Despoblación
«Quería vivir en un pueblo porque no podía pagar un piso en Madrid»Cindy Jorge llegó a Grajera para exprimir al máximo el paro tras perder su empleo y encontró un hogar en el que planea casarse
La odisea vital de Cindy Jorge, una peruana con tres hijos, hizo parada en Grajera en verano de 2021. Buscaba el lugar más barato posible ... para exprimir al máximo su subsidio por desempleo y encontró una familia. No solo un pueblo en el que vivir la «tranquilidad» y sentirse querida, sino al padre del bebé de cuatro meses que duerme durante la entrevista, otro inmigrante –de Rumanía– que llegó una década antes que ella. Así es como dos personas que nunca oyeron hablar de Grajera ultiman los detalles para casarse. «Me abrieron las puertas y yo me quedé aquí».
Cindy, de 40 años, aterrizó en 2018 en Madrid con un español del que se enamoró en Perú, pero esa relación se truncó. Trabajaba en una peluquería de Vicálvaro que no volvió a abrir. «No encontraba trabajo, estaba desesperada y empecé a buscar sitios que habitar en la España vacía. Tenía la idea de vivir en un pueblo porque no podía pagar un piso en Madrid. En el peor de los casos, poder pagar techo y comida». Tras una entrevista en la que priorizó no irse muy lejos de la capital, empezó a barajar opciones. Visitó Horcajo de la Sierra, en el valle madrileño de Lozoya. «Es un pueblo muy bonito, pero muy caro». Le pedían 500 euros por el alquiler.
En Grajera la recibió la alcaldesa, sin que ella lo supiera. Comentaron necesidades como el transporte escolar –su hija mayor, de 16 años, va al instituto de Ayllón y la pequeña, al colegio de Boceguillas– o el carné de conducir; ella se sacó el teórico 'on-line' con una autoescuela de Aranda de Duero, pero al no haber un cupo mínimo de dos conductores, la empresa no se desplazó al pueblo para las clases prácticas. Una casa amueblada sin fianza y 300 euros de alquiler. Ella respondió a la hospitalidad: «Yo sé hacer de todo. Limpio, cocino, cuido niños, ancianos, peino, tiño... Y yo me buscaba la vida».
Lo ha hecho limpiando casas –más en verano que en invierno–, como peluquera o camarera. Así, en uno de los bares del pueblo, conoció a su nueva pareja, que fue empleado municipal. «Cosas de la vida, yo no lo buscaba». Resuelta la fórmula, no quiere irse. «Veo mucha estabilidad en mis niñas, crecen en una sociedad que te ayuda».
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