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Retablo de la iglesia del Salvador de Monzón de Campos. :: FOTOGRAFÍAS DE ANSELMO BELLOTA
PALENCIA

Los Cascajares del pasado

El clan echó raíces hace 500 años y de él salieron distinguidos personajes de la villa El autor recuerda a una ilustre familia de Monzón de Campos en las fiestas del Salvador

ANSELMO BELLOTA PELAZ

Jueves, 5 de agosto 2010, 02:45

La villa de Monzón de Campos se dispone a festejar al titular de su parroquia de San Salvador. Viene haciéndolo desde hace siglos, casi un milenio, desde la restauración de la Diócesis por Sancho III de Navarra, quien tenía auténtica pasión por el Señor San Salvador, como se titula la Parroquia, fundada quizás por él durante su estancia en la villa, en la primera mitad del siglo XI.

En estas fechas de los primeros días de agosto, sus vecinos y residentes -cada año menos-, quienes lo fueron y añoran con nostalgia el haber dejado de serlo -cada año más- y forasteros, tanto cercanos como lejanos, se reencuentran de nuevo en el bullicio de la fiesta, asistiendo primero a la misa solemne y saboreando después el exquisito asado tradicional.

Y suenan en los corrillos por las calles de la villa y en las mesas de sus bares y restaurantes los apellidos que identifican a los que han venido al pueblo, así como las familias de procedencia.

Mi aportación a la fiesta en este presente año se traduce en dar a conocer a una familia que echó raices en la villa hace nada menos que 500 años: los Cascajares.

No se ha perdido su eco, aunque sí su ubicación. Hoy suena ese apellido insistentemente como firma comercial de un producto gastronómico de exquisita delicadeza. Ayer, en cambio, -me refiero a la primera mitad del siglo XVI- el apellido estaba vinculado a un 'molinero' de la villa, Antón, y al cura propio de la misma, Hipólito.

La familia, o mejor aún, el clan Cascajares, era numeroso e influyente en varones y en mujeres. El patriarca de esta saga familiar, afincado en Monzón, se llamaba Antón o Antonio de Cascajares, y era respetado en el pueblo y conocido en el entorno como 'El Molinero', por ser dueño de alguno de los tres molinos que funcionaban hace 500 años para la molienda del grano, el abastecimiento de harina y el bataneo de tejidos a la numerosa población de la villa. Su mujer se llamaba Catalina, a quien los vecinos denominaban 'La Brejana', por ser la hija predilecta de Juan Brejano, rico hacendado de fincas en el término denominado, entonces y ahora, 'La Requejada'. Antón y Catalina tuvieron dos hijos: una niña, cuyo nombre era Juliana, y a quien sus compañeros de escuela llamarían 'la Brejanita', que fue la heredera del patrimonio familiar, ya que su hermano, a quien apenas conoció, murió junto con su madre a consecuencia del parto.

Testamento

El padre de familia, Antón de Cascajares, que vio aumentado su patrimonio con la cuarta parte de la heredad de su suegro, Juan Brejano, hizo testamento de sus bienes ante el notario real y de la villa, el escribano Pedro de la Mylla, el día 1 de septiembre de 1554, nombrando testamentarios, además de a su hija Juliana, a su hermano Hippólito.

La silicosis producida por la molienda del grano y las faenas diarias en su molino quebrantaron su salud, pero nos legó su recuerdo, vinculado durante muchos años a un mayorazgo por él fundado, heredado por su hija y gravado con la carga espiritual de un 'aniversario y memoria', asignados a las rentas de una 'viña' que poseía en el Paramillo y de una huerta en La Requejada. El aniversario debían celebrarlo los clérigos de la iglesia del Señor San Salvador, entre quienes brillaba con luz propia, por ser cura de la misma, su sobrino Hipólito de Cascajares.

Hasta una docena de familias llevaron el apellido Cascajares en la villa de Monzón a lo largo del siglo XVI, sin incluir a otras seis mujeres de esta saga familiar que le añadieron a los de Melgar, Toranzo, Rodríguez, Rubio y Villegas, con quienes se mezclaron en razón de matrimonio.

Un hermano de Antón de Cascajares 'el Molinero', fue Hipólito, casado con Toribia de Melgar, y ambos padres de la niña Francisca y del niño Hipólito, quien llegaría a ser el segundo cura párroco atestiguado por documentos históricos y conocido como Hipólito de Cascajares.

Hipólito, nombre sonoro que evoca personalidad y pasión por los caballos, había nacido en el seno de esta familia Cascajares antes de 1540, apareciendo veinte años más tarde como miembro adscrito a la numerosa clerecía de la villa de Monzón.

En el año 1561 se asoma, en el primer libro del archivo parroquial, como padrino en el bautizo de una niña llamada María -sin duda sobrina suya-, y años más tarde se identifica como capellán, beneficiado y cura de la iglesia del Señor San Salvador de la villa de Monzón, cuya firma y rúbrica personales se extienden, autentificando asientos y actas sacramentales, desde el 18 de diciembre de 1570 hasta finales de marzo de 1585. Él nos dejó sus señas de identidad, con su firma y rúbrica personales e inconfundibles en alrededor de 315 actas bautismales y en más de 85 asientos de velados y casados.

Su prolongada vida como clérigo en la villa de Monzón, su buen hacer y mejor estar como cura propio o párroco de la misma y responsable de la clerecía de la iglesia, le acreditaron como testamentario de las últimas voluntades de muchos paisanos suyos.

Cercanía y confianza

A su lado siempre dispuso, en el ejercicio de su función, con la cercanía, la confianza y la lealtad del clérigo Juan de Buenaventura, y no le faltó la compañía ni el afecto de sus sobrinos Alonso Pastor y María de Cascajares, casada con Alonso de Tobilla.

Miembro como era de familias tan destacadas socialmente, los Cascajares y los Melgar, junto a su oficio singular de cura propio de la parroquia de Monzón, Hipólito vinculó su recuerdo y su memoria a un mayorazgo familiar, asignándole parte de su patrimonio personal, que gravó, con Aniversario y Memoria anuales, mediante las rentas de la huerta que poseía en el término de La Laguna, que había recibido como regalo de su tío Santiago Melgar, el hermano mayor de su madre.

Nuestro cura Hipólito falleció el día 8 de marzo de 1585, con un testamento hecho ante el escribano de la villa, Alonso González, dejando un grato recuerdo entre sus muchos feligreses, y mereciendo de los actuales en la fiesta de su pueblo, un recuerdo y memoria agradecidos, precisamente en este año y en estas fechas en que la Iglesia acaba de clausurar el Año Sacedotal, que ha venido celebrando a instancias del actual Papa Benedicto XVI.

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