Un momento de la actuación de la nueva escolanía. El Norte

¿Se puede vivir de la música en el nordeste de Segovia?

Andrea Montes, la emigrante argentina que creó una escolanía en Prádena con alumnos de pueblos cercanos y no tan cercanos, busca fórmulas para costear su trabajo «por amor al arte»

Domingo, 10 de agosto 2025, 09:43

Andrea Montes busca la fórmula por la que emigró en septiembre del año pasado desde Patagonia a Prádena: hacer de la música un medio rentable ... en el nordeste de Segovia, donde no sobran precisamente los vecinos. La escolanía que creó prácticamente de la nada cuando llegó con su marido y sus tres hijos –una operación impulsada por la plataforma Holapueblo y el Ayuntamiento de Prádena en busca de dinamizar los padrones municipales– ha transitado con éxito su primer curso, con una veintena de alumnos de entre 8 y 16 años distribuidos por toda la falda de la sierra. Gracias a su amor al arte, a las horas que ha invertido para crear algo de lo que algún día espera poder vivir. Dejó su puesto de directora de orquesta en Argentina, un país asfixiado por la inflación, en busca de una vida mejor. Por eso busca ampliar las matrículas con un segundo grupo, con el apoyo del AMPA del pueblo, o está ultimando una asociación que pueda recibir subvenciones para pagar su trabajo. ¿Se puede vivir de la música en estos pueblos? Su odisea busca respuesta.

Publicidad

La escolanía arrancó sin chicos de Prádena, pero ya tiene cuatro, incluidos sus tres hijos, que también arriman el hombro. Entre la veintena que culminó el curso –está previsto que casi todos continúen el siguiente– hay alumnos de Navares de Ayuso, La Rades del Puerto, Riaza, Sepúlveda, Matabuena y Casla. A este grupo –sería el avanzado– se sumaría otro inicial, un proyecto que está valorando con el AMPA del colegio, el Centro Rural Agrupado de La Sierra, para que la música coral sea una actividad extraescolar más y pueda impartirse por las tardes allí. «Los chicos no tienen espacios para ellos y ya sabemos cómo terminan cuando no tienen nada». Compartirían parte del repertorio con la escolanía, su plataforma para dar el salto. Para empezar, el objetivo es contar con una decena de alumnos. Andrea ve demanda para ello, pero asume las dificultades de asomarse. «Cuesta mucho. No se acercan por desconocimiento. Cuando lo ven, les encanta; pero, de entrada, la gente te dice que no».

Mientras, aprovechará el verano para exportar la música con Voces de pueblo, un taller para niños y adultos con encuentros semanales en Arcones, Casla, Matabuena, Castroserna de Arriba y de Abajo. «La idea es tener un repertorio en común y después hacer un concierto acá en Prádena. No va a tener complejidad, está pensando para personas que no tengan experiencia coral». Es decir, otra puerta de entrada para sumar nuevos soldados a su ejército, que también sirve de semillero para instrumentos musicales. Uno de los alumnos quería aprender a tocar la guitarra, aprendió algunos acompañamientos en la escolanía y ahora tiene un profesor en Matabuena. «Mucho de mi repertorio incorpora instrumentos, así que es un buen lugar para que los chicos se puedan iniciar».

Su gran proyecto es crear una orquesta profesional en Prádena que itinere por los pueblos vecinos. «Hicimos un lanzamiento en abril, llamaron músicos, pero obviamente quieren una remuneración. Hay que empezar por generar proyectos para que eso se pueda dar». La idea es canalizarlo a través de una asociación que simplemente espera el visto bueno administrativo para empezar a llamar a las instituciones. «Conseguir los medios para poder pagar a los músicos». Calcula que con 15 podría arrancar para después ir creciendo. Como su fórmula no es esperar, probará haciendo música de cámara con un grupo de voluntarios. Tampoco cierra la puerta a financiación privadas si aparece alguna empresa interesada.

Publicidad

En el itinerario vital de Andrea la vocación está por delante de los ingresos. La mayoría de las familias de la escolanía han desembolsado una modesta contribución de 15 euros mensuales, pero quien no pudo pagarlo no se quedó fuera. «Lo poco que entraba, yo lo invertía en hojas o carpetas». Un micro para un concierto coral está en unos 800 euros. Otro medio de recaudación son los conciertos. El primero fue en la iglesia de Prádena en diciembre, con cuatro temas; semanas después, cantaron en la residencia de ancianos de Sepúlveda; en marzo hicieron parada en Boceguillas, con un nuevo repertorio, que hasta entonces era eucarístico. El curso acabó con otras dos actuaciones en Prádena: una en el Ayuntamiento y otra en la residencia de ancianos. «Fue muy lindo». Ya con nueve temas, desde percusión corporal a un repertorio universal con piezas de Brasil, EE UU, Angola o Colombia.

El gran argumento de la música es que construye comunidades. Tras ese primer curso de rodaje, el objetivo de Andrea es que la escolanía participe en encuentros corales, unos espacios en los que se trabaja la convivencia entre los jóvenes a través de un repertorio común en el que se mezclan. «Como en las orquestas; los violines de una se juntan con los de la otra». Ello se une a salidas culturales y comidas conjuntas. Una experiencia clave para niños que viven en pueblos donde no abundan los compañeros de juego. Un grupo coral amplio también permite tejer relaciones entre gente de diferentes generaciones. Así que los chavales hacen virtud de la necesidad de ser pocos.

Publicidad

La remuneración de Andrea aún no entra en esa precaria contabilidad. «Terminó siendo amor al arte y, la verdad, es complicado». Este curso ha subsistido por su trabajo en las escuelas de música y dando clases particulares. «La realidad es que si voy a trabajar como directora de orquesta y de coro necesito mantener un sueldo; si no, no es negocio haber cambiado de país, esta es la parte que más me hace ruido». Que esas horas incontables que invierte haciendo arreglos al repertorio queden reconocidas en un contrato de trabajo. Que la figura sea estable y no dependa de la labor desinteresada de un amante de la música. Una oportunidad para toda la comarca que no estará sobre la mesa eternamente, pues ella podría postularse como directora en cualquier lugar o hacer de nuevo las maletas. «Invertí mucho de mi tiempo. La idea no es hacerme rica, pero si no, se desprestigia la posición del músico, volvemos al Renacimiento. No se puede».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3€ primer mes

Publicidad