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El público observa desde el puente medieval de Simancas cómo Daniel Roberts y Simon Desmet parten en balsa hacia Zamora. :: J. H.
CONTRAPORTADA

Robinsones de Simancas

Los ingleses Daniel Roberts y Simon Desmet ponen rumbo a Zamora surcando el Pisuerga y el Duero

JAVIER HERNANDO

Lunes, 2 de mayo 2011, 03:39

Tachados de locos por buena parte del público que acudió en masa al comienzo de la aventura que les llevará, si todo sale como desean, hasta la capital zamorana, los ingleses Daniel Roberts, de 40 años, y su fiel timonel Simon Desmet, de 23, botaron al mediodía de ayer, la balsa La 8ª Doncella. Pero no van solos en su arriesgado viaje: les acompaña aguas abajo el triciclo, de nombre Libertad, con el que el capitán Roberts arribó allá por el mes de noviembre del pasado año a tierras castellanas.

La idea de surcar el Pisuerga y el padre Duero en una barcaza, le surgió a Roberts con la contemplación del Canal de Castilla en el viaje que le llevó hasta la localidad vallisoletana de Simancas montado en su triciclo Libertad. Esta historia, salvado el paso de los años, podría ser argumento para una novela de sus compatriotas Daniel Defoe o Robert Louis Stevenson. Y hurgando más en la literatura británica, la obra del también inglés Jerome K. Jerome 'Three man in a boat' (Tres hombres en un bote) se puede asemejar más al arriesgado periplo de Daniel y Simon, aunque les faltaría el tercer marinero que, en un dechado de imaginación, bien pudiera ser su triciclo. Humor al menos no les falta, en la salida comentaron en tono jocoso sobre si serían capaces de llegar hasta la vieja senda de piedra, unos metros más adelante. Y a fe que lo consiguieron.

La lluvia, presente a primera hora de la mañana, dejó ver el sol cuando soltaron amarras. Poco después de la partida, que tuvo lugar en la margen derecha del Pisuerga junto al puente nuevo por el que libra el río la CL-600, estos dos marineros se encontraron con la primera de las complicaciones, la pesquera de la antigua fábrica de harina.

Un triciclo de cien kilos

Los atónitos diecisiete ojos del medieval puente de Simancas fueron testigos de la parafernalia que tendrán que realizar cada vez que se topen con semejante circunstancia en el cauce del río, y son unas cuantas de aquí hasta Zamora. Una vez ganada la orilla, tienen que desembarcar el pesado triciclo de más de cien kilos, desmontar parte de la balsa, para rodear así la corriente de las pesqueras. Ayer, gracias a la presencia de muchos espectadores, la tarea resultó más o menos fácil. Esto no volverá a suceder en los más de 130 kilómetros que separan Simancas de su destino. Entonces ellos solos tendrán que apañárselas para sacar del río la balsa, el triciclo y sus enseres. Toda una odisea.

Valentía no les falta. El tiempo, el río y la suerte serán los jueces que marquen el destino para lograr su objetivo. Zamora espera y, si todo sale bien, otros retos vendrán. Acaso Oporto puede que sea su siguiente punto de mira. Habrá que esperar. Buena travesía.

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