Una balsa de aceite
La tranquilidad que se respira en el entorno de la selección contrasta con la crispación de anteriores torneos
JON AGIRIANO
Martes, 15 de junio 2010, 03:28
No hay nada más terapéutico que el triunfo. Lo cambia todo a mejor. La selección española, por ejemplo, es otra desde la victoria en la pasada Eurocopa. Ahora se le llama 'La Roja' y antes, la verdad, no tenía casi ni color. O al menos a nadie se le ocurría nombrarla de ese modo, con el orgullo con el que se porta un estandarte. La metamorfosis se aprecia en los terrenos de juego, donde España disfruta de una extraordinaria generación de futbolistas a los que los buenos aficionados de todo el mundo observan con esa mezcla de admiración y sorpresa que los niños reservan a los magos. Y se aprecia también en eso que se llama el entorno. Cualquiera que haya tenido una mínima experiencia siguiendo a la selección es plenamente consciente del radical cambio de época que se ha producido.
Han pasado a mejor vida, felizmente, los días en los que el entorno del equipo español era algo parecido a una versión deportiva de 'La guerra de los Rose'. ¿Quién no recuerda esos tiempos? Era cuando los seleccionadores estaban siempre en la picota, cuando el estilo de juego de España provocaba debates incendiarios, cuando determinados jugadores eran fusilados cada amanecer y las ruedas de prensa tenían tanta tensión que uno tenía que ir a ducharse cuando terminaban.
Recordemos por un momento las broncas en el Mundial de España, en el que se le atizó con saña sarracena hasta al pobre Naranjito. O en el de Italia, cuando Luis Suárez, una gloria deportiva del país, fue sentenciado a muerte tras decantarse por una determinada cadena de radio. Recordemos también toda la era Clemente, que fue una sucesión de guerras y escaramuzas de callejón. España, en fin, era una bronca permanente de la que no se libró ni un hombre como Iñaki Sáez, muy parecido a Vicente del Bosque en sentido común y bonhomía. En Alemania 2006, ya con Luis Aragonés en el banquillo, la cosa comenzó a mejorar, pero todavía se escucharon algunos tiros cuando el sabio de Hortaleza se ponía un poco desabrido o se pasaba de la raya con su extraño humor costumbrista. Por no hablar de las críticas que recibió cuando incumplió su palabra de dimitir si España no pasaba de cuartos de final.
Ayer por la mañana, Fernando Hierro ofreció a la prensa desplazada a Potchefstroom eso que se llama un desayuno de trabajo. El cronista siempre ha pensado que los desayunos de trabajo son una filfa importada de algún país muy aburrido, una contradicción in terminis -o se desayuna o se trabaja, oiga-, pero estuvo allí, en el Sunset Coffees de la Northwest University, escuchando a Hierro y comprobando que el entorno de la selección es, hoy por hoy, una balsa de aceite. De hecho, lo primero que valoró el director deportivo de la RFEF es la tranquilidad que rodea a 'La Roja'. Insistió mucho en ello y hay que entenderle. Y es que el malagueño vivió en primera fila los tiempos duros de los cuchillos afilados.
Como era inevitable, el desayuno no existió y sólo quedó el trabajo -más llevadero de lo previsto, la verdad- de escuchar al ex jugador del Real Madrid. Durante más de una hora, no hubo apenas discusión. Hierro reconoció que Vicente del Bosque es «una enciclopedia» y que él, aunque esté cien años en el cargo, nunca encontrara un seleccionador mejor que el salmantino. También se refirió a la necesidad de ser humildes e ir paso a paso, como en la Eurocopa. Entre la tropa periodística, casi todo fueron asentimientos. Buen rollo; el mismo que inspira el juego de la selección. Con decir que, aparte de un cambio de pareceres sobre la idoneidad de la fecha del amistoso contra México del próximo mes agosto, el máximo momento de cierta disparidad de criterios se vivió cuando un enviado especial pidió explicaciones a Hierro porque, durante el amistosos ante Polonia, los jugadores no escucharon el himno nacional luciendo la camiseta -lo hicieron con un chándal en el que destacaba el nombre de uno de los sponsors- está dicho todo. ¡Qué bueno es ganar!
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