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Jesús Cebrián trabaja el cuero en su taller de guarnicionería ubicado en el centro de Villabrágima. :: FOTOS: LORENA SANCHO
Las manos de la tradición
VALLADOLID

Las manos de la tradición

En Villabrágima los 25 años de edad dan derecho a una tierra de 2,5 hectáreas

LORENA SANCHO

Sábado, 8 de octubre 2011, 02:20

La máquina de coser pespuntea en el taller de Jesús a la misma velocidad que cuando fue concebida en el siglo pasado. Con minuciosidad y precisión, este guarnicionero transforma el cuero en los productos más variopintos del mundo ecuestre. Nadie le enseñó, hace ya varios años que aprendió «sobre el terreno» a elaborar monturas y cabezadas para los caballos, pero también bolsos, maletas, petacas, cinturones y llaveros sobre los que acuña la seña de identidad propia de Villabrágima, el pueblo que mece este tipo de artesanía en vías de extinción. «Empecé con encargos de gente de la comarca, pero cada vez recibo encargos de más lejos. Aquí lo que funciona es el boca a boca», comenta en un receso de su trabajo.

Pocos son los privilegiados que pueden presumir de trabajar día a día con oficios ancestrales como el del guarnicionero. Pero aquí, en Villabrágima, la tradición se acuna entre los gruesos muros de una antigua muralla que conserva su entrada a la villa por un arco de medio punto. Una torre con un reloj supervisa el acceso para confirmar que el tiempo ha echado aquí raíces. Las echó. Hace ya varias décadas que el Ayuntamiento reorganizó las ordenanzas de los denominados 'medios quiñones', una ancestral tradición por la que el Ayuntamiento, propietario de 1.300 hectáreas, cede a cada vecino que alcanza los 25 años de edad 2,5 hectáreas para labrarlas o, en su defecto, arrendarlas por un precio anual que suele ronda los cien euros la hectárea.

Nadie conoce bien con exactitud el origen de esta cesión. Unos la vinculan con una marquesa que donó el terreno hace años a los vecinos de Villabrágima, pero lo cierto es que en 1970 el Ayuntamiento redimió todo tipo de derechos sobre estas tierras a sus herederos para distribuirlas entre los vecinos para su disfrute.

La tradición viene así grapada a la historia de una de las localidades más grandes de la Tierra de Campos, con algo más de 1.100 habitantes. Sus casonas, ornamentadas con un sinfín de escudos que registran los lazos de sangre de familias y nobles, atestiguan cada mes de mayo la más rigurosa procesión en honor de la Cruz de Mayo. Solemnidad religiosa que contrasta con la algarabía que tan solo tres noches antes protagonizan los quintos de la localidad para cumplir con el rito de subir el mayo. Después, durante varios días, mozos y mozas y vecinos y vecinas en general disfrutarán con las tradicionales carreras de cintas a caballo.

Será entonces momento de degustar los dulces típicos elaborados con horno de leña en establecimientos villabragimenses, o los embutidos que le dan fama gracias a tres carnicerías que lo elaboran al estilo tradicional. Son viandas procedentes en su mayor parte de animales que pastan en la localidad, ganadera y agrícola por naturaleza, con hasta no hace mucho uno de los censos más importantes de animales en la provincia. Ahora, la crisis ha hecho mella. Los balidos continúan, pero con menos volumen.

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