
Real Valladolid: Fin del trayecto, bienvenidos al abismo
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«En Sevilla termina la angosta ruta hacia el pozo de Segunda que ha completado el autobús blanquivioleta. La única preocupación ahora reside en que la grada no se desconecte»Las matemáticas están a medio suspiro de convertir al Real Valladolid en equipo de Segunda. De Sevilla no pasa. Y si suena la flauta y ... el conjunto castellano gana, es posible que el resto de resultados no le permitan seguir estirando el chicle. La realidad sin paños calientes. El club obtiene el merecido premio a un curso con más traqueteo que la París-Roubaix. Decía mi padre, que en paz descanse y que seguro que está sufriendo allí arriba con el despropósito en el que se ha convertido el Pucela, que la esperanza es lo último que se pierde. En el caso de la entidad castellana, la fe únicamente ha brotado de la grada y el contexto. El resto ha vivido instalado en un complejo de inferioridad que se ha extendido desde la oficina hasta el verde sin que nadie haya sido capaz de poner pie a tierra y ordenar el caos.
Da la sensación de que la propiedad ha utilizado el añito de regalo en Primera para recomponer la caja y aguardar a que la conjunción de los astros obrara un milagro imposible. Porque resulta insultante y surrealista que alguien ahí dentro haya podido pensar en la salvación como algo factible configurando una plantilla insuficiente y desnudando las pocas virtudes que tenía en el mercado de invierno. No digo que lo hayan hecho deliberadamente, pero, por lo que sea, han pensado que podían cruzar el Atlántico metiéndole cuatro grapas y un par de velas al barco de Chanquete.
No era tan difícil. Solo hay que ver al Espanyol y al Valencia, que miran ya al descenso por encima del hombro. Bastaba con aplicar un poco de coherencia en el banquillo, algo que se escapó por el sumidero desde la confirmación de Pezzolano, y una dibujar una plantilla equilibrada y con más calidad que la que consiguió el ascenso. Una quimera en blanco y violeta. En el fútbol está todo inventado. Tampoco hay que volverse muy loco. Hacerlo peor es imposible. El Pucela ha querido vivir del relato y se ha tragado sus propias palabras. Catoira y compañía han intentado esconder la realidad con un discurso inverosímil y el propio fútbol les ha abofeteado con dureza. Piense en un récord negativo. Cualquiera. Sí, ese también cae este año. El Real Valladolid debería apellidarse efemérides club de fútbol. Allá donde hay un hito negativo que rubricar, aparece en la foto el conjunto pucelano. Eso en condiciones normales. Cuando cincelas una temporada llena de desmanes institucionales, me parece un sueño que el descenso llegue en abril y no lo haya hecho en diciembre. Bueno, en diciembre se incrustaron los últimos clavos del ataúd, eso sí.
En Sevilla termina la angosta ruta hacia el pozo de Segunda que ha completado el autobús blanquivioleta. La única preocupación ahora reside en que la grada no se desconecte. Si esto sucede, la caída puede ser irreversible. Para que eso no ocurra, los futbolistas deben dejar de hacer el ridículo y luchar. Al menos por vergüenza torera, si todavía la tienen en uso. El curso arrancó con la ilusión del brillante triunfo contra el Espanyol y termina, al menos de forma matemática, con el bus desguazado, el motor echando humo, con tres ruedas pinchadas y todas las costuras al descubierto. Aquello que vendieron como un auto fiable, resulta que ha sido un viejo autocar de los años 90, con dos millones de kilómetros en el salpicadero y más piezas melladas que la caja de herramientas de un fontanero jubilado.
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