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El Calderón en la célebre fotografía de Laurent hacia el último tercio del siglo XIX. El Norte
El Calderón, un teatro a la medida del refinado gusto burgués

El Calderón, un teatro a la medida del refinado gusto burgués

La inauguración del coliseo vallisoletano, el 29 de septiembre de 1864, colmó las aspiraciones de quienes demandaban un local más digno que el Lope de Vega

Enrique Berzal

Valladolid

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Miércoles, 2 de enero 2019, 21:12

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El traje de gala estaba más que justificado aquel 29 de septiembre de 1864. Por fin, ocho años después del primer intento, Valladolid contaba con un teatro digno, a la altura de las exigencias de ocio de la triunfante sociedad burguesa: «Por la grandiosidad de su sala, por la profusión de sus riquísimos adornos, por la numerosa y escogida concurrencia que anteanoche asistió á la primera representación, y por los reputados artistas que forman sus compañías, puede competir con los primeros teatros del reino, y acaso con ventaja con todos los de Madrid». El Norte de Castilla, que había seguido muy de cerca el proceso de construcción del Teatro Calderón, saludaba con verdadero entusiasmo su inauguración.

En estos 155 años, el gran coliseo de Valladolid ha pasado por vicisitudes de todo tipo, graves vaivenes económicos, amenazas de derribo, su compra por una Caja de Ahorros, el retorno a manos municipales y una reforma de tal magnitud, que lo mantuvo cuatro años cerrado. Ya su construcción, en 1864, tuvo que sortear trabas considerables. Tres años antes se había levantado el Teatro Lope de Vega, cuya ubicación, en una margen del río Pisuerga, no era del gusto de la burguesía dominante, pues lo juzgaba excesivamente alejado del centro capitalino, con escasa capacidad y demasiado frío por las noches.

Las continuas demandas de un local digno volvieron los ojos edilicios hacia el Palacio del Almirante, proyecto acariciado ya en 1856 pero obstruido por la negativa de su propietario, el Duque de Osuna. Ahora, sin embargo, el cambio de dueño en la persona de Diego Morales y la constitución de una Sociedad Anónima –Pérez Calderón y Compañía- facilitaron la operación. Con Morales acordó la Sociedad la compra del inmueble por 55.000 duros, y, una vez efectuada, encargó el proyecto al arquitecto Jerónimo de la Gándara, artífice igualmente del Teatro Lope de Vega; la ejecución corrió a cargo de Jerónimo Ortiz de Urbina. El encargo consistía en un teatro de 3.000 localidades, con café, círculo, sala de descanso y demás dependencias.

La Compañia Nacional de Danza, dirigida por Nacho Duato, inauguró la remodelación del Calderón el 9 de abril de 1999.
La Compañia Nacional de Danza, dirigida por Nacho Duato, inauguró la remodelación del Calderón el 9 de abril de 1999. Henar Sastre

Pero en 1863, cuando parecía que todas las dificultades habían quedado atrás, surgió una imprevista: la oposición del arzobispo, quejoso por la cercanía del teatro respecto de la iglesia de las Angustias y del Rosarillo y por el hecho de encontrarse la parte accesoria frente al Palacio Arzobispal, con la consiguiente posibilidad de que la actividad teatral pudiera generar desórdenes que incomodasen a la Iglesia, contradiciendo así lo dispuesto en el Concordato con la Santa Sede.

El Ayuntamiento hizo caso omiso de tales objeciones, puesto que el teatro respetaba la separación exigida entre los templos y los edificios y, como señalaban los capitulares, los desórdenes eran impensables «en una reunión compuesta de lo más escogido de la población y presidida por una autoridad que puede disponer de la fuerza pública».

En abril se cumplirán veinte años de la remodelación del coliseo

Iniciado el derribo del Palacio del Almirante en junio de 1863, una Real Orden fechada el 7 de julio autorizaba el proyecto, cuya construcción se llevó a cabo con gran rapidez. De hecho, el 8 de septiembre de 1864, casi terminado, los socios se reunieron para elegir su nombre: el de Calderón de la Barca se impuso por 81 votos contra 34 a los de Teatro del Almirante y Teatro Central.

La inauguración, verificada el día 29, consistió en la representación de 'El Alcalde de Zalamea', «un bailable por todo el cuerpo coreográfico, y el proverbio 'Huyendo del perejil'», señalaba El Norte. Aquel día hizo historia: «El aspecto que presentaba la sala del teatro era verdaderamente fascinador; al rico adorno de todas las localidades, se unía el encanto de nuestras lindísimas paisanas que lucían elegantes y costosos trajes y caprichosos prendidos. A donde quiera que se dirigía la vista había algo que admirar, del edificio, o de la concurrencia, que era extraordinaria, ocupando no solo todas las localidades, sino las puertas, pasillos y cuantos sitios permitían ver algo de lo que sucedía en la escena», informaba este periódico.

Hitos y estrenos

Como ha escrito Juan P. Arregui, la gestión se basaba en el arriendo con un empresario, encargado de explotar el edificio a cambio de una retribución económica convenida. Así hicieron, entre otros, los directores de El Norte de Castilla Ricardo Allúe y Federico Santander, asociados para tal menester entre 1917 y 1928, y el mismo Santander en solitario hasta 1931, año en que se asoció con C. Fernández Arango. Este periódico ha sido testigo y relator de los hitos más relevantes en estos 155 años de vida del Calderón, como el estreno de la Semana de Cine Religioso (hoy Seminci) en marzo de 1956, las dificultades económicas de los primeros tiempos, incluidos varios intentos de venta y la oferta, en 1913, de 330.000 pesetas por parte de la Diputación, o los planes de demolerlo en los años 60. Esto último pudo evitarse gracias a su adquisición, en 1968, por la Caja de Ahorros Provincial. En septiembre de 1986, el Ayuntamiento se hacía con la propiedad por 302 millones de pesetas, a pagar en 20 años.

El último episodio relevante tuvo lugar el 9 de abril de 1999, cuando, tras más de tres años de obras de rehabilitación a cargo del estudio de Jaime Nadal y Sebastián Araujo, el Calderón reabrió sus puertas con un remozado escenario, una mejor distribución del espacio y una amplia sala principal con una lámpara realizada por la Real Fábrica de Vidrios de La Granja de San Ildefonso. La Reina doña Sofía presidió el reestreno, celebrado con el preestreno en España de 'Multiplicidad. Formas de silencio y vacío', de Nacho Duato'.

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