Centro Sociosanitario Guardo, un cuarto de siglo comprometidos con tu bienestar
Celebra su 25º aniversario en una jornada marcada por la emoción, la memoria y el reconocimiento que evocan nuestras raíces
Martes, 14 de octubre 2025, 09:57
El pasado domingo, Guardo amaneció con ese aire de pueblo que se prepara para una cita importante. En el Centro Sociosanitario, los pasillos olían a flores frescas y a café temprano; los residentes se habían vestido con sus mejores prendas, las trabajadoras ultimaban detalles y la emoción se colaba, discreta, en cada gesto. No era un día cualquiera. El centro celebraba el Día Internacional de las Personas Mayores, pero también su 25º aniversario, una fecha que condensa un cuarto de siglo de historias, de cuidados y de humanidad compartida.
La directora del centro, Irma Blanco, abrió el acto con unas palabras que sonaron a gratitud y a conciencia. Agradeció la presencia de residentes, familias, trabajadoras, vecinos, asociaciones, autoridades y amigos del centro, y recordó que «las personas mayores no son receptoras pasivas de cuidados, sino agentes de cambio con un papel esencial en la construcción de una sociedad más justa». Su discurso, más que una introducción, fue una declaración de principios: la vejez no como un tiempo de espera, sino como una etapa con voz, con valor y con derechos.
El lema de este año, 'Las personas de edad impulsan la acción local y mundial: nuestras aspiraciones, nuestro bienestar y nuestros derechos', sirvió de hilo conductor para una jornada que combinó la celebración con la reflexión. Porque, como recordó Blanco, vivimos en un mundo que envejece rápido, y esa realidad exige decisiones valientes: garantizar atención sanitaria equitativa, proteger a los cuidadores y eliminar la discriminación que aún pesa sobre la edad.
Veinticinco años de historia compartida
El aniversario del Centro Sociosanitario de Guardo no es solo una cifra redonda. Es la huella de miles de días, de turnos largos, de conversaciones en los pasillos y de pequeñas victorias cotidianas. Desde su apertura, hace ya un cuarto de siglo, el centro ha crecido, se ha transformado y ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos sin perder su esencia: un modelo de atención que combina el cuidado profesional con la calidez humana.
«Nada de esto habría sido posible sin el esfuerzo de las trabajadoras y trabajadores que han pasado por aquí», subrayó la directora. Y lo dijo mirando a los asistentes, consciente de que muchas de esas manos que hoy aplaudían habían sido las que, durante años sostuvieron la vida diaria del centro: enfermeras, auxiliares, limpiadoras, cocineras, terapeutas... personas que, con su entrega, construyeron algo más que un lugar de trabajo. Construyeron hogar.
Una misa de recuerdos y ofrendas en los jardines
La eucaristía, celebrada al aire libre en los jardines del centro, fue uno de los momentos más emotivos del día. El sol de octubre se filtraba entre los árboles mientras los residentes ocupaban las primeras filas, acompañados por familiares y trabajadores. El sacerdote Raúl y el colaborador Tote –el otro cura, no estuvo el domingo, pero viene a menudo a celebrar misa–, habituales en el centro, presidieron una ceremonia sencilla pero cargada de simbolismo.
Durante las ofrendas, los residentes y trabajadoras presentaron distintos objetos que representaban valores compartidos: una manualidad por la sabiduría de las personas mayores; un corazón por las familias; una casaca y una corona por los cuidadores; un libro por la sociedad; y una tableta por el futuro. Cada gesto llevaba consigo una historia, una intención, un mensaje de continuidad. Porque en el fondo, esa es la misión del centro: mantener encendida la llama de la dignidad en todas las etapas de la vida.
La red invisible que siempre está
Después de las ofrendas, llegó el turno de reconocer a quienes, sin figurar en nóminas ni organigramas, están siempre que hace falta. Vecinos, familiares y amigos que acuden cuando surge una emergencia, que ofrecen su tiempo sin esperar recompensa.
«Forman parte de esa red silenciosa que sostiene muchas cosas sin hacer ruido», afirmó Blanco, mencionando de manera especial a David, Juan y Julio, nombres que representan a tantos otros voluntarios anónimos que, con su generosidad, dan sentido a la palabra comunidad.
Los nombres que sostienen la memoria
Finalizada la ceremonia, Marta Granja, trabajadora social del centro, tomó la palabra para dar paso al homenaje a los mayores, uno de los momentos más esperados y entrañables de la jornada. Con voz serena, recordó a quienes ya no están y anunció el reconocimiento a quienes encarnan la historia viva del centro.
Así se evocó la figura de Nazario García, antiguo residente y símbolo de longevidad, recientemente fallecido, cuya memoria sigue presente entre compañeros y trabajadores. Y, con emoción contenida, se rindió homenaje a Amanda Ruesga Villegas, de 102 años, actual residente más veterana.
Su historia, narrada con detalle, conmovió a todos: nacida en Aviñante, hija de Mariano y Felisa, fue una mujer de carácter firme, trabajadora incansable y emprendedora. Junto a su marido, Antonio, levantó un pequeño negocio familiar que con los años se convirtió en Autocares Vallejo, y más tarde en ABAGON, una empresa que transportó a generaciones enteras de guardenses.
«Amanda representa mejor que nadie lo que significa una vida de esfuerzo y superación», dijo la directora. Y en el aplauso que siguió, resonó el reconocimiento a toda una generación que hizo camino sin pedirlo, con la misma naturalidad con la que se respira.
Cuidar a quienes cuidan
El acto culminó con un homenaje a las trabajadoras y trabajadores del centro, pasados y presentes. La entrega de flores y placas fue el gesto visible de una verdad profunda: el valor de los cuidados está directamente ligado a las condiciones laborales de quienes los prestan.
«No podemos exigir excelencia si no garantizamos dignidad y estabilidad a quienes cuidan», recordó la directora, en un mensaje que trascendió los muros del jardín y apeló, con serenidad y firmeza, a la sociedad y a las instituciones.
El aplauso que siguió fue largo, sincero. Quizá porque, en un tiempo donde el cuidado parece a veces invisible, escuchar que la dignidad también empieza por los cuidadores resultó una forma de justicia.
Un día para celebrar, recordar y mirar adelante
Tras los discursos, la misa y los homenajes, el ambiente se relajó en un vino español compartido entre risas, anécdotas y fotografías antiguas. Por la tarde, el cantante Álvaro Medrano puso música al cierre de la jornada, en una actuación que combinó emoción y alegría, como si las canciones pudieran prolongar ese estado de gratitud que se respiraba en el aire.
Durante la semana, el centro había organizado actividades conmemorativas: un taller de musicoterapia, un mural colaborativo con los alumnos del CEIP Vegarredonda, una excursión a Velilla del Río Carrión y una exposición fotográfica que recorrió los momentos más significativos de estos 25 años. Pequeños actos, grandes gestos, que dibujan la historia de un proyecto hecho de manos y de afectos.
El legado de un cuarto de siglo
Veinticinco años después de su inauguración, el Centro Sociosanitario de Guardo no solo ha resistido el paso del tiempo: lo ha llenado de sentido. En un mundo que a menudo mide el valor de las personas por su productividad, este aniversario recordó que el cuidado, la memoria y la ternura son también formas de progreso.
En las palabras de la directora, en la emoción de los residentes, en las miradas cómplices de las trabajadoras, se percibía algo más que celebración: se percibía orgullo. Orgullo de haber construido un lugar donde cada historia cuenta, donde la vejez no es un silencio sino una voz que sigue diciendo «aquí estamos».
Y así, entre flores, música y palabras, el Centro Sociosanitario Guardo celebró no solo un aniversario, sino una forma de estar en el mundo. La de cuidar, acompañar y recordar que la vida merece ser vivida con dignidad hasta el final.