Segovia
La falta de mano de obra lleva a los sectores más afectados a competir por personalHostelería, construcción o transporte se arrebatan empleados mientras exploran fórmulas de inserción locales y foráneas
Pese a su diferente naturaleza, sectores como la construcción, la hostelería y el transporte comparten circunstancia: la escasez de mano de obra y las dificultades ... para innovar soluciones. Oficios de mejor consideración décadas atrás, cuando la continuidad generacional tenía un valor y no había tantas alternativas formativas, que han sufrido un deterioro en la consideración social. La imagen del éxito está en un título universitario, no en un albañil o un camarero, aunque después la realidad de la empleabilidad o lo salarios lo desmientan. La consecuencia es que las empresas segovianas tienen que buscarse la vida para contratar gente, desde fichar a empleados de la competencia a asumir los riesgos de la contratación extranjera. El ejemplo tradicional está en la hostelería: camareros que cambian de barra como futbolistas. Porque ambos están cotizados. También ocurre en el transporte, quizás con más discreción. Y en la construcción, en menor medida, pues las empresas están vacunadas del error de principios de siglo, el de pagar salarios desorbitados, en pos de evitar otra burbuja.
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«¿Quitarse trabajadores unos a otros? Claro que ocurre. Le hacen una oferta mejor y se lo llevan», subraya el gerente de la patronal hostelera Hotuse, Javier García Crespo. Un hecho con el que desmiente que no hay camareros por el sueldo o las horas, pues la carestía de personal ha dado fuerza negociadora al trabajador. «Eso ya no es excusa. Ahora mismo, un tío que esté formado va a un restaurante y prácticamente impone las condiciones. Si lo quieres, bien; si no, me voy al de enfrente». O es la empresa la que llama a la puerta. Una lógica que replica de alguna manera el mercado de fútbol: los grandes fichan en casa de los pequeños. El mejor ejemplo fueron las contrataciones para la apertura de Zibá, que se surtió de mucho personal consolidado en Segovia. «Hay camareros que han pasado por veinte sitios diferentes. Y muchos han vuelto a sitios donde ha habían estado. Hay mercenarios de la hostelería que han estado por todos lados». No es algo de hoy, sino una realidad sistémica.
«¿Quitarse trabajadores unos a otros? Claro que ocurre. Le hacen una oferta mejor y se lo llevan»
Y la relación entre negocios se ve afectada. «Molesta, claro. A alguno no le sienta nada bien que venga el de enfrente y se lleve a un tío bueno. Los que están tanto tiempo en un sitio no se van tan fácilmente; muchas veces, aunque te quieran mejorar las condiciones, cuentan también otras cosas». La excepción a una realidad laboral cada vez más volátil. «Antes empezabas a trabajar de ayudante en un bar y te jubilabas allí; ahora, la gente va cambiando, son rachas». No solo alternar empleos, sino que buscan suerte en otros sectores y luego vuelven. «Suele ser gente sin mucha preparación y para otros empleos necesitas estar muy formado. Hay gente que hace carrera, pero es un sector de paso. Muchos hemos extras en bares para pagarnos los estudios». El director de la patronal segoviana del transporte Asetra, Fernando García, lo resume con un dicho: «Poco pesebre y muchos burros, coces en el corral». Y asume que su sector es parte de la competencia interna y suma a otros como los carpinteros.
«Antes empezabas a trabajar de ayudante en un bar y te jubilabas allí; ahora, la gente va cambiando, son rachas»
El presidente de la Asociación Provincial de Industrias de la Construcción de Segovia, Javier Carretero, habla de un fenómeno menos extendido. «No tenemos la misma movilidad que la hostelería, que parece un circo, pero algún caso hay. No es muy exagerado». Responde a una mejora contenida de salarios. «Si te ofrecen 1.600 en vez de 1.400, tampoco hay que darle muchas vueltas, pero la gente no está tirando la casa por la ventana porque tiene miedo. ¿Le pago a un tío mucho más de lo que vale y me pasa lo de 2006? Y me quedo con el culo al aire. Las empresas tienen la cabeza muy asentada». Habla de algún caso puntual, pero nada que ver con la restauración. «Mira que me gusta alternar, pero no veo ni a un tío que aguante en un bar. Cuando me dicen que un tío tiene un currículo excelente porque ha estado en 20 empresas me parece un impresentable. Un currículo es estar 20 años en Inditex. Te va a decir mañana que se va por cien euros más».
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«Con lo que tenemos»
La competencia por personal es un simple paliativo a un problema de difícil solución que obliga a los sectores a asumir una menor producción de la que demanda el mercado. «En Segovia, nos aguantamos con lo que tenemos», resume Carretero, que esgrime pequeñas victorias como un par de llamadas que llegaron cuando explicó hace unos meses la carestía de mano de obra en varias radios. Tilda al paro como una «vergüenza» por tener en la lista de demandantes de empleo en la construcción a más de 200 personas. «No me lo puedo explicar. Si van a la empresa y no quieren trabajar, les quitas la ayuda». El sector tiene en la provincia a unos 5.000 empleados y él calcula que habría trabajo para otros 800. «¿Por qué se quedan desiertas las obras públicas? Tengo que empezarla y acabarla en el plazo que tengo. Si no tengo gente, no puedo ir». Por eso se muestra escéptico antes los planes de vivienda pública en Las Lastras o en el antiguo parque de bomberos. «A ver de dónde sacan la gente. Luego la obra en vez de durar un año, dura cuatro». Algo que no se soluciona con fichajes entre provincias. «Es un problema nacional, no solo de Segovia».
La burbuja inmobiliaria, ese crédito sin fin que permitió costear casi cualquier construcción, se tradujo unos tiempos boyantes para el sector, que necesitaba personal para dar salida a la demanda y tenía suficientes ingresos como para pagar sueldos por encima del valor de mercado. «Fue un error en su día, así nos pegamos la que nos pegamos. Inflamos los salarios porque necesitabas gente como el comer. ¿Cuánta gente de la hostelería se vino con nosotros? De ganar mil euros en un bar a ganar 3.000 sin trabajar los fines de semana. Y era gente de 20 años que no tenía ni octavo de EGB». Por eso había suficiente mano de obra. Cuando explotó, bajó el trabajo y los empleados emigraron. Y cuando ha reflotado, en el último lustro, no han vuelto. Hoy un peón gana unos 1.400 al mes. Y argumenta que las condiciones, como en la hostelería, han mejorado. «Hace muchos años estaban ahí con diez bajo cero. Ahora yo no veo dureza. No se trabaja si llueve, hace frío... Se para hasta si hace calor. Yo he cogido sacos de 50 kilos y ahora pesan 20. Pero la gente no quiere el sector».
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El gerente de Hotuse pone en valor «unos sueldos en condiciones» por la mejora del convenio colectivo. «Y cualquiera que no esté a gusto, tiene abierta la puerta de otros 20. ¿Qué no sea atractivo trabajar cuando los demás se divierten? Bueno, ya lo sé». Y la consideración social, como un albañil o un camionero. «Son profesiones que se han denostado mucho, no hay gente para los oficios. Todo el mundo quiere ser director general o youtuber». Ante la falta de personal, hay muchos negocios que recurren a empresas de Madrid para surtirse de extras, sobre todo para grandes eventos como las bodas.
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