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El Camino

Jesús moreno

Viernes, 23 de octubre 2020, 13:48

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Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera. Con un final de la pasada liga tan atropellado, una pretemporada tan corta y un cierre de mercado de fichajes tan tardío, quizá no era el momento de poner en práctica una hoja de ruta revolucionaria, sino de un planteamiento para el presente curso más conservador, más continuista, renovando la confianza en un grupo que, con sus defectos y limitaciones, conocía el oficio y el modo de conseguir los objetivos.

Y, sin embargo, sucedieron así. El Real Valladolid ha decidido emprender un nuevo camino. Es el peor momento para una revolución liderada por incógnitas que apenas han jugado con éxito en alguna de las cinco grandes ligas. Pero el hecho de que haya renovación, la falsa sensación de que los cambios siempre son a mejor, y el puñado de caras nuevas que han sido presentadas en la sala de prensa del estadio José Zorrilla, han conseguido instalar en el imaginario colectivo que se ha dado el tan ansiado como ficticio salto de calidad.

Sergio González como entonces Daniel, el Mochuelo, acata el curso de los acontecimientos como una realidad inevitable y fatal. Desde hace año y medio, parte del entorno cuestiona todos y cada uno de sus planteamientos, infravalora el rendimiento obtenido y achaca poco menos que a la intervención de la diosa Fortuna la consecución de los objetivos. Es una sensación extraña, casi desagradable, descubrir cómo el técnico que rescató al club de los infiernos y lo clasificó en una de las mejores posiciones de los últimos veinte años, no haya recibido el reconocimiento unánime por lo que ha sido su trabajo hasta el momento. Más bien al contrario, ha sido premiado desde el club con la condena de tener que empezar otra vez de cero, como Sísifo; de formar, en el momento más inadecuado, un nuevo equipo con unos mimbres desconocidos e inexpertos en la alta competición. Sin posibilidad de coser esos retazos en pretemporada y sin la paciencia de un sector cada vez más numeroso que le negaba la responsabilidad en la victoria, pero ahora lo considera único culpable de los desastres de un equipo a medio hacer.

Sin Moyano en la plantilla y con Míchel en retirada, Sergio González se ha convertido en el sospechoso habitual de los males del equipo. Cuanto antes lo destituyan, antes descubriremos que el problema no estaba ahí.

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