Likza, un secuestrador hondureño y una maternidad a distancia
Esta mujer dio a luz en su tercer embarazo tras huir de su país en 2011 y quedarse encinta en un matrimonio con un dominicano
La memoria de Likza Valladares es un tesoro. Recuerda cada fecha, como aquel 28 de julio de 2011 que aterrizó en España para escapar de ... su pareja, un secuestrador hondureño. Ante las amenazas, su madre le pagó el vuelo. «A él le dije que le iba a ayudar a escaparse de la cárcel; era una situación horrorosa. Cuando llegué aquí, fui soltándolo poco a poco aunque me seguía amenazando». Salió en libertad por falta de pruebas, pero regresó a prisión poco después.
Likza, que ahora tiene 31 años, repasa la violencia psicológica a la que fue sometida. Con él, que la obligaba a hacerse una prueba de embarazo a la semana, tuvo su primer embarazo; pero lo perdió a los cinco meses. «Cuando uno está en casa, que su mamá no le deja salir, uno no sabe de mundo. Él tenía mucho mundo y psicológicamente me tenía controlada», admite. El secuestrador reconocía la paternidad solo si se trataba de un varón. «Me dijo que si era una niña no la iba a querer», revela Likza. Por miedo a su reacción, no se hizo ecografías.
A los dos días de llegar a Segovia, ya tenía trabajo como cuidadora. Primero de mayores, después de niños. Así se pasó trabajando seis años y surgió la relación a distancia con el padre de su hija, dominicano. Se casaron y planearon el embarazo en 2017, pero perdió al bebé a los dos meses. Otra fecha grabada: 30 de mayo. Acto seguido, se quedó sin trabajo y se sometió a un estudio de coagulación para ver por qué sus embarazos eran fallidos.
En septiembre –el día 1, siempre precisa– se marchó a la República Dominicana para pasar una temporada con su marido. Preguntó a una matrona por el método Ogino para evitar sustos, pero ya era tarde: estaba de nuevo embarazada. «Me quedé en blanco».
2.000 euros ahorrados
Valoró la opción de quedarse allí, pero decidió regresar el 21 de enero de 2018, casi de cinco meses. «En ese pueblo hay unas playas preciosas, pero no hay nada más». Vivía en una habitación de la amiga que la acogió años atrás. Tenía unos 2.000 euros ahorrados y así fue subsistiendo durante el embarazo.
El dinero se fue acabando y su marido no enviaba. El embarazo era de riesgo. Necesitaba inyecciones diarias para tratar sus problemas de coagulación –lo hizo cuando regresó a España, antes no conocía el diagnóstico– y tenía diabetes estacional, aunque no llegó a necesitar insulina. «La situación se complicaba porque tenía que buscar donde vivir, en la casa de mi amiga no cabíamos». Encontró una habitación en mayo y la niña ya demostraba dotes atléticas en su placenta.
Pidió ayuda a servicios sociales, que le costearon el alojamiento, la guardería y le pusieron en contacto con Red Madre, que le dio ropa o pañales. «Tienes que pedir ayuda y a mí me costaba al principio. Siempre he sido muy independiente», confiesa Likza. Las estrecheces económicas viene de que el ingreso de la trabajadora social «llega unos días tarde y te toca pedir prestado». Alyson nació el 21 de mayo de 2018; en agosto su madre ya estaba trabajando cuidando a un anciano con alzhéimer. «Es trabajar, dejar de trabajar, volver de nuevo…». Así relata la falta de estabilidad laboral; ahora es limpiadora de habitaciones en un hotel y no sabe si renovarán su contrato.
El plan era reagrupar la familia en República Dominicana, pero su marido se marchó con otra mujer. Likza está ahora divorciada y admite lo complicado que es mantener esa relación con el padre de su hija. «Él me dice 'por qué no me haces saber de la niña'. Que llame él si quiere, yo no le voy a llamar». Ella está en los últimos trámites de obtener la nacionalidad española. Mientras tanto, Alyson, que suele pasarse sus cuatro horas diarias en la guardería durmiendo, es hondureña y tiene la tarjeta de residencia de su madre.
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