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Ronaldo en el Bernabéu antes de iniciarse el clásico DAZN

Las críticas a Ronaldo por no estar con el Real Valladolid en Cornella

Partido de Vuelta ·

«El concepto romántico de que los clubes son de los socios desapareció cuando llegaron las sociedades anónimas deportiva»

Juan Ángel Méndez

Valladolid

Lunes, 17 de octubre 2022, 18:49

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El Real Valladolid debería realizar un ejercicio sociológico. Algo sencillo pero muy práctico. Vídeo de Ronaldo en todos sus canales. Sonrisa al centro de la cámara, gesto amable y allá va la bomba: «Queridos blanquivioletas, por vuestra fidelidad, apoyo incondicional y porque sois la 'afisiao' más guapa del mundo, os voy a regalar, yo, Ronaldo, de mi bolsillo, 500 euros para cada uno de vosotros. ¡Aúpa el Real Valladolid!». Seguro que muchos de los que tienen el odio tatuado en el intestino también vomitarían su ira contra el dueño del club tras el clip. «Vaya mierda, con el dinero que tiene, qué menos que mil euritos. Ronaldo, dimite, no nos representas. Vete a Ibiza o al Bernabéu». Me lo invento, pero la corriente hater, sobre todo en las redes sociales, más concretamente entre el personal que utiliza Twitter para escupir basura, iría en esa línea. No importa lo que haga, siempre hay un improperio entre los labios para quejarse porque sí, porque como pago un abono o tengo una bandera del Pucela en mi cuarto, puedo despotricar contra quien me dé la gana. Con saña. Tal vez con cierta envidia, por qué no decirlo.

El fútbol tiene un componente emocional que no posee el resto de las compañías, pero los clubes son empresas. Mírelo por donde quiera. El concepto romántico de que los clubes son de los socios desapareció cuando llegaron las sociedades anónimas deportivas. Ahora, hay unos señores que invierten su dinero, compran unas acciones y a partir de ahí forman una estructura, dibujan un proyecto y trabajan para que se cumplan los objetivos económicos que permitan terminar el ejercicio con el balance en verde. Créame, Ronaldo es el primer interesado en que el Real Valladolid juegue la Champions y aumente su precio de mercado de 25 a 300 millones. Si alguien garantiza que, si el astro se sienta en el palco, el Pucela gana fijo, estoy seguro de que Ronaldo se atornilla a la tribuna de Los Anexos para ver hasta los entrenamientos del mes de enero con el mercurio en el sótano del termómetro. Y eso que es brasileño. La tiritona del éxito. Lo estoy viendo.

Hago esta reflexión al hilo de la persecución que perpetran algunos odiadores profesionales sobre la figura de Ronaldo, que por ser el dueño del Real Valladolid debe abandonar su agenda personal y profesional para dedicarse en exclusiva al club. Es exagerado. El presidente ha modernizado el club, ha dado un lavado de cara enorme al estadio y tiene una estructura de profesionales, en todos los ámbitos, que llevan el día a día del club, que trabajan sobre un plan, con unas tareas, unos objetivos y con la misión de aportar unos resultados. Vamos, como cualquier empresa. Pero no, para el hincha que odia, Ronaldo tiene que abrir el estadio, cortar el césped, hacer el plan de marketing, limpiar el vestuario, decidir las alineaciones de Pacheta, llamar a los árbitros para hacer el ridículo como Laporta tras el clásico e incluso ir casa por casa, cada noche, para confirmar que los fieles y sentidos fans del Real Valladolid están en la camita, bien arropados, que el niño ha hecho los deberes y la cena no estaba fría.

Ronaldo no reporta a nadie más que al propio Ronaldo. Es su inversión y su dinero. Por más que les duela a los ¿fans? que se creen dueños del club, el parné lo puso el presidente que todo lo hace mal, según su sesgo. Las opiniones discordantes enriquecen el diálogo, pero cuando una parte vive para estar en desacuerdo con todo, el intercambio de impresiones se convierte en un frontón. Uno golpea y el otro encaja. Insulto sobre insulto. No resulta muy creíble, ni tampoco coherente, que una persona lo haga todo mal. Alguna cosa hará bien Ronaldo. Vamos, digo yo. Así, sin pensar demasiado, se me ocurren unas cuantas. Ha dotado al club de una estructura profesional, el estadio ya no es un saco de hormigón y hierros en estado de pre-abandono, ha exportado la marca Real Valladolid a todo el planeta, un mito como Rossi posó en su despedida con la camiseta del cuadro castellano y el blanquivioleta ha ondeado hasta en el Madison Square Garden. No hablemos del giro en el impacto social o la revalorización del propio sello albivioleta. Pero claro, eso no es suficiente. Si fuera una película de Summers, el título no sería 'to er mundo é güeno', sino 'to er mundo, sobre tó Ronaldo, é muy malo'.

A mí, particularmente, me la trae al pairo la vida personal de Ronaldo. Lo que me importa es que el Real Valladolid crezca con él y gane. Y, de momento, no tengo queja, aunque en el fútbol la gran diferencia con respecto a la empresa de neumáticos es que aquí no basta con hacerlo bien, sino que el balón tiene que besar la red para evitar disgustos. Le admiré como deportista. Como empresario me parece muy inteligente. Fíjese si lo será, que compró el Pucela a buen precio para tratar de revalorizarlo y ganar dinero. Es lícito. Dígame si usted no lo haría. En el camino, ha tenido que arriesgar su patrimonio y vivir los sinsabores que regala el fútbol, que no son pocos. Excluyo los alaridos de algunos haters porque son minoría. Lo que le decía, que me da igual donde esté, porque su presencia en el palco no garantiza nada. Ojalá se cumpla su plan y venda. Entonces, Valladolid tendrá un equipo asentado en Primera, un estadio nuevo y una ciudad deportiva que será el semillero de futuras ventas de jóvenes talentos.

Que Ronaldo esté en el Bernabéu viendo el clásico porque la multinacional que le ha pagado una buena cifra por la segunda parte de su serie es una anécdota. Al crack brasileño le habría gustado estar en Cornellá. O no. Porque a lo mejor le apetecía otra cosa. Eso no quiere decir que no sienta los colores y quiera que el Pucela gane. Tampoco significa que sea madridista, que lo será. Tenía un compromiso profesional y lo cumplió. Se imagina usted, abonado, que cada vez que falta a un partido en Zorrilla alguien le lapida por redes sociales diciendo: «oye, menganito, qué mal blanquivioleta eres, que ayer te quedaste trabajando». O, «eh, fulano, qué es eso de irte al merendero de tu primo y no venir al estadio». A que le parecería una grosería y una intromisión en su vida privada. Pues es lo que hacen los odiadores con cualquier gesto de Ronaldo. El presidente cobra. Lógico. El club es suyo y se pone un sueldo por todas las gestiones que hace para expandir la marca. Yo, en su lugar, me habría puesto una nómina más alta. Usted, hincha enfurecido, seguro que trabajaría por amor al arte.

El ejercicio que debe realizar el fiel y alborotado seguidor blanquivioleta, que siente más el club que el Pedro Zuloaga, es muy sencillo. Junte usted unos milloncejos de euros, haga una gestión con el gabinete de presidencia y presente una oferta por escrito para comprar el club. Si Ronaldo acepta, ya será libre de coserse al palco, de bajar al vestuario para increpar al árbitro de turno e incluso podrá emular el 'que te pego leche' que escenificaron Caneda y Jesús Gil. Cuando lo haga, póngase un escudo y unas orejeras porque habrá otros haters que también irán a por usted. Es ley de vida. Y si es usted brasileño, tiene dinero, lo ha sido todo en el fútbol y posee un balón de oro en el despacho, dese por jodido. Mientras no lo haga, su abono no le da derecho a controlar la vida del dueño del club y, mucho menos, insultarle cada vez que mueve un dedo. Aplauda, anime, quéjese, llore y ría. Lo que le dé la gana. Pero no insulte.

Yo tengo mi dinero, cuatro duros, en una entidad bancaria. No sé ni cómo se llama el presidente ni quiénes son los dueños. Lo que me importa es que la persona que me atiende en la sucursal lo siga haciendo con la misma amabilidad, que la app funcione correctamente y que mi dinero esté protegido. Lo que hagan los propietarios, sinceramente, me resbala. Es su vida. Como usted, que tendrá la suya y no le gustará que nadie le increpe solo por ocupar un cargo. Y menos cuando el Real Valladolid ya no es un guiñapo en manos de una gestión unipersonal. Ahora, el futuro emana de un trabajo coral y camina con paso firme hacia un futuro mejor. Y si no se lo cree, eche un vistazo a las noticias del club en la era pre-Ronaldo y entenderá que no 'to er mundo é malo'. Tampoco Ronaldo. Haya paz.

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