Discursos con fundamento
«Alejo es un tipo sencillo y amable, comprometido con las causas sociales y siempre al lado del deporte base. Ama al Real Valladolid y lo ha demostrado con creces»
Hay un abismo entre un parlamento vacío, pronunciado por la obligación que encarna el brazalete, y un discurso que nace del alma, del sentimiento de ... pertenencia más puro, de ese compromiso que brota de las entrañas y la responsabilidad. La diferencia entre la nitidez de Iván Alejo y el trampantojo de otros capitanes, cuyo interés principal es su ombligo y la pose futbolística en el escaparate para buscar un futuro mejor. No daré nombres. Alejo es otra cosa. También Guilherme, aunque el portugués no es un blanquivioleta de cuna. El vallisoletano sí. Y eso se nota. Eso sí, el arquero ha demostrado que siente de verdad, que lidera desde la sinceridad y que además tiene siempre el guante prieto para aportar valor desde la última frontera. Ambos cincelan la capitanía perfecta. Si el conjunto castellano no se ha despeñado aún por el desfiladero de la impotencia y la incapacidad, seguro que es porque hay dos azotes en el vestuario que no se cansan de arengar, de coser y sumar. Es el único camino. La unión edifica la fuerza. La dispersión solo fomenta el desgobierno, el egocentrismo y la ruina.
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Alejo es un tipo sencillo y amable, comprometido con las causas sociales y siempre al lado del deporte base. Ama al Real Valladolid y lo ha demostrado con creces. No ha parado hasta volver, incluso con una nómina inferior. Vive en las antípodas del futbolista egocéntrico, escapa de esa burbuja ficticia de estrellas estrelladas. En el vestuario siempre está ahí para aportar cordura. Cuando pisa el césped se transforma en un jugador canchero, incómodo para el rival, un martillo pilón para el colegiado y los jueces de línea. Juega su rol en cada escenario, tanto dentro como fuera del verde. Lidera.
El Real Valladolid tiene un filón para sus inside, esos vídeos que narran el lado humano de la plantilla. El lunes, nada más remontar al Granada, Alejo tomó la palabra en el vestuario. A su lado Guilherme. El presidente y el consejero delegado. Almada aparece merodeando, de espalda. Resumo. «Ni en la primera parte éramos el peor equipo del mundo ni en la segunda el mejor. Esto es de todos, de los que juegan y de los que entrenan como cabrones. Es de todos. Así que vamos a pensar ya en el Cádiz y vamos a salir a ganar». Palabra de líder. Escapa del victimismo, busca un relato real, que haga piña y no abandone a nadie por el camino. Piensa en los que obraron el milagro, pero se detiene en los que no tuvieron su mejor tarde y no concluyeron el duelo. Espíritu de superación. Sabe que el desierto impide todavía ver un horizonte claro y por eso se centra en que el brío de la segunda mitad ante el Granada, esa ambición desenfrenada, tenga continuidad en Cádiz.
Alejo y Guilherme son el complemento perfecto. Don Quijote y Sancho, Holmes y Watson, Sawyer y Huckleberry Finn. Alejo y Gulherme. Almada no debe descuidar la figura que representan sus dos baluartes dentro del vestuario, sobre todo cuando las curvas asomen por la puerta. Un intestino sano puede con todo. Cuando las entrañas se pudren, el resultado ya se lo imaginan. El técnico también debería dar una vuelta a los roles y estatus. Me refiero a revisar el trato desigual como el que dispensó a Tomeo con la suplencia-castigo ante el Granada. Más que nada, porque hay otros, léase Latasa o Biuk, que tienen la titularidad asegurada hagan lo que hagan. Y eso, sin entrar en muchos detalles, puede generar desigualdades que a lo mejor se escapan del perímetro de acción de los capitanes. Y eso sería terrible para el grupo.
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