Vallisoletano y director deportivo del Mirandés y al que el fútbol le ha acompañado siempre en su vida, es más de patear los campos, los partidos de categorías inferiores, que de todas las herramientas del Big Data
De exitosa se puede considerar hasta la fecha, con las urgencias e inmediateces del propio fútbol, la trayectoria de Chema Aragón en el Club Deportivo Mirandés. Allí llegó, aprovechó su oportunidad y logró convencer y encontrar un hueco como director deportivo en el complicado fútbol profesional. Sí que es verdad que antes había hecho mucha mili tanto en Málaga, en el CD Guijuelo, como anteriormente en la agencia de jugadores, y más allá cuando entrenaba al Unión Delicias (Villa Ángeles) en la categoría juvenil nacional, al cadete del Arces o incluso a la vez que colaboraba en la radio con buenos maestros como los Ares.
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En el fútbol también se puede aplicar la cita cervantina de «quien lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho». Aragón, al que el fútbol le ha acompañado siempre en su vida, me temo que ha sido más de patear los campos de la provincia y región, los partidos de categorías inferiores, que de todas las herramientas del Big Data. Porque durante mucho tiempo ejerció también de ojeador. Una figura que hoy casi estamos jubilando desde el mismo momento en que las imágenes y videos de los jugadores entran para sustituirlo. Y sobre todo los datos. Algoritmos, infinitos, inabarcables. Estos entresacan tendencias, predicen comportamientos y hasta actitudes, aunque se olvidan de que en este fútbol de habilidades abiertas no siempre gana el que es mejor (aunque cuenten con el apoyo del dinero y de los poderes fácticos). Lo que antes un ojeador veía con sus propios ojos, valga la redundancia, y pasaba a un informe oral o escrito: «Ese futbolista vale», ahora forma parte de un entramado masivo de información que, procesada, llega a través de ordenadores: «Ese jugador marca el 68% de goles con la izquierda y hace tres faltas por partido». Los que saben de esto dicen que Chema Aragón es un gran conocedor del mercado.
Recuerdo una charla que mantuve con Santiago Llorente hace algunos años. De 1980 a 1992, el Real Valladolid se mantuvo en Primera división en una larga racha en la que tuvieron vital importancia tanto Llorente como Ramón Martínez, aunque ambos no completaron todo ese periplo aquí. Quizás con ellos surgió en España la figura del secretario técnico, luego director deportivo, de forma profesional con su despacho y responsabilidades. Unos años antes el presidente Fernando Alonso vio que con los fichajes de fuera no le valía y aprovechó los conocimientos tanto de Santi como de Ramón (este llegado desde el mítico Asklepios) para poner en la boca del aficionado el concepto cantera: jóvenes jugadores con hambre y de la casa. Y salieron. Vaya si salieron.
Un director deportivo decía Santi «debe dirigir y coordinar toda la actividad futbolística del club, pero también (de forma holística) el tema médico, la jardinería y la cantera de arriba abajo. Debe saber cuáles son los objetivos, cuál es el mercado de futbolistas a los que aspira y puede llegar. Por último, debe elegir la fórmula a través del juego y fichar entrenadores y jugadores que combinen en esa idea… Todo esto, siempre que el presidente te deje trabajar», remarcaba.
Chema Aragón tuvo buenos maestros en quien fijarse.
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