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Estallido de música y color en el pasacalles de peñas y charangas
Cientos de personas con muchas ganas de pasárselo bien preludian el inicio de las fiestas con un vibrante desfile hasta la Plaza Mayor
las ocho de la tarde, el Azoguejo se convirtió en un hervidero de vida, música y color. Las Ferias y Fiestas de San Juan y ... San Pedro arrancaron con un vibrante pasacalles que reunió a peñas, charangas, vecinos y visitantes en una comitiva festiva que recorrió las calles entre el Acueducto y la Plaza Mayor. El ambiente era electrizante, cargado de buenas vibraciones, risas y ganas de celebrar. La ciudad parecía latir al ritmo de las dulzainas, los tambores y los cánticos de las peñas, que lucían camisetas de colores tan variados como sus barrios de origen.
El pasacalles, que marcó el preludio de las fiestas, estuvo encabezado por la Escuela de Dulzainas de Segovia, cuyos más de treinta músicos, entre dulzaineros y tamborileros -incluidos muchos niños-, abrieron la marcha con melodías tradicionales que resonaban con fuerza. Alrededor de ellos, los cabezudos, con sus escobas juguetonas, hacían las delicias de los más pequeños, mientras los gigantones Frutos y Fuencisla se alzaban como faro que guiaba la comitiva. Las damas de las fiestas y el único caballero, ataviados con sus trajes regionales, aportaban un toque de solemnidad y orgullo segoviano, muy preparados ya para su presentación oficial en la Plaza Mayor.
El Ayuntamiento quiere que las peñas sean el auténtico corazón de la celebración y va camino de conseguirlo. Cada una, con su color distintivo, representaba la esencia de los barrios de la capital. Los de San Lorenzo –siempre conocidos por su espíritu fiestero– destacaban con sus camisetas fucsias y el lema «Donde todo comenzó» y extendían por la ciudad el jolgorio de sus fiestas agosteñas. No se quedaba atrás la peña de San Andrés, igualmente nutrida, junto a otras como Los del Barrio (de azul celeste), Maldita Nevera (azul intenso), Semaforitos (de verde) o Los Atrevidos 2.0, que cantaban y bailaban sin descanso. Las charangas Alioli, Jaleo, Jara y Pedal, Cuba Libre o Chicuelina -esta última con un llamativo amarillo y negro-, ponían la banda sonora con saxofones, trompetas y tambores en medio de una Calle Real abarrotada donde improvisaban coreografías y animaban aún más al público.
El recorrido fue un espectáculo en sí mismo. La comitiva avanzaba a ritmo lento, con paradas espontáneas para que las charangas tocaran y las peñas bailaran, creando un ambiente que recordaba a las fiestas de los pueblos. El pasacalles, con más participación que en su primera edición, acabará consolidándose como un evento clave de las fiestas. La Plaza Mayor, destino final, aguardaba abarrotada para el pregón, que culminaría con el chupinazo del alcalde José Mazarías.
La jornada fue intensa. Desde la madrugada, el recinto ferial de La Albuera ejerció de imán para el público, especialmente joven, que disfrutó con las atracciones y el ambiente festivo. Yapor la mañana, la ciudad vibró con actividades deportivas y lúdicas para todas las edades. Destacó el Juego del Calamar, actividad matinal que atrajo a participantes y curiosos por igual. Tampoco faltó gente en la Feria de Día, llena durante toda el sábado.
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