«Nadie quiere la salvación del mundo rural salvo los cuatro que vivimos aquí»
José María y Verónica analizan el antes, durante y después del mayor incendio conocido en la provincia. Piden por los pueblos y reclaman a los políticos unión
Han tardado días en creérselo. Incluso cuando estaba pasando, cuando las llamas acechaban y acababan con sus pueblos y fincas, incluso ahí lo concebían como algo irreal. Ahora es el momento de darse cuenta, de regresar a casa y ver todo quemado, de echar en falta al ganado, de no saber cómo dar de comer a tus animales. Ahora los trabajadores del campo de Salamanca vuelven a sus fincas sin que nada vuelva a ser como antes mientras que los políticos se echan las culpas entre ellos. Las víctimas no saben cuándo recibirán las ayudas y si estás cubrirán un mínimo de los costes que este terrible incendio ha causado, informa Salamancahoy.
José María, natural de Cipérez, ha sido uno de los grandes perjudicados y no una, sino en dos ocasiones. La primera por un incendio originado en el municipio de La Fuente de San Esteban, donde perdió parte del forraje y, posteriormente, en el peor incendio que hasta el momento se conoce en la provincia de Salamanca, el de Cipérez, donde perdió pasto y parcelas, donde tiene el ganado. «Ha sido un desastre total, las llamas arrasaron con todo y milagrosamente el ganado se salvó por sí solo; primero lo pasamos a otro lugar, donde también llegó el fuego y allí lo arrinconó», relata.
«Era ver el infierno yendo hacia a ti, solo podíamos escapar y correr»
No había bomberos. Los efectivos no llegaban y de primeras fueron los vecinos los que tuvieron que hacer frente a las llamas. «Era increíble, llamas altísimas con muchísima virulencia, un calor horrible y mucho viento. Era ver el infierno yendo hacia a ti y no, no había nada, ni medios ni nadie. Creo que se podría haber contenido mucho antes si hubiera habido. Allí solo podíamos escapar y correr. Nadie se puede imaginar lo que vivimos, era terror y medio, con escapar teníamos bastante», continúa.
La ruina absoluta para el mundo rural
Si ya de por sí está olvidado, para el trabajador del mundo rural este incendio hapodido ser «la ruina absoluta». José María lo explica en primera persona, ante un año que todos coinciden había sido «más que bueno»: «Este año ha sido tan bueno que hemos podido hacer acopio no solo para este año, sino también para el siguiente, que nunca sabes cómo va a venir. Yo calculaba que podía tener comida para más o menos dos años. Hemos pasado así de tener las espaldas cubiertas a perderlo prácticamente todo ; sin pasto ni forraje ni nada. Y eso que yo no lo he llegado a perder todo gracias a la gente de pueblos de al lado que vinieron a ayudarnos y pudimos contenerlo».
«No había dotaciones de bomberos, yo solo vi vecinos con ramas tratando de apagar el fuego»
La soledad del mundo rural. «De verdad, que no había nadie. Entiendo que sea complicado ante una situación de incendios tan amplia y extrema, pero es que ni al principio ni durante, yo solo veía vecinos con ramas tratando de apagar el fuego», confiesa.
¿Qué pasará ahora? ¿más olvido? «Esperemos que esperanza. Trataremos de no tirar la toalla que, por cierto, muchas veces tenemos ganas. Esto es nuestra vida y es por lo que vivimos y trabajamos todos los días, nuestro ganado. Espero que desde las administraciones nos ayuden, porque hay gente que lo ha perdido todo. Si no hay ayudas, es el caos y la ruina absoluta», responde.
Y finaliza: «Ahora miramos al mundo rural porque nos estamos quemando y queda muy bonito salir en la televisión, pero dentro de diez días de nosotros no se acuerda nadie. Dentro de dos años me volveréis a entrevistar y estaremos igual o peor, porque nadie quiere que el mundo rural tenga salvación menos los cuatro que vivimos aquí».
Verónica, con casa y fincas en Cerezal de Puertas
Uno de los municipios má safectados por el incencio originado en Cipérez el pasado viernes, 15 de agosto, fue Cerezal de Puertas, de allí es Verónica Hernández, quien se considera afortunada porque las llamas no llegaran a su casa. Eso sí, su finca quedó quemada por completo salvo la nave, ya que fueron ellos mismos; su padre, su hermana y ella, los que lograron salvarla. También la vacas.
«En el momento en el que entró el fuego yo estaba allí y traté de sofocarlo, como todos los que estábamos, como pude, pero llegó un momento en el que las llamas eran tan grandes y había tantos focos que solo pudimos escaparar, por lo que el incendio acabó llegando al pueblo», empieza a contar.
«A ver cuándo me acostumbro a salir a la puerta de casa y ver todo quemado'. Esto es lo que nosotros vemos todos los días. No sabemos si volverá a haber normalidad»
«Nunca hubiera imaginado que esto pudiera pasar, de hecho, veía las llamas en la finca y todavía no era consciente de lo que estaba pasando. Y luego el post... del que nadie habla: lo emocional. Llego cada día a mi pueblo y lo que me encuentro es todo destrucción, desolación. Una vecina me acaba de decir: 'A ver cuándo me acostumbro a salir a la puerta de casa y ver todo quemado'. Esto es lo que nosotros vemos todos los días. No sabemos si volverá a haber normalidad», reflexiona.
En el pueblo han muerto animales; perros, gallinas, vacas... también han quedado atrás recuerdos: «Yo he crecido en estas calles, he jugado y he sido muy feliz... donde ahora todo es negro. Hay muchas casas en las que no podemos ni entrar porque hay peligro de derribo. Hay historias en todas estas casas. Historias de más de 200 años que ahora se van a derruir».
El deseo del mundo rural
Dicen que después de la tormenta llega la calma, pero todavía no ha aterrizado en estos pequeños pueblos de la comarca de Vitigudino en Salamanca. «La adrenalina que hemos vivido no se pasará en mucho tiempo, hemos sentido miedo y pánico y eso no se olvida».
Como tampoco quieren que se les olvide a los que mandan el mundo rural: «En septiembre no habrá más incendios y nos volveremos a olvidar del mundo rural. Creo que deberían cambiar muchas cosas, lo primero que los políticos dejen de echarse las culpas y se pongan a trabajar juntos para crear protocolos antiincendios en los pueblos. Y, sobre todo, que dejen de desincentivar el mundo rural y la ganadería extensiva que es de lo que viven los pueblos. Los trabajadores del campo son los expertos y son los que saben, que confíen en ellos, porque en los despachos son ignorantes».