Florence Delay analiza los placeres del tabaco en su libro 'Los ceniceros'
P. M.. COLPISA
Lunes, 14 de marzo 2011, 02:08
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Florence Delay, tiene casi 70 años, pero su elegancia y esa tranquilidad apasionada deja entrever a aquella jovencita que encarnara a Juana de Arco en el filme de Robert Bresson. Pertenece a esa minoría de mujeres que forman parte de la Academia Francesa y, aunque cuando ingresó hace diez años pensó «van a ver quién soy», ahora ha calmado ese arrojo que aprovecha en su nuevo libro, 'Los ceniceros', editado por Demipage.
-'Los ceniceros' no es un libro sobre cigarrillos.
-Así es, pero no quiero que se olvide ese arte de fumar, que no es el del movimiento compulsivo y mecánico. Tengo recuerdos muy elegantes sobre la manera en que fumaba mi madre. No era el caso de mi padre. Pensaba que él fumaba tanto para escribir mucho y, como en su biblioteca el papel de escribir estaba junto a los paquetes de tabaco, se me creó un lazo fuerte entre ese papel virgen y el pitillo virgen, ambos blancos, una construcción infantil y novelesca que me ha servido para el libro.
-De hecho, es en realidad la ceniza la gran protagonista.
-Mi interés por la ceniza comenzó al conocer aquel poema de Quevedo que acaba con un verso que dice: «polvo serán, mas polvo enamorado», y asociarlo al Miércoles de Ceniza, a ese polvo de la religión que nos dice que tras él viviremos otra vez. Como tengo la intención de envejecer tranquila, de no tener miedo a la muerte, de mirarle a la cara y llamarle 'mi querida', pensé que sería interesante desarrollar ese destino de un ser cristiano enamorado de la vida y la poesía.
-¿No está por ello de acuerdo con la 'Tabaquería' de Pessoa?
-Me encantan pero no puedo estar de acuerdo. «Saboreo en el cigarro el librarme de todo pensamiento», dice el poeta, pero no creo que al fumar se desvanezca ese pensamiento metafísico del que hablamos. Hay toda una historia literaria inspirada por el tabaco, por el humo.
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-¿Por qué cree que funciona esta pareja compuesta de tabaco y literatura?
-Quizás por el gesto, aunque ¿piensa usted que podría desaparecer con el uso del ordenador? Porque cuando se usa hoja de papel y pluma queda una mano libre para sujetar un cigarrillo, pero con el ordenador ambas están ocupadas. Igual van a ser las máquinas las que nos van a impedir fumar. Además del gesto, creo que ese baile del humo hizo mucho, sin olvidar ese efecto tranquilizante que parece que apacigua tras un esfuerzo.
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