que se replegaran y ocupasen los búnker, al igual que se hizo en Marjayoun.

«Estamos preparados para estas situaciones, que no se pueden comparar con las que hemos vivido en otras misiones como la guerra de Bosnia, donde había más fuego real. Allí estuve de capitán», apostilla.

Un río y una excavadora

Manuel Mendoza, que tiene casa familiar junto a la plaza del Poniente y llegó a Valladolid con 10 años desde Palencia, ingresó en la Academia de Caballería en 1987. El pasado sábado, 6 de septiembre, este teniente coronel fue uno de los protagonistas de que la escalada de tensión fronteriza no fuese a más con otro episodio.

El propietario de un hotel, situado junto a uno de los afluentes del río Jordán, decidió meter una excavadora para limpiar el cauce que hace frontera. Tras detectar rápidamente los israelíes con sus equipos las obras, advirtieron al mando de UNIFIL que dispararían si el desvío del cauce no cesaba. La tensión resurgió y la noche fue larga.

Después de varias conversaciones con el propietario libanés, en las que intervino el general Andrés Chapa, el dueño aceptó detener el dragado, aunque seguía reivindicando su derecho a una parte del agua que riega también las granjas judías. Pretendía que el río sirviese para el baño de los clientes que comen en su restaurante.

El teniente coronel Mendoza no cesa en decir que pese a estos episodios, la zona donde están los cascos azules españoles es «segura, estable y está en paz». «Llevamos en esta parte del Líbano ocho años sin tener una guerra abierta». Pero la situación es frágil, como precisa el jefe de la Brigada, el general Andrés Chapa Huidobro. «Y es que en el Líbano las cosas no se solucionan en un día», sentencia Manuel Mendoza.

Según explica este oficial de Caballería, en estos ocho años «se ha notado una mejora de las infraestructuras que quedaron dañadas por los bombardeos del 2006».

«Líbano e Israel, pese a ser vecinos no mantienen relaciones diplomáticas, y sus diferencias llegan hasta tal punto que cuando un turista pretende entrar en el país árabe, y en el pasaporte hay un sello de haber pisado suelo judío años antes, el viajero no puede entrar», explica.

La enemistad afecta al uso de las aguas de los ríos que como el del incidente de la excavadora son frontera. La línea azul de Naciones Unidas incluye el cauce y ningún de los dos países puede trabajar en la misma sin acuerdo bilateral. «La línea de frontera es el centro del afluente», dice un teniente coronel.

«El Líbano es un país donde la autoridad gubernamental es complicada de ejercer por el número de confesiones religiosas. Y en el sur más. Realmente aquí, hasta que llegó UNIFIL el Gobierno no ha estado presente. Ahora los cascos azules le avalan en su actuación. A lo largo de la fronteras, Israel mantiene una verja de más de 3 metros de defensa, cuyo suelo se rastrilla para comprobar que durante las jornadas anteriores nadie saltó y pisó la arena fina de suelo hebreo. La valla dispone de sensores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios