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Edurne Pasaban y Juanito Oiarzabal charlan animadamente en el campo base del Everest. :: F. J. PÉREZ
EXPEDICIÓN AL EVEREST

Los consejos de Juanito a Edurne

Paciencia, dosificar el esfuerzo y valorar la experiencia de otras ascensiones son sus principales recomendaciones

FERNANDO J. PÉREZ

Martes, 17 de mayo 2011, 02:17

Suman entre los dos 38 'ochomiles'. Uno tiene 24 y la otra 14, pero para ninguno de los dos son suficientes. Juanito Oiarzabal espera sumar uno más en el Lhotse los próximos días y Edurne Pasaban busca sacarse la espina del oxígeno artificial en el Everest. Curiosidades del destino, la última vez que ambos pisaron sus 8.848 metros coincidieron allí arriba. Fue el 23 de mayo de 2001, aunque cada uno ascendió por vertientes distintas. Para una joven Edurne Pasaban suponía su primer 'ochomil', mientras que para Oiarzabal significaba redondear los catorce 'ochomiles' que había completado dos años antes, pero esta vez a pulmón libre.

Desde entonces, sus vidas alpinísticas se han cruzado en numerosas ocasiones -Broad Peak, G1, G2, K2, Kangchenjunga...-, algo que ha vuelto a suceder ahora, aunque sólo en el campo base que comparten la primera y la cuarta montañas más altas del planeta. Ya no son una novata y un profesor como hace diez años, sino dos expertos con decenas de 'ochomiles' en sus mochilas. Pero la experiencia de esa ascensión sin oxígeno de hace diez años de Juanito Oiarzabal le sirve para ofrecer a Edurne Pasaban unos consejos «que seguro que no necesita» pero que «tampoco le vendrán mal» durante el ataque a cumbre previsto para los próximos días.

«Si hay algo por lo que recuerdo la ascensión al Everest de 2001 es por lo larga que se me hizo. Yo fui por el Tíbet, por el Collado Norte y la ariste noreste, que es una ruta mucho más larga que la del Collado Sur, por donde va a ir Edurne. Pero en todo caso lo más importante es saber dosificar el esfuerzo, tomarse las cosas con tranquilidad porque, pase lo que pase, la ascensión se les va a hacer larga y dura», explica Juanito Oiarzabal.

Es uno de los debates casi permanentes en el campo base: la hora de salida hacia la cumbre. Las (expediciones) 'comerciales' parten desde el Collado Sur hacia la cima a las ocho o nueve de la noche, aunque con oxígeno artificial. En la expedición de la alpinista tolosarra ha habido dos tendencias: las diez y las doce de la noche. Juanito se inclina por la segunda opción. Y Edurne, también. «Partir antes de esa hora significa estar ascendiendo de noche demasiadas horas, con lo que eso implica de desgaste psicológico añadido, pero también físico por el frío que hay que soportar hasta que amanece», afirma Juanito.

El problema es que salir tarde implica llegar más tarde a la cumbre, con el riesgo de que durante el descenso se haga de noche. Sin embargo, a Edurne es algo que no le preocupa especialmente debido a la presencia de cuerdas fijas. «Yo calculo que subiremos a un ritmo algo inferior a cien metros de desnivel cada hora, sin contar las posibles esperas en puntos sensibles como el Escalón Hillary, por lo que estaremos en la cima sobre la doce del mediodía, hora arriba, hora abajo. A partir de ahí, no me preocupa demasiado que en el descenso se haga de noche porque toda la ruta está asegurada con cuerdas fijas».

Indudablemente, los más de doscientos metros que hay entre la cima del K2 y la del Everest, o los más de trescientos entre el Kangchenjunga y el Techo del Mundo, marcan una diferencia que explica por qué el Everest tardó tanto tiempo en ascenderse sin oxígeno artificial. «Pero Edurne ya sabe lo que es estar por encima de los 8.500 o los 8.600 metros sin bombonas de oxígeno. Ella sabe lo que es vivir una jornada de cumbre de hasta 24 horas, con ascensiones por encima de las 12 horas y desniveles de más de mil metros. Y esa experiencia debe servirle a la hora de tomar decisiones en el Everest», explica Oiarzabal.

«Me consta que en el campo base es algo que están cuidando mucho, y más desde que tienen al doctor Pablo díaz-Munío con ellos, pero una vez arriba saben que debe convertirse en casi una obsesión para ellos: beber, beber y beber. Primero en el Collado Sur antes de partir hacia la cumbre y luego durante la ascensión, en la medida que puedan», advierte el alpinista vitoriano. En este sentido, Edurne y sus compañeros han establecido un plan para sobrehidratarse, que no es otro que los sherpas que le acompañan, que van a subir con oxígeno, lleven termos suplementarios con bebidas calientes.

«La paciencia que debe de tener allí arriba es un compendio de todo lo que he dicho hasta ahora. No debe de tener prisa. Debe tomarse las cosas con tranquilidad. Sabe que va a ser un día largo y duro y que la cumbre es sólo la mitad del camino. Con ella he vivido situaciones duras como en el K2 y en el Kangchenjunga y no me cabe la menor duda de que aquellas vivencias le van a servir para hacer las cosas bien aquí en el Everest».

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