Devuelven la piedra de la iglesia de Garcillán tras un misterioso robo
«La piedra ha vuelto a su sitio y ya está. No sabemos más», dice la alcaldesa.
Los vecinos de Garcillán respiran con alivio. También la alcaldesa y el cura. La histórica piedra de granito que ornaba el acceso principal a la ... iglesia parroquial, desaparecida hace dos días en circunstancias inexplicables, está de nuevo en su sitio, aunque nadie sabe cómo ni en qué circunstancias se ha producido la devolución. Lo que comenzó con un enigma que sacudió al vencindario se ha resuelto de forma tan repentina como surgió, sin que haya trascendido el cómo ni el porqué. La alcaldeda, Daniela Constanta (PP), confirma el feliz desenlace, aunque guarda silencio sobre los detalles. «El problema está solucionado, la piedra está en su sitio».
El suceso se remonta al lunes por la mañana, cuando algunos vecinos se percataron de la falta de una de las dos piedras de granito que flanquean las escaleras de acceso a la puerta principal del templo. Estas piezas, desgastadas por siglos de erosión y lluvias, no son meros aditivos arquitectónicos: forman parte del alma de la iglesia, erigida en el siglo XVI con mampostería y sillares que atestiguan la humilde pero tenaz devoción de los repobladores medievales. Garcillán, cuyo nombre evoca al posible fundador, Garci Yllán', guarda en su iglesia gótica con reformas renacentistas un patrimonio que trasciende lo material. La torre, el ábside y estos elementos pétreos son testigos mudos de procesiones centenarias, como las de la Santa Cruz o la Virgen de la Piedad.
La desaparición, detectada a media mañana del lunes, desató un estupor inmediato. «Estuvimos en fiestas el fin de semana y pensamos que pudo ser el sábado por la noche, en medio del ruido de la música», explica Constanta. Pero los indicios apuntaban a la madrugada del lunes: «Los mayores no la echaron de menos el domingo, a la hora de la misa, y es difícil que no se den cuenta de una cosa así. Pero también resulta extraño que ocurriera durante la noche del lunes, porque los vecinos no oyeron nada, ni los perros ladraron. Para llevarse una piedra de ese tamaño –pesada y voluminosa– tendrían que haber utilizado un coche. Un vehículo en mitad de la noche, a las dos o tres de la madrugada, hace ruido. Y nadie oyó nada».
Ante el desconcierto, el Ayuntamiento movilizó al vencindario con un llamamiento urgente en las redes sociales: «Desaparecida piedra ornamental, ubicada en el acceso a la iglesia parroquial de Garcillán, junto a su escalera, formando parte del pórtico, junto con otra de las mismas características, ubicada en el lado derecho de dichas escaleras». Constanta confió en la solidaridad vecinal y no se cursó denuncia alguna, aunque hubiera tenido que ser el Obispado, como titular del bien, el responsable de dar el paso. El caso es que el martes por la mañana, horas después de la difusión de lo ocurrido, la piedra amaneció en su sitio. Tampoco hubo testigos. «La piedra ha vuelto a su sitio y ya está. No sabemos más. Ni sabemos cómo desapareció ni cómo ha vuelto al lugar», señala la alcaldesa, que aprovecha el misterioso suceso para lanzar un mensaje: «Estas piedras, como otras tantas cosas, son patrimonio del pueblo que todos debemos cuidar». Flanqueando las escaleras junto a su «gemela» intacta, la piedra forma parte de la memoria local.
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La regidora, aliviada pero cauta, cierra el capítulo con optimismo: «Está integrada, de tal manera que ya está». No hay sospechosos, ni confesiones; solo el alivio de ver el pórtico completo de nuevo. Los vecinos, que barrieron las calles en busca de pistas, celebran con discreción: un café en la plaza, un «¡Gracias a Dios!» en la puerta de la iglesia. En un mundo de prisas, Garcillán recuerda que el patrimonio no se roba: se custodia. Y esta piedra, de vuelta a casa, lo atestigua.
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