Riesling: el oro líquido del Rin
Villena-Las Oblatas acoge la cata de vinos blancos alemanes bajo la batuta ‘wagneriana’ de Nacho Tapia y Laura Herráez en el Otoño de Caja Rural
carlos iserte
Domingo, 9 de noviembre 2014, 21:25
Como si de El anillo del nibelungo se tratara, Nacho Tapia, componente del grupo C2C (Vinos Solidarios), fue introduciendo poco a poco a los asistentes a la cata de vinos blancos alemanes en una coral de colores, aromas y sabores que bien podrían ser descritos por Richard Wagner en sus conocidas epopeyas operísticas. Pero si Nacho ejecutó a la perfección el papel de Sigfrido, forjando estampas vinícolas en vez de espadas (Wagner no conocía el acero toledano), y dejando que el dragón wagneriano vagara por el espacio del hotel Villena-Las Oblatas, Laura Herráez encarnó como nadie La cabalgata de las valquirias, remontando el río Rin en busca de su oro líquido: su majestad la Riesling.
Ambos, elaborador y sumiller, condujeron una cata de altura, cargada de emotividad, calidad y maridada con ajustado sushi, pero allí estaba Siro, del restaurante Los Mellizos de Carbonero el Mayor, que suplió los platos de Sushicatessen Segovia que no llegaron a todas las mesas con abundante jamón ibérico al corte y con una empanada de níscalos que forma parte ya de mi disco duro de sabores. Todo ello bajo los intervalos musicales de Dolce Vita Sisters, un dúo femenino de teclado y voz, que en todo momento supieron encajar las melodías y canciones en inglés en la ruta visual por las laderas del Rin. Dicho esto, arrancó el espectáculo.
Nacho Tapia comenzó con una introducción geográfica para situar al atento aforo en el espacio y lugar donde se producen, hoy por hoy, uno de los blancos mejores del mundo, aunque no hace mucho (década 50-60) eran vinos denostados por su desaforada chaptalización (añadidos de azúcar para lograr grado), lo que provocaba un exagerado dulzor, sin acidez y, por lo tanto, sin calidad. No fue el caso de la noche del viernes, donde se pudieron catar vinos que abarcaban desde los 10 a los 30 euros. Y es que hoy la Riesling es tan apreciada que en algunos lugares en vez de venderse se subasta, como en la localidad de Trier, paradójicamente cuna de Carlos Marx, pero donde los Müller pueden alcanzar fácilmente los 5.000 euros, botella, claro.
Por eso, los elaboradores alemanas en vez de mirar a Burdeos, fijaron su vista en Borgoña ya que perseguían, más que la fama cuantitativa, la excelencia y la calidad, estableciendo estados de maduración diferentes para fijar elaboraciones también diferentes. Y en función del azúcar residual del mosto concretaron las siguientes: Kabinett, Spätlese, Auslese, Beerenauslese, rockenbeerenauslese y su afamado Eiswein (Vino de hielo), la mayor parte catadas en la jornada del sábado, donde también destacaron las principales zonas y viñedos del Rin y sus principales afluentes, como Ahr, Sarre, Mosela, Ruwer, Nahe y Maine.
Viñedos todos ellos orientados al sur, que según las explicaciones de Tapia no es caprichosa ya que la insolación en estas zonas es fundamental para conseguir una buena maduración. De ahí que no exista el viñedo en vaso y solo la colocación en espaldera (emparrada y enlazada en alambres) ofrezca garantías de una buena aireación de la masa foliar y una correcta maduración que nunca bajará de los 120 días entre envero y vendimia, aunque algunas cepas no son vendimiadas hasta bien entrado el invierno, cuando están congeladas y se prestan a elaborar el llamado vino de hielo, un blanco dulce que acompaña a los más exigentes postres.
Así las cosas, no nos hizo falta leer el Fausto de Goethe, o la narración que desarrolla Hermann Hesse en el Lobo estepario sobre el vino alemán, premio Nobel que intentó realizar una de las primeras guías vinícolas de Europa y que tuvo que abandonar por motivos económicos y de salud, para comprender y comprobar lo que teníamos entre manos: calidades correctas para introducirnos en el apasionante mundo de este vino de la mano de Laura.
De esta forma, los asistentes a la nueva llamada del Otoño Enológico de Caja Rural, que volvió a colgar el cartel de completo, cataron hasta seis vinos de esta variedad conocida también como la uva dorada el Rin. A saber: Keller 2013, Dr. Bürklin-Molf 2010, Dönnhoff 2012, Goldtröpfehen 2013, Krover Steffensberg y Wolfer Goldgrube 2012. Vinos que deleitaron por su equilibrio ideal entre su mineralidad y refrescante acidez; con una nariz en evolución constante, pasando de olores que pueden recordar a hidrocarburos, fósforo o pólvora, hasta alcanzar una amplia paleta de aromas que nos llevan a los frutos secos, cítricos...unos vinos frescos, untuosos con azúcar residuales, pero equilibrados, divertidos, redondos y largos. Muy, pero que muy laaaaargos.