René Pérez, el talismán de la Segoviana: tres ascensos a sus 24 años
El polivalente defensa y medio asturiano, que ascendió a la primera con Villaviciosa, Real Oviedo y Almería, es ya uno de los pilares de Iñaki Bea
La historia de la Gimnástica Segoviana dice que los éxitos cuestan más que en otros sitios, que se consiguen con sangre, sudor y lágrimas. Qué ... mejor medicina para una trayectoria con tintes de maldición que traerse a un jugador talismán como René Pérez, alguien de 24 años con tres ascensos en su mochila. Un asturiano nacido en Colunga, un pequeño paraíso entre la costa y la montaña, curtido en el Lealtad de Villaviciosa, uno de esos lugares de horroroso recuerdo azulgrana. Un ascenso que se perdió con un gol en un descuento eterno. Más allá de la anécdota, el club ha fichado a un futbolista de oficio que precisamente por haber conocido las comodidades de canteras como las del Oviedo o el Almería entiende la dureza del fútbol real que conoció como adolescente y lo convirtió en su insignia. «No soy un jugador típico de cantera, echaba de menos un vestuario veterano». Lo demuestran sus dos partidos como azulgrana en Segunda RFEF, como si no fuera un recién llegado. Por eso no da un balón perdido y tira de físico para correr 11 kilómetros y marcharse vacío, con los gemelos al límite. Un dolor para la Sarriana, que visita hoy La Albuera (18:00 horas).
René, un nombre elegido por una madre que no quería saber nada de nombres convencionales, no iba a ser un jugador convencional. El fútbol fue siempre un ingrediente en una infancia analógica. «Lo hablo muchas veces con los amigos. Nuestras noches de veranos eran volver de la playa, cenar, quedar en la plaza del pueblo y jugar al escondite. Pasas ahora y ves a las nuevas generaciones con el móvil. Estábamos todo el día en bici, jugábamos al fútbol en cualquier sitio. Y eso se está perdiendo», relata con cierta pena. Empezó a los seis años en la escuela del colegio. Jugó un amistoso contra el Lealtad y entró allí en edad prebenjamín, cumpliendo el itinerario marcado hacia el primer equipo, con el que debutó a los 18 años. Una trayectoria de currante. «Un equipo de pueblo. Yo no jugué en ninguna primera división de ninguna categoría» Así compartió techo con gente que casi le doblaba en edad. «Siempre te dicen que hay que tener cuidado con los veteranos, pero yo tuve muchísima suerte, me acogieron como uno más».
«Desde el primer momento tuve la sensación de que era un buen sitio para seguir creciendo»
Por eso subraya que no es un jugador típico de cantera, un contexto que define como «burbuja» por las facilidades del día a día, desde el césped para entrenar a la lavandería. «Te lo dan todo. El sentimiento de pertenencia que tienen aquí Manu o Chupo no está en un filial. Es un 'voy a ver si puedo llegar al primer equipo' o fichar por un equipo importante». Él salió del Lealtad rumbo al Real Oviedo con 20 años para dar un salto al fútbol profesional que no acabó por ocurrir. Y se quedó en punto muerto. «Fue un verano complicado. No tuve mucha suerte en el mercado, los clubes no se animaban a hacerme una propuesta. Y firmé por el Almería a finales de agosto, de un día para otro, la primera vez que salías de casa». Nueve horas de carretera y en el primer viaje tuvo que darse la vuelta porque se le averió el coche y hacerlo con el de su madre al día siguiente. «Fue raro. Cuando estás mentalizado de que no les ves hasta navidades, te toca volver a despedirte».
Allí vivió la anomalía de estar en un filial tras pasar la etapa sub-23. No solo disfrutó de una pretemporada con un equipo profesional –con Rubi de entrenador– sino que asumió un papel de veterano, aunque no era el único 'viejo' de aquel equipo. «En los filiales es así, la gente que tiene 'algo más de experiencia' ayuda a los juveniles. Te hace madurar, pero no dejas de tener 24 años». Tenía sobre la mesa una oferta para renovar dos años en Almería este verano cuando le llamó Iñaki Bea. «Desde el primer momento tuve esa sensación de que la Sego era un buen sitio para seguir creciendo, con ambición, que era justo lo que yo quería, que el objetivo fuese pelear por todo». Porque él no se cierra puertas. «Todos luchamos por llegar a Primera o Segunda División. Hay que ser realistas e ir paso a paso. Lo primero que tenemos que hacer es hacer buen año y, si Dios quiere, ascender para tener la oportunidad de estar en Primera RFEF».
«Las canteras son un camino de rosas, pero a los equipos humildes nos toca picar piedra»
No solo es un jugador talismán, sino que, además, siempre subió en el primer año. «Ojalá siga la racha. Es un cúmulo de muchas cosas. Es trabajo, unión, también tener suerte en los momentos indicados. Y tener compañeros que te lo hagan todo más fácil». Quizás su gran aportación sea la versatilidad. Hasta cadete, fue delantero. En juveniles bajó al mediocentro, así llegó al primer equipo del Lealtad, hasta que un entrenador, Clemente Sánchez, le puso de central, un rol que mantuvo en Oviedo y Almería. Hasta que Bea le adelantó. «Tuvimos lesiones en el centro del campo y le encajó cómo jugué ahí los partidos en verano. Dónde pueda ayudar al equipo, yo sin problema». Un perfil físico, al estilo alemán o inglés, centrocampista con mucho recorrido, gol y valiente al corte. Ante el Sámano corrió 11 kilómetros. «Por la manera de jugar de Iñaki, necesita gente con piernas y que abarque campo. Ahí destaco porque tengo zancada y puedo llegar bien a todos los sitios, mientras me aguante la gasolina, que el otro día ya me empezaron a pitar los gemelos», reconoce sonriente alguien que no gestiona esfuerzos. «Yo salgo y lo doy todo. No doy un balón por perdido. Si aguanto 60 minutos, sin problema».
No fue casual que marcara el primer gol de la temporada hace dos semanas ante el Sámano. Quizás repita hoy. «Cuando llegas a un sitio y estás a gusto eso se ve también en el campo. Fue una alegría, un desahogo, porque estaba costando. Sabemos que en esta categoría todos los partidos se deciden por detalles. Ojalá vengan muchos más». La prueba de que el oficio, ese enfoque de futbolista artesano, no está exento de brillo. «Las canteras son un camino de rosas, pero les falta competir. Cuando llegan al fútbol senior se llevan un golpe de realidad porque están toda su vida ganando 10-0. A los equipos más humildes no toca picar piedra. Y yo estoy orgulloso de dónde vengo».
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