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Espalderas, barras paralelas, mazas y anillas en el gimnasio de la Academia de Caballería, en una imagen de 1910. Vídeo: José Carlos Castillo
El Hilo

El primer gimnasio de Valladolid nació en un teatro

A finales del siglo XIX, la ciudad fue pionera en la actividad física con más de veinte salas dedicadas a esta «saludable distracción»

Berta Muñoz Castro

Valladolid

Sábado, 21 de junio 2025, 08:22

Ser 'fit' no es cosa de ahora. El culto al cuerpo ya estaba de moda a principios del siglo pasado en la capital del Pisuerga e, incluso, a finales del XIX. Eso sí, solo en los círculos más selectos. Valladolid, además de ser una ciudad pionera en disciplinas deportivas como la esgrima, el tiro, la hípica, el tenis, la pelota, el ciclismo y el fútbol, también puede presumir de haber contado con los primeros gimnasios de España. En la segunda mitad del siglo XIX la capital del Pisuerga contaba con, nada menos, que 22 gimnasios donde acudían, mayoritariamente, la burguesía local que había descubierto esta «higiénica distracción». Una cifra sorprendente si se tiene en cuenta que, por aquel entonces, Valladolid apenas superaba los 60.000 habitantes y que, como en el resto del país, la cultura física aún no había arraigado con fuerza. Abro hilo:

↓ Hace siglos, los atletas griegos ya entrenaban al aire libre, en instalaciones rudimentarias. Sin embargo, la verdadera revolución de la actividad física llegó en el siglo XIX, con la creación de los primeros gimnasios formales. En Valladolid, una de las primeras salas dedicadas exclusivamente a la práctica física comenzó a funcionar en 1869, en la calle Leopoldo Cano. Se trataba de un espacio modesto –dotado de espalderas, un potro, un plinto y poco más– pero pionero en su concepto. «Donde hoy se encuentran las oficinas de la Seminci, en el Teatro Calderón, estuvo instalado, hace ya más de un siglo, uno de los primeros gimnasios de Valladolid», explica José Miguel Ortega, cronista deportivo de la ciudad. «Era un gimnasio elitista, porque solo tenían acceso los miembros del Círculo de Calderón, que era un café también muy importante, donde solo podían acceder los socios. Fue en la parte baja donde estaba el gimnasio y no tenía mucha actividad, porque la gente que venía aquí era ya mayorcita».

Oficinas de la Seminci, en la calle Leopoldo Cano, lugar en el que estuvo el primer gimnasio de la ciudad. José Carlos Castillo

↓ Hay que recorrer varias calles del centro para llegar al lugar donde estuvo el segundo centro 'fitness' de la época: el emblemático Pasaje Gutiérrez. «En este pasaje, muy chic, muy parisino, estuvo quizá el gimnasio más importante de finales del siglo XIX y comienzos del XX», recuerda José Miguel Ortega. Formaba parte de una casa de baños. El Balneario del Pasaje Gutiérrez se inauguró en 1886 con los adelantos más modernos de la ciencia médica. Ofrecía baños de placer y tratamientos con aguas minero-medicinales, vapor, aire caliente, duchas y pulverizaciones. Estaba equipado con grandes bañeras de mármol, un gimnasio higiénico, médico y ortopédico, así como espaciosos salones de espera con mesas de billar.

El Pasaje Gutiérrez acogió un balneario y un gimnasio en 1886, en el local que se ve en la imagen. José C. Castillo

↓ El balneario y gimnasio del Pasaje Gutiérrez estaba dirigido por la familia Marcos Ordax, una saga muy vinculada al desarrollo del deporte en la ciudad durante el último cuarto del siglo XIX. «Todos eran profesores de esgrima, personas muy comprometidas con el mundo deportivo y, en particular, con la gimnasia», detalla el periodista vallisoletano José Miguel Ortega. Fue en este mismo local –hoy ocupado por la coctelería Cucu Bananas– donde nació el Club Deportivo Español, uno de los dos equipos que, poco tiempo después, darían origen al Real Valladolid.

José Miguel Ortega, cronista deportivo de Valladolid. José Carlos Castillo

↓ «Aquí se fraguó cómo organizar el primer partido de fútbol que se celebró en Valladolid», recuerda José Miguel Ortega. Aquel primer ensayo general tuvo lugar el 8 de abril de 1901, entre las nueve de la mañana y el mediodía. La convocatoria fue un éxito rotundo: se presentaron 80 aspirantes. Aquella jornada sirvió como selección para la presentación oficial del fútbol en la ciudad, que se celebraría meses después, el 21 de septiembre, coincidiendo con las ferias. Anunciado a bombo y platillo, el esperado match de foot-ball enfrentó al equipo rojo contra el azul en el Paseo Central del Campo Grande. Se jugó a cuatro goals, sin límite de tiempo, y con una masiva asistencia de público. El conjunto rojo, capitaneado por don Julio Alonso –considerado el primer gran sportman local– se alzó con la victoria y se llevó como trofeo una elegante columna de mármol coronada por una alegoría de la música, donada por la Vizcondesa de Villandrando.

Un grupo de hombres, en un gimnasio, a finales del siglo XIX. El Norte

↓ Otro espacio destinado a la actividad física se abrió en la calle Teresa Gil. «El Jardín Mabille, inaugurado en 1894, era un salón de baile que contaba con un apartado dedicado a la gimnasia. La gente iba principalmente a bailar, pero el boca a boca hizo que el gimnasio funcionara durante varios años», explica José Miguel Ortega. «Pasó a la historia por ser un lugar muy pequeño y, sobre todo, muy económico». En la sección de anuncios de El Norte de Castilla se publicitaba como un «baile campestre». Un aviso del 28 de agosto de 1870 anunciaba la actividad: «De tres a siete, en la calle del Ferrocarril, próximo al Campo Grande. Precios: billete de caballero, real y medio; de señora, uno; medio para niños y para la entrada al gimnasio». Además, destacaba que «los aficionados a esta higiénica distracción pueden acudir todos los días, excepto festivos». Al alcance de todos los bolsillos.

↓ Nada que ver tenía el popular Jardín Mabille con el exclusivo centro deportivo que durante seis años, a finales del siglo XIX, ocupó la planta baja de la Casa Mantilla, en la Acera de Recoletos. 'The Armis & Cycle Sport Club', semilla del ciclismo -o velocipedismo- en Valladolid, nació de la mano de una selecta élite social vallisoletana. El club contaba con pista de patinaje y sus jornadas se amenizaban con violinistas del Teatro Calderón, ofreciendo un lujo reservado para unos pocos. El ciclismo en Valladolid se remonta a 1886, cuando se celebró la primera carrera con motivo de la festividad de San Mateo, aunque tuvo que suspenderse inicialmente debido a la excesiva aglomeración de público. A partir de entonces, la ciudad se llenó de velocípedos y talleres especializados. Se narran incluso hazañas como el reto de un grupo de velocipedistas vallisoletanos que, en relevos, tardaron tres horas menos que el tren en llegar a la Puerta del Sol de Madrid.

Vista de la Acera de Recoletos con la Casa Mantilla a la izquierda y líneas de tranvía. Amva

↓ La práctica de la actividad física tuvo tan buena acogida que el sector hotelero no tardó en incorporar gimnasios en sus instalaciones. El Hotel Roma (actual calle Héroes del Alcántara –en el atrio de Santiago–) fue el primero en la ciudad en contar con un gimnasio. Construido sobre el Café de Moka a finales del siglo XIX, ofrecía un espacio pionero para ponerse en forma. «El Gimnasio Médico y Ortopédico del Hotel Roma, como se llamaba, tenía horarios diferentes para hombres, mujeres y niños y su coste ascendía a dos reales. De 8 a 11 para hombres, de 12 a 2 para mujeres y por la tarde, después del colegio, para los niños», destaca Ortega. El gimnasio, dirigido por el profesor de esgrima Cándido Castellanos, tuvo tanto éxito que cuando este se trasladó a Madrid, uno de los hermanos Marcos Ordax lo compró y poco después abrió otro con el mismo sistema en la calle De la Victoria.

↓ El 9 de marzo de 1883, las Cortes aprobaron la primera Ley de Educación Física en España, aunque su reglamento no se publicó hasta 1886. La construcción de gimnasios en institutos y colegios públicos tardó aún algún tiempo en hacerse realidad. «En Valladolid, los primeros centros escolares en contar con gimnasios fueron San José, Lourdes, San Ildefonso, Santo Tomás y El Salvador», señala Ortega. Además, en los colegios de los Ingleses y los Escoceses, conocidos por su afán deportivo, se practicaba fútbol al aire libre, siempre bajo la supervisión de profesores especializados en Educación Física. «En las décadas anteriores, la gimnasia era impartida por médicos o estudiantes de Ciencias», añade Ortega, subrayando la evolución hacia una enseñanza más especializada.

Salón de Gimnasia del Colegio San José, muy similar al gimnasio de la Academia de Caballería (foto principal). El Norte

↓ Otras instituciones de la ciudad, como la Academia de Caballería, también fueron incorporando y mejorando espacios dedicados a la actividad física. «En su primera época, la Academia tenía unas barras en el patio de armas y los alumnos hacían la gimnasia al aire libre colocando aparatos como el caballo o el potro», explica el subteniente Andrés Sánchez Redondo. «Más adelante, hubo un gimnasio cubierto sin paredes que, con el paso de los años, se cerró y fue sufriendo modificaciones hasta llegar al actual, que ha sido reformado el año pasado», añade.

En 1947, un grupo de soldados de la Academia de Caballería se preparan para una clase de natación. El Norte

↓ Mientras que las clases altas se volcaban en la práctica deportiva, toda la ciudad se sumaba al auge de los deportes espectáculo. Así, en 1913, los vallisoletanos abarrotaban el gimnasio de la sociedad deportiva Cultura Física de la calle Muro para contemplar las exhibiciones del halterófilo Luis Soto, que batió ese año varios récords al levantar «64 kilogramos con el brazo izquierdo; 80 con dos brazos a pulso y 102 con dos brazos a impulso». La asociación deportiva Cultura Física llegó a Valladolid de la mano de «estudiantes paladines del sport» y contaba con «una excelente instalación en los locales de la planta baja y principal del frontón Fiesta Alegre, donde funcionaba el gimnasio, por cierto bien montado, y donde daba clase interinamente hasta la incorporación del profesor designado, el presidente de la sociedad, don Joaquín Elías Juncosa», narraba El Norte en 1912 en una crónica que resaltaba «esta sana manifestación que proporciona flexibilidad y energía a futuras generaciones».

Recorte de El Norte de Castilla de diciembre de 1913.

↓ Otra actividad multitudinaria que fascinó a Valladolid fue la aerostación, que llegó a la ciudad en 18599. El público vallisoletano seguía con admiración a esos valientes capaces de volar en una cesta de mimbre. El primero fue el doctor Merci, que partiendo de la plaza de toros de Fabio Nelli, tuvo un espectacular despegue y un menos vistoso aterrizaje contra los tejados de San Benito. Otro de aquellos osados pilotos fue el capitán Estébanez Martínez, que ofreció mucho juego en Valladolid, no solo por su arrojo con los globos, sino también por sus 'affaires' amorosos con una dama casada de la alta sociedad vallisoletana, que le terminarían costando el exilio forzoso de la ciudad. Pero esa historia queda para otro hilo.

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