El peligro del buenismo en el Real Valladolid
Partido de vuelta ·
Guillermo Almada no puede decir que le gustó el equipo después de perder en casa contra un recién ascendido que le sacó los coloresCuando el relato y la realidad emprenden caminos opuestos, las fisuras comienzan a resquebrajar el caparazón. A Pezzolano le enterró socialmente la falta de credibilidad ... y el proyecto de Ronaldo nunca caló porque los hechos se acomodaron en las antípodas de las palabras. En el plano deportivo, si no hay verdad, los naipes se desmoronan y se convierten en polvo, en humo. Guillermo Almada ha sido fiel a la coherencia entre su discurso y la exigencia que transmite hasta la rueda de prensa post derbi. Todo es más sencillo cuando los resultados disimulan las carencias futbolísticas, pero cuando el área propia se transforma en un bulevar y la del rival en un mar de lava, las derrotas asoman el hocico y la gestión balompédica traviste de terapia y el verbo en la sala de prensa se ubica en el buenismo para que el frágil ego del futbolista herido no se quiebre. No vaya a ser.
Publicidad
Buscar un analgésico a la derrota es un error de bulto. El elogio solo ayuda a la autocompasión y a la fabricación de una realidad paralela, que suele terminar en un bucle poco saludable para el equipo y la afición. Guillermo Almada no puede decir que le gustó el equipo después de perder en casa contra un recién ascendido, que le sacó los colores con un fútbol hosco, pero práctico. Quejarse de las faltas y las interrupciones del rival, permitidas o no por el colegiado, no es más que una excusa para justificar que has sido incapaz de descifrar la ecuación. De las faltas se escapa con calidad, llegando antes que el rival, haciéndole correr detrás de la pelota, presionando en el balcón del área rival para robar en campo contrario y convertir la roca en arena. De las interrupciones se huye marcando pronto, haciendo los deberes y sometiendo al contrario. El Real Valladolid ha perdido el suflé que le alejó del tropiezo en los primeros encuentros de Liga. No pasa nada por decirlo. Que el técnico analice la derrota desde la satisfacción con el juego practicado representa un insulto a la inteligencia del hincha y de todo el que viera el partido. Porque el Pucela ni estuvo agresivo en la marca, ni supo darle velocidad al balón. Presentó una propuesta muy plana, con escasa capacidad de sorpresa, sin puntería ni ocasiones claras.
Almada volvió a tumbar en el diván a su plantilla en el entrenamiento del martes, aunque él no debe descuidarse, porque su variedad táctica tampoco está para tirar cohetes. Y el primer paso para no perder predicamento es mantener el brazo firme y la objetividad inmaculada para que el vestuario no termine arrancando sin piedad todas las hojas de su cuaderno. La idea del uruguayo pone al físico por delante de todo. Está muy bien, porque en el fútbol moderno, el que equipo que no tiene piernas, por mucha calidad que destile, termina en el apeadero. El riesgo reside en que si tu fútbol se queda obsoleto y el ímpetu y las ideas se desvanecen cuando el balón besa la bota, no hay músculo que evite el desastre.
En la victoria todo fluye. En la cresta de la ola todo se ve de color de rosa. Almada y el club tienen encima de la mesa el primer envite serio del curso. Deben saber manejar el momento y, sobre todo, buscar soluciones para que la plantilla vuelva a parecer un Ferrari, no una bicicleta con ruedines.
3€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión