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El Real Valladolid quiso, pero Sandro no pudo
El futbolista canario falló un penalti en la primera parte de un duelo ante el Atlético con muy pocas ocasiones en el que el rigor táctico se impuso a la imaginación de los futbolistas
Que no, que el Real Valladolid no es un equipo que vaya a tumbar a los grandes con facilidad aunque como hoy en Zorrilla se ... gane la oportunidad de hacerlo; que tiene muy difícil sacar puntos de donde no se esperan pero los extra, esos que se logran en partidos que a priori se dan por perdidos en la planificación de la temporada, nunca los va a dejar escapar de entre sus manos sin pelear. Es el signo que le ha imprimido Sergio González a un equipo que siempre compite aunque, como ante el Atlético de Madrid, cuente con bajas tan importantes entre sus hombres como las de Rubén Alcaraz o Fede San Emeterio.
La fuerza de este equipo es el bloque, decía su entrenador en la previa del encuentro, y así lo demostró él mismo dándole galones a Joaquín en el centro del campo al lado de Míchel y acertando así en su apuesta para frenar a un todopoderoso eje de creación y destrucción del equipo del Cholo que alineó en esa zona a Thomas Partey, Saúl y Koke.
Real Valladolid
Masip, Javi Moyano, Kiko Olivas, Salisu, Nacho, Óscar Plano, Joaquín, Míchel (Anuar, min. 84), Toni Villa (Waldo Rubio, min. 64), Sandro (Enes Ünal, min. 68) y Sergi Guardiola.
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Atlético de Madrid
Oblak, Trippier, Savic, Giménez, Lodi, Koke (Lemar, min. 65), Thomas, Saúl, Joao Félix (Correa, min. 60), Diego Costa y Morata (Héctor Herrera, min. 72).
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áRBITRO Sánchez Martínez, del Comité Murciano, amonestó a Nacho, Toni Villa, Javi Moyano, Óscar Plano, Joaquín, Waldo Rubio y Sergio González del Real Valladolid y a Morata, Saúl, Joao Félix y Lemar por parte del Atlético de Madrid.
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iNCIDENCIAS 23.650 espectadores en el Nuevo José Zorrilla en partido correspondiente a la octava jornada de LaLiga Santander.
Esa identidad blanquivioleta que llegó al club de la mano de Sergio le viene como anillo al dedo a una entidad humilde que, aunque es la decimotercera en la clasificación histórica de Primera, hoy en día se debe conformar con su papel de equipo ascensor que si quiere mantenerse en Primera División sufrirá cada temporada, sudará cada punto y el corazón de sus aficionados envejecerá a un ritmo superior al de 365 días por año. Porque los castellanos van a penar de nuevo para salvar la categoría pero si demuestran esta entrega, capacidad de pelear cada choque y fe ciega tendrán posibilidades durante toda la temporada.
Hoy, pese a las ausencias, plantaron cara y pudieron tumbar a un Atlético de Madrid con la mejor plantilla de las últimas décadas y que tiene un techo salarial diez veces superior al de los pucelanos. Los futbolistas blanquivioletas no se achicaron ante el equipazo que tenían enfrente y le igualaron en ímpetu, despliegue físico y capacidad táctica e incluso pudieron superarle en goles, pero la maldición de Sandro evitó el alegrón total para una afición blanquivioleta ávida de ver de cerca al fin una victoria de su equipo y que soñaba con que esta llegara frente a uno de los grandes.
Pero la machada tendrá que esperar porque 685 días y 51 partidos después de su último gol oficial, Sandro Ramírez lanzó a las nubes un penalti que, cuando fue señalado por el árbitro a instancias del VAR tras un pisotón de Thomas al jugador canario, prometía ser el cierre perfecto a su pesadilla de cara a portería. En el apoyo con el pie zurdo antes de pegar a la pelota el balón se le movió al delantero y para el capítulo de la opinión quedará la idoneidad de que un punta, que no puede estar pleno de confianza porque lleva casi dos años sin anotar, se encargue de lanzar una pena máxima con el partido empatado a cero goles y con la presión añadida de hacerlo frente a uno de los mejores porteros del mundo.
Hasta entonces, el Real Valladolid había mostrado su mejor versión sin escatimar a la hora de trabajar en todas las zonas del campo y acercándose con peligro al área colchonera por las bandas, especialmente cuando Toni se empeñaba en buscar la línea de fondo.
El Atlético parecía haber salido a ejecutar un control lo más amplio posible sobre todo lo que ocurriera en el partido, esperando un fallo del rival para adelantarse en el marcador y poder bajar la tensión del choque al máximo a la espera de que se agotaran los noventa minutos. Es su plan habitual, pero ayer no encontró la forma de llegar con claridad al área de Masip, al que le disparó solo una vez entre los tres palos.
Del mazazo de penalti fallado tardó muchos minutos en espabilarse el Real Valladolid. Tantos que parecía estar noqueado durante todo lo que restaba de primera mitad, el descanso y los diez iniciales del segundo, cuando los colchoneros más apretaban y el Pucela más resguardado en su área estaban.
Muy replegado para intentar proteger a Masip, el conjunto pucelano se dio cuenta de que su rival no le estaba haciendo daño y empezó a desperezarse poco a poco. Primero Kiko Olivas remató fuera un centro surgido del rechace de un córner y después Sandro estuvo a punto de batir al fin a Oblak en un escorzo casi imposible, pero la pelota se fue por la línea de fondo, casi paralela a la portería.
El carrusel de cambios que llegó a continuación terminó por desmontar el ritmo de un choque que ya de por sí era extremadamente bajo y el Atleti, pese a que optó por dar entrada a dos hombres de ataque como Lemar y Correa, terminó cortocircuitado e incapaz de generar peligro. Tras un tremendo susto cuando el delantero argentino recién ingresado dejó temblando la portería de Masip con un disparo que se estrelló en el poste, el Pucela puso más de su parte e incluso pudo llevarse el choque pero ni Joaquín ni Guardiola acertaron a empujar a gol dos balones francos que podrían haber dejado en casa los tres puntos.
Si el año pasado el Real Valladolid compitió contra los tres grandes tanto en casa como en sus respectivos estadios pero no logró ni un solo punto, este año ya le ha levantado uno al Real Madrid y otro al Atlético y suma diez en los primeros ocho encuentros de liga. El saldo es más que positivo.
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