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Paul Aubert, durante la conferencia ofrecida en la Universidad de Salamanca.

«Ser intelectual no es un oficio sino una función que te hace reaccionar»

Visitó esta semana Salamanca para hablar de las características de los intelectuales en los comienzos del siglo XX

f. j. rebollero

Domingo, 15 de marzo 2015, 12:06

Paul Aubert es una de esas personas silentes que, entre palabra y palabra, hila cada una de las reflexiones que expresa contundente y que le caracterizan como un verdadero intelectual del siglo en el que vivimos. Prudente y conciso, esta semana se acercó a la Universidad de Salamanca para hablar a los alumnos del Máster en estudios de la filosofía de las características de los intelectuales en los comienzos del siglo XX, cuando las letras de Unamuno, Ortega, Azorín o Valle Inclán inundaban, a modo de protesta, las páginas de las diferentes publicaciones que reivindicaban un cambio político en España.

Francés de nacimiento, lo primero que sorprende del profesor Aubert es la gran capacidad que tiene de manejar las palabras del castellano, la elegante sutileza que utiliza para referirse a cada uno de los términos que quiere definir. Y al final, lo que transmiten sus palabras no es más que un gran amor por la cultura y las letras castellanas, lo que le transforma en un gran hispanista de nuestro tiempo.

En el libro Nidos de espías, escrito junto al profesor Eduardo González, traza un estudio imprescindible para comprender una de las facetas más oscuras de la historia española del siglo XX. No solo por tratarse de la actuación de los servicios de información también llamados de inteligencia-, sino para entender también sucesos posteriores como nuestra Guerra Civil, la segunda Guerra Mundial e incluso los años predemocráticos.

¿Qué espara usted un intelectual?

Por una parte me gusta una definición que puede parecer demasiado abstracta de la palabra abstracta.

Por otra parte, hay un enfoque más sociológico que nos habla de qué es un intelectual y de cómo se forma, dónde interviene y cuáles son sus medios de intervención y vías de acción. Otro enfoque que le podemos dar al intelectualismo es el ideológico; qué quiere. A menudo en España el intelectual quiere secularizar la sociedad, luchar contra los poderes fácticos, iglesia y ejército, y luego se enfrenta a una serie de problemas que van desde la Reforma Agraria hasta las nacionalidades. Los problemas que surgen entre la Reforma y la Revolución por ejemplo.

El último enfoque es el político. Concretamente qué hace el intelectual. Reacciona frente acontecimientos, yo pretendo que ser intelectual no es un oficio sino una función que le hace reaccionar frente a los acontecimientos y por consiguiente los comenta, los interpreta a su manera, produciéndose una conexión entre el intelectual y el suceso.

Según el gran crecimiento del conocimiento mundial, ¿se pueden crear nuevos intelectuales en la actualidad?

Lo primero que distingo es la diferencia entre el trabajador intelectual, que se oponían a principios del XX a los trabajadores manuales. En este sentido el trabajador intelectual es un mero reproductor del saber práctico y no forzosamente un investigador. No crea necesariamente pensamiento.

Y luego yo me acojo a mi trabajo y a la definición histórica que es el intelectual que nace en la misma coyuntura cronológica en Francia y en España. En Francia con Emilio Zola y en España con el caso Corominas. En el mismo año, 1896, para protestar en nombre de la razón colectiva contra la razón de estado. Según esta definición intelectuales hay muy pocos en cada siglo. Entonces ahora hay una especie de intelectual mediático al que todo el mundo llama filósofo cuando en realidad es tan solo profesor de filosofía, porque filósofos hay muy pocos. Quien pueda definir un sistema que oriente el pensamiento de toda una época hay muy pocos.

¿Cuál cree que es el deber social de una persona que se defina como intelectual?

No creo que definirse baste. Es verdad que lo primero es una autodefinición. Unos señores que a finales del XIX dicen aquello de Nosotros los intelectuales, pero esto no puede constantemente definirse. Depende del grado de la fama. El intelectual está explotando la fama que ha adquirido en el ejercicio de su oficio para intervenir en el debate público. Por ello un profesor no es forzosamente un intelectual.

¿Qué papel ocupan los medios de comunicación para un intelectual?

En primer lugar lo ha favorecido. Sin prensa no hay intelectuales. El intelectual nace con el parlamentarismo y con la prensa. Sin la difusión posible de su pensamiento el intelectual no existe. Ahora, su saber se ha fragmentado mucho e intervienen solo como meros críticos, un poco alejados de todo.

Guy Debord hablaba de una sociedad del espectáculo, ¿estamos espectacularizando la figura del intelectual?

Es que la figura es espectacular. Un señor como Zola en Francia o Unamuno con el caso Corominas en España, que escribe al presidente de gobierno de turno un manifiesto que dice «nosotros los intelectuales», es una puesta en escena que supone cierta osadía. Ahora se está barajando la desaparición y muerte del intelectual. Lo que es el intelectual clásico, que firma manifiesto, que protagonice manifestaciones, con los medios de expresión está desapareciendo. Que aparezca una nueva modalidad no quiere decir que la clásica desaparezca totalmente pero hay pocos manifiestos de intelectuales ahora. Últimamente se amplió mucho la base. En los años ochenta, los manifiestos venían firmados por intelectuales y artistas, de tal manera que Arangure y Sabater estaban con Lola Flores y otros, es una especie de inevitable trivialización de la profesión. La imagen del intelectual no tiene por qué estar ligada al mundo universitario, también puede ser cualquier artista.

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