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El Pucela se hunde en San Sebastián
La Real B retrata a un equipo sin timón y sin gol, que se aleja de los puestos de ascenso y se queda a tres puntos del descenso
Hace poco más de un año, el Real Valladolid arrancaba un empate a cero ante la Real Sociedad. Sí, la de Mikel Oyarzabal, la de ... Kubo, la de Remiro... La Real que jugaba Champions, con más o menos suerte, y a la que el equipo de Pezzolano le arrebataba un punto en Zorrilla (ver para creer). Ayer, catorce meses después, el equipo blanquivioleta hizo un nuevo socavón en su trayectoria descendente para caer con los cachorros de los donostiarras.
Real Sociedad B
Fraga; Dadíe, Beitia, Kita, Jon Balda; Ibai Aguirre (Peru Rodríguez, min. 70), Mariezkurrena (Carbonell, min. 63), Díaz (Marchal, min 45), Ochieng, Astiazaran; y Carrera.
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Real Valladolid
Guilherme; Alejo, Tomeo, Torres, Bueno; Juric, Ponceau, Lachuer (Latasa, min. 45), Peter Federico (Chuki, min. 61), Amath (Sergi Tenés, min. 61); y Marcos André (Biuk, min. 69).
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Goles 1-0 (min. 21) Jon Balda remacha a la red un balón franco en el centro del área tras un mal despeje de la defesa blanquivioleta.
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Árbitro Rafael Sánchez (Comité murciano) Amonestó a Alejo y Tomeo, por el Real Valladolid; y a Ochieng y Dadíe, por la Real B.
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Otros datos Partido correspondiente a la jornada 15, disputado en el Estadio de Anoeta, disputado ante menos de un millar de espectadores. En los prolegómenos del encuentro se guardó un minuto de silencio por las víctimas de la violencia machista.
Al 'Sanse' o Real B le bastó con lo de la Cultural Leonesa, con lo de Las Palmas, con lo del Mirandés [juegue aquí a elegir equipo] para tirar a la lona –ayer a la piscina– al Pucela. Le hizo la primera aguadilla bajo el diluvio universal en Anoeta, y el agua ya le llega al cuello a Guillermo Almada, al que como capitán del barco le corresponde elegir rumbo, y hasta ahora los bandazos no han dado resultado.
En el césped de San Sebastián optó por virar de nuevo hacia el único punta, en busca de ese «¡Tierra a la vista!», que el uruguayo sigue sin ver –tampoco su plantilla–, y es imposible que, pese al mensaje de la directiva, el buque del sudamericano siga a flote si la deriva sigue siendo la misma.
Fue más de lo mismo en un partido 'casi' en territorio neutral, con imagen de encuentro post pandemia, sin casi público y en el que los blanquivioleta volvieron a encallar sin el temor a la crítica por el error y sin el apoyo como local para los donostiarras, al que los gritos de ánimo les llegaron solo desde su banquillo ante la falta de calor en la grada... Era un partido con poco que perder para el filial, pero con tintes de película de serie 'B' –o 'C'– de sobremesa y drama póstumo en el caso de los visitantes. El peor guión para que las intentonas iniciales de los de Almada quedaran sepultadas –de nuevo– por la efectividad del rival. Demasiadas casualidades ya para pensar en que se trata solo de una cuestión de suerte, y más en Segunda, sin Oyarzabal delante; sin Kubo marcando tendencia; o sin Remiro en el papel de salvador... Enfrente estaba 'un tal' Ibai Aguirre –que no se me enfade– o Jon Balda, que fue de los que repitió en la defensa local después de haber recibido cinco goles la pasada jornada... ¡Ante el Castellón! (perdonen los signos de exclamación). Una manita le metió el equipo de Castalia al conjunto más goleado de la categoría. El desenlace con los de Almada deja patente el problema, acrecentado –como ya sucediera ante la Cultural, ante Las Palmas–, con ese tanto inicial del rival que desinfla el globo. Fue en el minuto 20, tras una falta innecesaria de Alejo, que también pudo obviar uno de esos colegiados de Segunda con afán de protagonismo, lo que propició el tanto. No ha habido un gol más sencillo en la jornada. No ha habido un gol más fácil para los de Zubieta en lo que va de temporada. De hecho, a estas horas Jon Balda, desde su posición de lateral, aún no se cree que ese balón le pudiese caer dentro del área, solo, solo, solo... Desde alevines no había marcado un gol así.
Parece imposible que este Real Valladolid sea el mismo que estuvo imbatido, con Guilherme como el portero menos goleado del fútbol profesional, durante los cuatro partidos iniciales. Desde entonces, a los problemas para hacer gol –evidentes–, se suma la incapacidad para dejar la portería a cero. Solo el día de Cádiz –y con gol anulado para los gaditanos–, dejaron los de Almada la meta impoluta.
El gol agitó al Pucela, que comenzó a llegar a la portería rival... Amenazó Marcos André por partida doble. No llegó a lanzar, porque el brasileño es el mejor, pero es Marcos André, y necesita no solo un chute anímico, sino que le cojan una vía con inyección de andrenalina, cafeína, beta alanina (el resto del prospecto está censurado por el horario infantil de difusión de este periódico). Sin capacidad para ver la jugada unos segundos antes de que se desarrolle en ningún jugador, ni siquiera con un filial bisoño, que es de esos equipos flojitos de la Liga. De los que tienes que ganar solo con que el propio André, Peter o Amath certifiquen en media jugada la teórica calidad que atesoran. Pero la realidad, por duro que parezca a casi mes de diciembre y con un tercio de la competición vencida, es que están a años luz de los Villalibre, Yeremay, Embarba, Ale García... Ellos tienen a sus equipos en puestos de ascenso directo, y el Pucela comienza a mirar a la zona de descenso. Están a años luz por goles fallados como el de Federico, que solo delante del portero, tras una buena acción de Bueno, la lanzó fuera con toda la portería para elegir donde mandarla... Lo mismo le ocurrió a Amath, que en doble ocasión la estrelló al muñeco. Y la primera mitad podía haberse prolongado hasta que el colegiado quisiese, que el marcador no se habría movido. La solución ante la falta de acierto e ideas llegó con la reaparición de Latasa. El ariete fue la apuesta de Almada para cambiar el guión en la segunda mitad. Fueron fuegos de artificio, que no llegaron ni a bombita de humo.
El doble o nada duró apenas quince minutos para volver a deshacerlo todo y dar dos nuevos giros de timón a estribor (con Chuki y Tenés), otro a babor (con Biuk y Arnu) y terminar con la naviera de Almada encallada en la playa de la Concha a la espera de que alguien o algo la remolque o la termine de hundir.
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