«Me ha tocado cruzarme con mucha gente que no creyó en mí»
La artista mexicana, ganadora de 18 premios Grammy, canta hoy en Las Noches Mágicas de La Granja de San Ildefonso
Natalia Lafourcade (Ciudad de México, 26 de febrero de 1984) abre hoy (21:30 horas) las Noches Mágicas de La Granja (Segovia) como una ... veterana con cuarto de siglo de carrera discográfica a los 41 años. Alguien que se creció cuando médicos le dijeron que se acababa su trayectoria cuando la coz de una yegua dejó en su cara una cicatriz que requirió 18 puntos de sutura, justos los mismos Grammy que ostenta, el récord para una artista latina. Llega con su versión más minimalista, la de cantautora, como Bob Dylan, con guitarra y voz. El premio a la chica que se atrevió a sacar en solitario su primer disco a los 17 años. Alguien que ha crecido a base de desobedecer a todos, también a su madre, para obedecerse a sí misma.
-¿Nota el cansancio de cuarto de siglo de carrera?
-Todo tiene sus días. Me gusta mucho ser música, lo que más disfruto son los procesos. Cómo voy a hacer el disco, cómo me junto con los músicos o compongo los temas. Me llena muchísimo. Otra parte del camino es la complicidad con mi público. Y siempre es nuevo.
-¿Cuál es su público?
-Creo que mi proyecto ha logrado una cosa multigeneracional. Un público de mucha sensibilidad. Latino, mexicano, pero también de muchos otros lugares. Encuentro gente que nunca me hubiera imaginado, como ahora que estuve en EEUU. Es fiel, leal, veo en los conciertos a personas que me siguen desde que tenía 20 años.
-¿Por qué abrazó la causa de preservar los sonidos de América Latina?
-Lo siento más como un gusto. Mi causa es la música, tiene la capacidad de sensibilizar en niveles muy profundos a las personas, de abrir el corazón, de unir, de romper fronteras. Yo me considero cancionera y he encontrado en las canciones una vía de conexión con las personas, pero también tiene una parte de servicio porque acompaña a las personas en sus vidas. Conectarme con México, con mi raíz latina, es una cosa muy natural. Sin forzarlo demasiado, se ha convertido en mi manera en enriquecer mis mundos musicales. Elijo a alguien que toca guitarra jarocha o a un contrabajista que viene de Guajaca. Me da mucho orgullo.
-¿Por qué esta gira?
-Quería hacer esta gira a guitarra y voz como un acto casi de ritual conmigo misma. Entrar a mis 40 años celebrándome como cancionera, desnudando la canción, poniéndola en un lugar íntimo. Me he basado en muchos cancioneros que han inspirado para no soltar la toalla. Podría parecer simple, pero no lo es, lleva mucha andanza detrás.
-Habla de no rendirse. ¿Qué diría ahora a su familia cuando escuchó de aquel médico que el accidente con la yegua había acabado con su carrera?
-Uno debe tener mucho cuidado con lo que escucha, cuando alguien te dicta una verdad y tú la asumes como una verdad. Hay que desarrollar el juicio personal. Puede sonar muy cursi, pero cuando mezclas un sueño con disciplina, con no quitar el dedo del renglón y trabajar muchísimo, eso se hace realidad. Tenemos muchas más posibilidades de las que a veces creemos. Desde niña, yo creía en mí. Jugaba a dar conciertos desde los cinco años. Hubo momentos donde mi mamá dudó, donde mi papá dudó. Me ha tocado cruzarme con mucha gente que no creyó en mí, pero yo siempre creí que la música sería lo mío. Y aquí estoy.
-¿Pasar por aquel accidente le hizo madurar más rápido?
-Maduré a mi tiempo, como todos. Lo que sí siento es que me dio la posibilidad de acercarme a la música de otras formas. Fue mi alivio, mi compañera, mi maestra y también mi medicina. Cuando era chiquita, jugaba con ella. Estaba en mi casa, veía las clases de música de mis padres, con niños de todas las edades. Era mi manera de relacionarme y se convirtió en mi forma de vida.
-Hoy tiene los mismos Grammy que puntos de sutura.
-¡Ah, sí! No lo había pensado, se lo voy a decir a todo mi equipo. ¡Qué mágico! Por todo lo que generó este accidente, recuerdo que mi mamá me decía que no me preocupara por las calificaciones ni por los reconocimientos escolares. Ella hacía mucho énfasis en esto. La escuela no era mi fuerza, me generaba mucha frustración. En música, danza o música tenía las mejores notas: las maestras no se creían que los trabajos los había hecho yo. Pero las otras, matemáticas o química, para mí eran muy difíciles. Me hacía sentir mal, pero cuando llegaba a casa, ella me decía: «Quiero que te enfoques en conectar con lo que verdaderamente te gusta hacer. Ponle todas tus ganas, pero no te preocupes por ganar, la vida no es acerca de eso». Me lo seguía repitiendo hasta cuando tenía veintipico años. Valoro muchísimo el reconocimiento por todo lo que hay detrás y por el gusto de mis colegas, pero confieso que no pasaba en mente en el momento de hacer el proyecto.
-No quería ganar, quería crear.
-Exacto. Y cada vez es un desafío más grande. Cuando acabo un proyecto digo: «¿Y ahora qué sigue?» Es la gran pregunta, cómo voy a hacer para reinventarme.
-¿Y ahora qué sigue?
-Es muy importante hacer realidad este viaje con mi guitarra y con mi voz. Hay tantos artistas que admiro que lo hicieron en su momento… Pienso en Violeta Parra, Mercedes Sosa, Soledad Bravo, Bod Dylan, Jenny Mitchell… No necesitaban nada más. Ese nivel de intimidad te da una llave distinta a cuando tienes muchas cosas. Te puedes sentir muy expuesto, y eso me gusta. Lo cómodo y lo incomodo de plantarte ante tantas personas con esa luz cenital. Hay un punto mágico en el que la música se hace aparecer, hay una alquimia en el aire.
-No solo se acercó a aquella yegua sin permiso, sino que llamaba a escondidas a las televisiones. No le ha ido mal desobedeciendo.
-No, fíjate que no. Mi carrera no sería lo mismo si hubiera sido condescendiente. Figúrate, que le digan a una madre que su hija no va a hacer una carrera. Que te arrojen una verdad así. Yo agradezco mucho la visión de mi madre: «Tú a lo tuyo y que el mundo haga lo que quiera». Y me he armado una carrera en la que he encontrado mi propio ritmo para hacer las cosas. No voy a entrar en propuestas que no tienen que ver con mi verdadero deseo. Si yo rompo esa alineación, todo se me viene abajo. Es como si fuera un pez adentro del agua y me sacaran.
-Si es condescendiente no puede respirar.
-Sí, me doy cuenta de ese temperamento mío. Y es desde que yo era muy pequeña.
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