La cesta de la compra, en la puerta de casa
Cada día son más las personas confinadas que acuden a los servicios de ayuda para que les lleven alimentos y medicamentos a sus domicilio
Viernes, 3 de abril 2020, 12:37
Esther llama al portero automático y Joaquín le abre la puerta. Arriba, en el umbral de la casa, le entrega la lista de la compra y, en un sobre, muy cuidadosamente, el dinero del importe. Esther se acerca al supermercado más cercano y llena una cesta entera con los productos que Joaquín le ha encargado. Atraviesa la calle empujando el carro, vuelve al domicilio y le entrega la compra y la vuelta del importe. El vecino, agradecido, le ofrece una propina.
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–No, por favor. No aceptamos propinas –responde Esther–. Basta que diga que está satisfecho con este servicio de ayuda a domicilio.
Así es el día a día de Esther Isabel (Valsaín, 1974) desde que se declarara el estado de alarma. La pandemia de Covid-19la alejó de su puesto de trabajo como conserje del colegio público Diego de Colmenares, y el Ayuntamiento de Segovia le ofreció seguir trabajando como operaria del servicio de reparto domiciliario instaurado por la Concejalía de Servicios Sociales para proveer de alimentos y medicamentos a aquellas personas que lo necesiten. «Ellos llaman y acudimos. Nos identificamos, nos dan la lista y el dinero, vamos a la compra y se la llevamos. Eso es todo. Lo agradecen muchísimo. La mayoría son personas mayores, aunque también hay gente joven que guarda cuarentena o no puede salir», explica Esther.
Joaquín Hernán, el vecino al que acaba de entregar el pedido, está viviendo una situación complicada. Tiene 70 años, los mismos que su esposa, obligada a guardar cama desde que el día 28 regresara del hospital, donde pasó cinco largas jornadas «por culpa del dichoso coronavirus». Él no tiene síntomas, pero sí el miedo metido en el cuerpo «porque he convivido con ella todos estos días y no podré atenderla si caigo enfermo». Lo peor, no obstante, parece haber pasado. «Estábamos fuera de Segovia cuando empezó con las fiebres –relata Joaquín–. A la vista de que no mejoraba, regresamos a casa. Con el paso de los días, la situación se tornó insostenible. Llamé varias veces al famoso teléfono y al 112. Llegamos a bajar al centro de salud de San Lorenzo, pero nada. Al final ingresó en el Hospital General la noche del día 23. Afortunadamente, no entró en la UCI y al cabo de cinco días la mandaron a casa. Desde entonces se recupera, lentamente, pero se recupera. Yo, de momento, no tengo síntomas, aunque me da mucho miedo caer. Por eso no salgo a la calle para nada».
Esta es la segunda vez que Joaquín recurre al servicio de reparto domiciliario del Ayuntamiento. «Hago la lista de todo lo que necesitamos y llamo. En Servicios Sociales nos dan el nombre de la persona que va a venir. Yo tengo la lista y el dinero preparados. Se lo doy en un sobre y ella me lo devuelve en el propio sobre. La experiencia es buena, y estoy contento. No tengo ningún tipo de queja, aunque no me gusta que los políticos se den autobombo con la situación y utilicen a la prensa para ello. La realidad es que hay 10.000 muertos. Nos toman por tontos, pero no lo somos», se queja.
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El ejercicio de solidaridad también está resultando muy gratificante para Esther. «Cerraron los colegios y me quedé sin actividad. Cuando el Ayuntamiento me lo propuso no lo dudé. Es muy satisfactorio poder ayudar a quien lo necesita, aunque hay alguna compra que te cabrea. Que te encarguen cerveza y vino, por ejemplo, con todo lo que está necesitando la gente en estos momentos... Pero estoy contenta. El agradecimiento es infinito».
Y el esfuerzo también. A las nueve de la mañana, cuando llega al centro de Servicios Sociales de La Albuera, Esther recibe los avisos y va cubriendo la demanda poco a poco. «Comenzamos con ello cinco conserjes de distintos colegios y ahora ya somos siete. También han empezado a echarnos una mano tres jardineros del Ayuntamiento, de manera que libramos un día a la semana. Yo puedo llegar a hacer tres o cuatro compras al día, pero eso no es lo más cansado; lo más cansado es que tengas que subir a un tercero o a un cuarto piso sin ascensor», dice entre risas Esther, que no olvida la mascarilla y los guantes. «El contacto físico con la persona a la que servimos es inexistente», añade.
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La concejala de Servicios Sociales, Ana Peñalosa, desvela que la atención varía entre las doce compras el día que menos y las treinta y dos el día que más. Los vehículos que los operarios utilizan para desplazarse también son de titularidad municipal. «Empezamos con tres coches y vamos a ampliar a siete. El servicio está funcionando. Los vecinos se sienten ayudados y eso es lo más importante. Es un esfuerzo grande, pero merece la pena en una situación como la que estamos viviendo», señala la edil. Los teléfonos para dar el aviso son 921 442545 y 921 460543, de 8 a 14 horas. El personal municipal está perfectamente identificado.
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