

Un regalo en forma de sillas gigantes para Valladolid
Javier Mariscal, el autor de la pérgola metálica del hospital Río Hortega de Valladolid, aseguró que «lo ideal hubiera sido plantar una alameda»
Llaman la atención, de eso no hay ninguna duda. Llegar al aparcamiento del Hospital Río Hortega de Valladolid y darse de bruces con esta rima metálica de respaldos, asientos y patas gigantes, cuanto menos, sorprende. Se trata de una pérgola colosal compuesta por setenta sillas de esas que regalaban las casas de cerveza para las terrazas de los bares a finales del siglo pasado, pero en formato XXL. Son obra de Javier Mariscal, el autor de la mascota oficial de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Y no costaron ni un solo euro a las arcas públicas. Abro hilo:
↓ El 10 de noviembre de 2008, con la visita de Juan Vicente Herrera, entonces presidente de la Junta de Castilla y León, el hospital Río Hortega se convirtió en una realidad para los vallisoletanos. «El centro hospitalario más moderno y avanzado de España», según destacó el máximo mandatario de la comunidad ese día, abriría sus instalaciones una semana después, el 17 de noviembre de 2008, tras ocho años de obras –con dos de retraso– y una inversión final de 199,7 millones de euros. Ese lunes de preinauguración hubo una ausencia sonada. En el evento se echó en falta al alcalde de la ciudad. Francisco Javier León de la Riva tardó poco en explicar a la prensa el motivo por el que no había acudido a la cita, a pesar de que el Ayuntamiento había «invertido en los accesos y dado las licencias haciendo un esfuerzo sobrehumano con los técnicos». «Tengo por costumbre no ir donde no me invitan», zanjó el regidor popular.

↓ Rencillas aparte, la inauguración oficial del edificio en el que llegaron a trabajar dos mil personas de catorce países diferentes se llevó a cabo el 16 de enero de 2009 con la visita de los Príncipes de Asturias. Profesionales, pacientes, políticos y gestores recibieron a Don Felipe y Doña Letizia a las 12:30 horas en el vestíbulo del nuevo Río Hortega. La pareja real viajó en tren desde Madrid a Valladolid para elogiar los avances tecnológicos de las instalaciones de la carretera de Segovia. «Este nuevo hospital es espectacular, una maravilla, está a la última», remarcó el hoy Rey de España. Durante una hora y media, los Príncipes recorrieron los pabellones y conversaron con los responsables de los diferentes servicios. Doña Letizia intercambió impresiones con el doctor Gil Carcedo, jefe de Otorrinolaringología; Don Felipe, por su parte, se interesó por el diseño del arquitecto Luis Fernández Inglada y destacó que le agradaba el carácter humano del edificio, su luz y colorido.

↓ Y es que una de las señas de identidad de este complejo hospitalario organizado en dieciséis edificios con una superficie de 127.621 metros cuadrados –treinta campos de fútbol– son los colores del arcoíris de la verja que lo recorre y que anuncia el mismo juego de pigmentos, de forma más sobria, en el interior del centro hospitalario. El segundo hito del Río Hortega son las setenta sillas gigantes diseñadas por Javier Mariscal que hoy nos ocupan y que causan fobias y filias a partes iguales. Muchos no entienden su significado y otros tantos, después de quince años instaladas, su utilidad.

↓ Javier Mariscal dio unas escuetas explicaciones a los periodistas durante la puesta de largo de 2008. El diseñador del mítico Cobi, que tiró de un trabajo artístico anterior para dar luz a este proyecto, dijo haber buscado con la pila de sillas dar identidad propia al hospital. Aseguró, asimismo, que el conjunto simbolizaba dos aspectos: el caos social actual y el encuentro de la familia, las sillas que «todos tenemos en casa». Y con eso nos quedamos. Con una idea vaga.

↓ La falta de información y el paso del tiempo han llevado a divagar sobre el porqué de esta mole anárquica de sillas de hierro frente a la entrada principal del hospital vallisoletano. Sin ir más lejos, el experto en Medicina Preventiva y Salud Pública Ignacio Rosell publicó en Twitter su propia teoría: «En cierta ocasión un periodista le preguntó al doctor Marañón acerca de cuál era el invento más importante de la historia de la medicina y don Gregorio respondió: La silla. Ese invento que nos permite permanecer al lado del enfermo, observar, entablar conversación previa a la exploración y hacer las preguntas fundamentales de la historia clínica: qué le ocurre, desde cuándo, a qué lo atribuye», explicaba en la red social Rosell, para, renglón seguido, asegurar que «cada vez que paso junto a esas enormes sillas no dejo de pensar que, aunque no fuera de manera intencionada, rinden homenaje a esa frase de Marañón».
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↓ La explicación de Rosell tiene mucho sentido, pero Mariscal nunca citó a famoso internista madrileño a la hora de exponer los pormenores de la obra. Un extenso artículo firmado por el propio artista, escondido en la parte final del dossier de presentación del Río Hortega, desvela datos hasta ahora desconocidos. «Podría haber optado por un monolito, o por una columna, o por algo vertical que subiera hacia el cielo, superase la altura del edificio y fuera visible desde el centro de la ciudad. Pero, en lugar de eso, me pareció más oportuno hacer un volumen horizontal o que estuviera tumbado, para convertirlo en pórtico, en sombra, en un elemento protector. En vez de crear sólo un hito pensé en construir un espacio en el que las personas pudieran protegerse del clima extremo de la zona y también mitigar la carga emocional que la visita o la estancia en un hospital supone siempre», aseguraba Mariscal en el texto.

↓ Y ahí va lo novedoso. La sinceridad del artista valenciano a la hora de justificar su elección. «Lo ideal, en mi opinión, hubiera sido plantar una alameda, tan arraigada en la geografía castellana: un remanso vegetal que aliviara a las personas de la dureza y el artificio que toda construcción desprende y que, a su vez, tuviera ese efecto de oasis que ejercen las alamedas en el árido paisaje mesetario. También podría haberse hecho una rambla con árboles a los lados o una rosaleda que se emparrara sobre una pérgola», explicaba Mariscal. Pero no pudo ser, la existencia del garaje bajo la losa de hormigón donde se colocó la pieza imposibilitaba la plantación de nada que pudiera echar raíces. «Desechado todo eso –continúa Mariscal en su artículo–, partí de un trabajo artístico que hice con anterioridad, en el que jugué con la semántica de la silla. De ahí surgió esta pérgola hecha de sillas a escala gigante que conforman un refugio para pacientes, visitantes y trabajadores del HURH».

↓ Pero, ¿por qué sillas? El diseñador también aclaró este aspecto: «Porque es un elemento cotidiano, reconocible, unido emocionalmente al descanso, a la tertulia, a las reuniones de amigos o familiares, a momentos felices sentados en una terraza tomando un refresco… [...] Una silla es para un diseñador un reto difícil, pero que siempre quiere afrontar. [...] Y también, porque materialmente la silla tiene estabilidad y un carácter repetitivo que funciona muy bien como módulo para fabricar en serie». De esta tarea, la de dar forma a la idea de Mariscal, se encargó una forja de Salamanca. Durante más de seis meses, en el taller Hermanos Rodríguez de Calvarrasa de Arriba, moldearon una a una las setenta sillas que completan la colosal obra. Del coste de todo el proceso se hizo cargo Acciona, el proveedor principal del nuevo hospital. Fue un regalo de la compañía al centro hospitalario y a la ciudad de Valladolid.
Fue un regalo de Acciona al hospital y a la ciudad
↓ «El conjunto tiene dos lecturas. Una, como pérgola, como refugio que protege y alivia de la tensión que el centro hospitalario puede producir: bajo esta maraña de sillas apiladas, lo mismo se puede celebrar un nacimiento, que llorar una pérdida, que fumarse un cigarrillo o leer un libro mientras se está a la espera de algún desenlace. O, sencillamente, sentarse a la sombra a descansar cuando el sol es insoportable», explicó el autor. Pero sombra, lo que es sombra, dan poca. Ni visitantes, ni pacientes, ni trabajadores, buscan el cobijo del sol y de las penas en este armazón gigante. En los casi doscientos metros, salvo en el bordillo de hormigón, no hay dónde sentarse a tomar conciencia de las realidades que se viven en el hospital.

↓ Pero hay más. «La otra lectura –argumentaba el diseñador– es la de 'hito': sus grandes dimensiones, ciento setenta metros de largo por doce metros de altura, permiten verla desde distintas perspectivas, cercanas o lejanas, como un conjunto escultórico que, con el tiempo, será una imagen reconocible, conocida, vecina y amiga, que ayudará a conformar la identidad del hospital, pero también la identidad de la ciudad. O al menos, eso es lo que me gustaría», concluye Mariscal. Quizás este aspecto sí que se ha cumplido, porque las gigantescas sillas metálicas que se entrelazan, superponen y apoyan unas sobre otras se han convertido con los años en una seña de identidad del centro hospitalario. Lo que es seguro, es que no dejan indiferente a nadie.
La semana que viene...
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