Las costuras abiertas y las canillas rilando
Gambeta larga ·
El Real Valladolid confunde la tensión con la autopresión y termina desquiciado, con El Yamiq como delantero centro, y el equipo hecho un guiñapoJuan ángel Méndez
Sábado, 14 de enero 2023, 16:50
1
Las lágrimas de Kenedy, los arrumacos a Weissman
Kenedy no estaba tan incisivo como otras veces. Apenas sacó la gambeta del armario. Duró 25 minutos. Un esprín para alcanzar un balón en profundidad ... le partió el muslo izquierdo. El brasileño rompió a llorar. No es para menos, el tren vuelve a dejar su butaca en blanco. Pacheta optó por Weissman, al que hizo arrumacos de novio recién enamorado antes de salir. El público rompió a aplaudir para respaldar al israelí, que suena para el Granada. Más allá de las filias, las fobias y el romanticismo, el 'nueve' ha perdido el hilo. No está. El Pucela no puede seguir así. De Guardiola poco que decir. El cuadro castellano necesita un francotirador sin venda, balas mejor que corchos.
2
La pizarra de Pacheta desnuda a un equipo quebrado
Pacheta entendió mal el partido. Buscó la verticalidad, un once punzante, pero lo que construyó fue un equipo roto, sin centro del campo, sin recursos para frenar a un Rayo que en la medular destila fútbol, oficio y calidad. Dos para tocar y tres para desbordar. Nadie para cerrar y construir. Kike y Monchu no la olieron, vivieron en la depresión y el desgobierno. Iván Sánchez se enredó en el regate y, con el dibujo descosido, a Plata le tocó quitarse el frac para ponerse el buzo azul. La ligazón se convirtió en una quimera. Los cambios tampoco ayudaron. La batalla pedía a Mesa, pero el técnico prefirió a Malsa. Indescifrable esta vez Pacheta.
3
La peor versión en el momento más complejo
El Pucela necesita pasar del 'hay que' al 'vamos a'. Las palabras ya no aportan nada. Es el momento de la acción. Las promesas sirven de poco si el equipo confunde la tensión para sacar el barco a flote con la autopresión. Ante el Rayo, el conjunto blanquivioleta exhibió su peor versión. La tranquilidad se ha escapado por el sumidero y a los futbolistas les tiemblan las canillas, no son capaces de construir y rilan cuando el contrario se asoma al área de Masip. Menos mal que el guardameta volvió a encender la mecha con un penalti parado. Lástima que sus compañeros echaran agua encima de la dinamita para firmar un inquieto bochorno.
4
Los cambios hacen más ancha y profunda la zanja
Matt Fenaert condecoró la hazaña mundialista de El Yamiq con una réplica enmarcada de la chilena que se sacó de la chistera el central blanquivioleta ante Francia. El homenaje se convirtió en una premonición. Pacheta debió ver buena la pose y transformó al defensa en delantero centro para buscar el empate a la desesperada en el epílogo. El técnico tardó una hora en entender la ecuación, pero tampoco consiguió despejar la equis. Todo lo contrario. Movió las fichas con idéntico desatino con el que dibujó el planteamiento en su libreta. Cuando metió a Aguado y Malsa, la distancia entre las líneas ya se había convertido en un abismo, en una falla inabordable.
5
Un profundo examen de conciencia para resucitar
Al Real Valladolid le cuesta jugar bajo presión. Cuando huele las brasas, se desmorona y pierde su esencia, el atrevimiento. Olvida el balón y quiere hacerlo todo antes de salir del vestuario. Es como si empezara una maratón, ansioso por terminar con el sufrimiento antes de dar la primera zancada. Quiere pisar el kilómetro 42 antes de recorrer los primeros cien metros. No entiende la madurez del juego como el camino para llegar al gol, lo que se traduce en una imprecisión infinita. «Nos ha faltado alegría y frescura», matiza Pacheta. La luz de alarma está encendida y las bombillas del vestuario apagadas. Era el día de correr como un pura sangre, no de arar como un percherón.
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