Javier Herrero y Álvaro Lorenzo cortan una oreja en el arranque de la feria de Cuéllar
Morenito de Aranda se fue de vacío en una tarde que la que se lidió un encierro de Araúz de Robles, serio y bien presentado
Los toros de Araúz de Robles mostraron diferentes grados de mansedumbre en tres de sus ejemplares, el primer terceto, y diversidad de tonalidades de raza ... en los segundos toros de los espadas de la tarde, Morenito de Aranda, Javier Herrero y Álvaro Lorenzo. Ninguno de los coletudos triunfó, y tampoco la ganadería salió reforzada en su historial intermitente, abocada a unos altibajos propiciados en su mixtura genética. Irreprochable, eso sí, en la presentación, incluso superior a la de muchas plazas de segunda.
El comienzo del abono cuellarano ofreció múltiples matices, si bien el espectáculo aparentó una monotonía excesiva, en ocasiones alterada por el desorden en la lidia, especialmente en la suerte de varas y en el tercio de banderillas. Salvó en el quinto de la tarde, segundo de Javier Herrero, en todos los demás toros se escucharon recados enviados desde el palco, ante la dilación, innecesaria, en el cierre de las faenas.
El juego de los toros y el (mal) uso de los aceros condicionó el resultado estadístico de la tarde, en la que el cuellarano Javier Herrero y Álvaro Lorenzo obtuvieron una oreja cada uno, ante el quinto y sexto toro, respectivamente. Morenito de Aranda se fue de vacío, si bien fue el que más oficio demostró, y lo hizo frente a Mesonero, el toro que abrió plaza y que mostró el más amplio catálogo del comportamiento de un toro manso, incluyendo una evidente muestra de repulsión ante su primer encuentro en el caballo. Se repuchó y por dos ocasiones se salió de naja incluso antes de acudir frente al peto.
Intentó el burgalés romper con las querencias de su descastado oponente, y se lo llevó para los medios. No dejó, pese a todo, de mostrar el animal un comportamiento huidizo, prófugo de la bravura. Pinchó Morenito hasta en tres ocasiones, antes de dejar media estocada tendida. Aviso y algunos aplausos.
FICHA
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Plaza Cuéllar, primer festejo del abono. Un tercio de entrada.
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Morenito de Aranda Aplausos tras aviso y silencio tras aviso.
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Javier Herrero Aplausos tras aviso y oreja.
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Álvaro Lorenzo Silencio tras aviso y oreja tras aviso.
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Ganadería Araúz de Robles, notables en su presentación y diversos en sucomportamiento; primero, segundo y tercero muy desrazados.
Más posibilidades ofreció el segundo de su lote, un astado que mostró celo y codicia ante el capote y que fue castigado en exceso por el varilarguero. Morenito tardó en confiarse y dejó, en las postrimerías de la faena, una tanda de naturales como lo más potable de su labor. Reincidió en su deficiente ejecución tras cuatro pinchazos y un bajonazo. Nuevo aviso, ahora como prólogo de un silencio indiferente.
Un manso, aunque de intensidad moderada, le correspondió a Javier Herrero como primero de su lote. Algo áspero, brusco y sin ritmo, apenas dio opciones de lucimiento al cuellarano, que porfió e intentó sacar algo en limpio en una tanda de muletazos templados, un oasis en plena sequía de embestidas descompuestas. Lo intentó también acortando la distancia, pero no había nada que hacer. Una estocada atravesada y dos pinchazos, con aviso incluido, pusieron el colofón a una labor que fue agradecida por los paisanos con una ovación.
Más torero pudo mostrarse Herrero ante el quinto. Brindó a los aficionados y se dobló con gusto para ahormar la embestida de su oponente. Sobre la mano derecha ejecutó el diestro sendas tandas de trazo limpio y curvo que lograron animar a los tendidos. Faena de más a menos, en cuyo epílogo estuvo a punto de ser cogido por un astado que nunca dio la batalla por perdida. Tras una estocada de rápidos efectos el palco concedió una oreja que era solicitada con entusiasmo por los aficionados.
Álvaro Lorenzo, quien en algunas fases de su lote mostró su toreo templado y de buen gusto, tuvo una actuación intermitente e irregular. Una media verónica en el recibo del tercero de la tarde, animal sin sobrante de raza, ya puso de manifiesto que Lorenzo posee elegancia en la ejecución de las suertes. Ahormó la embestida al hilo de las tablas en el inicio del tramo de muleta y dibujó muletazos sólidos sobre ambas manos. Alargó en exceso la faena, que fue perdiendo limpieza y equilibrio, y falló, con reincidencia con los aceros, para acabar enterrando media estocada cerca de la puerta de chiqueros.
Sí tocó pelo en el que cerraba plaza. Hubo menos verdad en la faena, pues abusó de citar con la muleta retrasada detrás de la pala, poco ajustado. Mejoró la colocación, más confiado, en las postrimerías de la faena. Una buena estocada le permitió cosechar un apéndice.
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