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Camioneta de falangistas camino de Valladolid. :: EFE
SEGOVIA

El terror azul

Las sacas de presos y los fusilamientos en los pinares y frente a las tapias del cementerio salpicaron todo el mes de agosto EL INICIO DE LA GUERRA CIVIL EN SEGOVIA CAPÍTULO III

POR CARLOS ÁLVARO

Domingo, 17 de julio 2011, 03:13

Debieron ir al sindicato y coger los documentos. Me acababa de afiliar. Ni siquiera tenía el carné. Aún no lo había recibido cuando empezó todo. Por miedo, y en vista de que ya habían fusilado a varias personas de izquierda, me largué con un amigo. Dormimos en la era y por la mañana cruzamos a pie la sierra. Era el 10 de agosto».

El testimonio pertenece a Antonio Gil, ya fallecido, vecino de Matabuena, localidad donde residió desde que salió de la cárcel de Alcalá de Henares. Con su decisión de dejar el pueblo, Antonio logró salvar el pellejo y escapar de la represión que los afines a la sublevación de Franco desplegaron en toda la provincia de Segovia. Prefirió batirse el cobre en el frente de Carabanchel a morir ejecutado a manos de un pelotón de fusilamiento.

Durante los meses que siguieron al golpe militar del 18 de julio de 1936, alrededor de doscientas personas perdieron la vida de esta manera en diversas localidades de la provincia, donde el alzamiento triunfó sin apenas resistencia. La mayoría había desarrollado una actividad política más o menos destacada, militaba en partidos de izquierda o estaba afiliada a algún sindicato, como es el caso de Antonio, que había solicitado su ingreso en UGT. Cayeron socialistas, comunistas y anarquistas. Pero otros, que nunca habían tomado partido, murieron sin motivos aparentes, víctimas de un 'chivatazo' o una delación que en ocasiones procedía de personas del mismo entorno.

«Iban por los municipios con listas que les habían dado en el pueblo de al lado o directamente preguntaban al contacto 'de derechas' que tenían en la localidad sobre la identidad de los 'rojos' del pueblo. A veces ingenuamente, se proporcionaba la información. También hubo rivalidades económicas, de negocios pasados, rencillas personales, etcétera. Pero todas las acusaciones estaban envueltas o fundamentadas en la cuestión política», señala Santiago Vega Sombría, historiador y autor del libro 'La represión franquista en la provincia de Segovia', publicado en el año 2005.

La represión 'ilegal', como prefiere llamarla Vega Sombría, constituye uno de los capítulos más oscuros de la Guerra Civil. La provincia no fue ajena a ella y muchas familias sufrieron en sus carnes la pérdida de un familiar que no volvieron a ver y cuya desaparición tuvieron que silenciar durante cuarenta años de dictadura militar.

Según el historiador, las purgas comenzaron en la misma mañana del 19 de julio de 1936 y fueron muy intensas en los primeros meses de la contienda, aunque después funcionaron los juicios por Consejo de Guerra que se saldaron con 145 fusilamientos más en toda la provincia, así como la represión derivada de la aplicación de la Ley de Responsabilidades Políticas, que afectó a casi 800 personas, castigadas con fuertes sanciones económicas, pérdidas de los puestos de trabajo, inhabilitación o incautación de bienes.

Detenidos en casa

«Los arrestos de los dirigentes de izquierda se produjeron en los primeros días que siguieron a la adhesión al alzamiento de la Academia de Artillería de Segovia, cuyos mandos se hicieron con el control de las instituciones en la mañana del día 19. Durante la noche anterior, algunos ya se habían marchado a Madrid, como el presidente de Izquierda Republicana, José Carrasco Linares, o el dirigente del PCE de Segovia, Francisco Álvarez Matesanz. Otros no corrieron la misma suerte y fueron detenidos en sus casas y fusilados. Fue el caso de Julio Fuster, José Peña o Antonio Hernanz, representantes de la Casa del Pueblo», relata Santiago Vega.

En la mayoría de los pueblos, el alzamiento se impuso con facilidad. Camiones de militares, guardias civiles y falangistas cruzaron la provincia destituyendo a las gestoras o concejales izquierdistas. San Ildefonso y Valsaín opusieron más resistencia y aguantaron hasta el 21 de julio. Lo mismo ocurrió en Coca y Nava de la Asunción, leales a la República y gobernadas por gestoras frentepopulistas.

«Hay un suceso curioso que ocurrió el día 26 de julio en Navas de San Antonio, en la misma carretera de La Coruña -cuenta Vega Sombría-. Dos hermanos asturianos que volvían de segar fueron asesinados por los miembros de un camión de falangistas que viajaban de Valladolid al Alto del León. Los falangistas gritaron ¡Arriba España! y los jornaleros cometieron la imprudencia de contestarles con un ¡Viva la República! Se quedaron allí».

A partir de ese momento, la provincia quedó sumida en un círculo de represión espantosa, que se saldó con 7 muertos en lo que quedaba de julio; 116 en agosto y treinta en septiembre. El mes de agosto de hace 75 años fue especialmente cruento. En las madrugadas de los días 15 y 31 se produjeron dos sacas en las cárceles de Segovia en las que perecieron 26 personas. El motivo hay que encontrarlo en las bombas que arrojó la aviación republicana sobre la ciudad en dos ataques. En los bombardeos murieron unas diez personas. «Inmediatamente, los falangistas se vengaron y depuraron a los presos», apunta Vega. Jornadas antes, el 13, la represión sacudió a la provincia. Hubo quince muertos. El fusilamiento tuvo lugar en el cruce de las carreteras de Sepúlveda y Cantalejo, en el silencio de los pinares. Una camioneta recogió a las víctimas en Fuenterrebollo, Cantalejo, Cabezuela y Sauquillo. Nadie volvió a saber de ellos.

Paradero

Durante años, muchas familias se han preguntado por el paradero de sus padres, hijos o hermanos, o simplemente, por el lugar en que fueron ejecutados. Vega ha encontrado la respuesta: «Hubo fusilamientos en el puente de Tejadilla y en la carretera de La Granja, en las cunetas. El pinar del puente Oñez, cerca de Anaya, fue otro de los lugares elegidos. En la capital, actuaban en el cementerio, frente a las tapias».

Después de años de silencio, los datos empiezan a cantar. La investigación llevada a cabo, muy compleja debido a las dificultades que los familiares encontraron para inscribir en el registro la muerte de un pariente 'rojo' o a la falta de noticias sobre el destino de los fallecidos, revela que las ejecuciones se sucedieron con virulencia en los pueblos cercanos a la sierra, donde más afectos al régimen republicano o elementos de izquierda había. En El Espinar se fusiló a dieciocho personas; quince en San Ildefonso; catorce en Valsaín; nueve en Villacastín y Riaza; seis en Matabuena, Navafría y Otero, etcétera. «El registro y los testimonios de los familiares me han permitido localizar a muchos fallecidos, pero puede haber más», indica el investigador.

En Matabuena, el pueblo de Antonio, la guerra dejó una huella imborrable. Matilde es su hermana. Tenía 19 años cuando estalló el conflicto y siempre lo recordó con horror. En esta localidad, situada a 37 kilómetros de Segovia y al pie de la sierra, hubo seis represaliados. «Teníamos un primo que era sacristán, pero estaba afiliado a la CNT. Pudo haberse marchado, pero no lo hizo, por miedo a dejar sola a la familia. Lo asesinaron en Navafría». No fue el único. «Un día llegaron al pueblo varios de los combatientes republicanos que vigilaban la población desde la sierra a la espera del asalto y mataron a un sargento de los militares nacionales que había en el pueblo. Todavía está la cruz que le pusieron Como represalia cogieron a tres vecinos, a los que fusilaron sin haber hecho nada. Ni siquiera tenían ideas políticas. Les dieron el 'paseo' en el cementerio. Fue terrible, porque obligaron a ver la ejecución a todo el pueblo. Todo lo que olía a izquierdas iba fuera. Los maestros fueron los más afectados».

El fragor de la batalla estaba relativamente cerca, pero Segovia nunca fue primera línea. Las fuerzas republicanas que dominaban la sierra intentaron varias incursiones en la provincia, pero no fructificaron. A finales de mayo del año 1937, las fuerzas republicanas llegaron al monte de Cabeza Grande, cerca de la localidad de Revenga, pero las tropas del general Varela impidieron su acceso a la ciudad. Los aviones 'rojos' causaron algunos destrozos y muertes en los primeros meses de la contienda, lo que obligó al pueblo a tomar medidas de protección como la instalación de puestos de vigilancia en las torres y campanarios de las iglesias.

La guerra civil dejó en Segovia una provincia dolorida y silenciada. Las pérdidas demográficas fueron cuantiosas. Unos murieron en las represiones, pero otros lo hicieron en los campos de batalla. Más de dos mil segovianos se pasaron toda la guerra en la cárcel y otros perdieron a sus seres más queridos. Después, unos tuvieron reconocimiento y otros no.

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