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Dos ejemplares de lobo ibérico recogidos en el centro de Robledo de Sanabria (Zamora).

¡Que viene el lobo!

La localidad zamorana de Robledo de Sanabria cuenta con un centro para dar a conocer los secretos de una especie emblemática de la fauna ibérica

JAVIER PRIETO

Viernes, 4 de diciembre 2015, 12:05

Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo!» es una expresión de cuento. Como «¡Soplaré y soplaré y la casa derribaré!». O «¿Dónde vas Caperucita por el bosque con esa cestita?».

En este caso, también es una expresión de júbilo: la que más se oye cuando los visitantes del Centro del Lobo Ibérico avistan los primeros ejemplares bajando por las laderas en las que se ubican los recintos de observación. Solo que en voz tan baja que apenas resuenan como susurros tras los que todo el mundo empieza a disparar con sus cámaras, móviles o lo que lleve encima. Cualquier cosa menos escopetas, claro.

La idea fundamental del centro es que cuanto más y mejor se conozca todo lo relacionado con esta emblemática especie de la fauna ibérica más fácil será su conservación, su manejo como especie y una convivencia pacífica y duradera con aquellos sectores agroganaderos que la ven como una amenaza para sus intereses.

Y el avistamiento de las dos manadas que conviven actualmente en el centro es, claro, el plato fuerte de la visita.

El Centro del Lobo Ibérico, ubicado junto a la localidad sanabresa de Robledo y gestionado por la Junta a través de la Fundación del Patrimonio Natural de Castilla y León, lleva abierto apenas un par de meses y, según sus responsables, estas primeras semanas de funcionamiento están siendo un éxito total. La gente tiene interés por saber cosas relacionadas con el lobo y, mucho más, por observarlo tranquilamente desde los puestos de los que dispone el centro.

Una experiencia que supone, para casi todos, un auténtico bautizo en estas lides: Sauron, Dakota, Jara, Atila, Clarita y Oscura los lobos (Canis lupus signatus) pertenecientes a las dos manadas que pueden verse en los recintos de observación son los primeros que ven en su vida. «Se trata de lobos socializados, no domesticados», aclara enseguida María José Rodríguez, técnica de la Fundación del Patrimonio Natural encargada de guiar a las visitas. «Son ejemplares que toleran a presencia del hombre pero que tienen un comportamiento similar al que tendrían en total libertad».

En realidad, todos los ejemplares que acoge el centro han llegado hasta aquí procedentes de otros centros de naturaleza debido a diversas circunstancias. Algunas tan curiosas como la que atañe a Jara, de piel oscura y nacida en 2013, que fue depositada de forma anónima en el Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de Villaralbo.

Al parecer, se trata de un ejemplar sustraído del entorno silvestre con la justificación de que la persona que lo tenía pensaba que se trataba de un perro hasta que... vio la orejas al lobo y decidió deshacerse de él dejándolo a la puerta del centro con una nota.

Otro de los ejemplares que viven hoy en Robledo, Brasa, tiene una dura historia a sus espaldas. Unas semanas después del incendio que en el año 2012 carbonizó 12.000 hectáreas en torno a Castrocontrigo (León) unos vecinos descubrieron que por entre las cenizas de aquel incendio deambulaba un cachorro herido, exhausto, con las patas al rojo vivo y unas quemaduras tales que hasta había perdido las uñas. Tras recogerlo y entregarlo al Seprona de la Guardia Civil, aquel cachorro, que acabó recibiendo el nombre de Brasa en recuerdo a su tragedia, fue llevado a un centro de recuperación de fauna en Zamora. Ahora Brasa trata de encontrar su lugar en alguna de las dos manadas del Centro del Lobo Ibérico.

En todos los casos se trata de animales que, por diversas razones, no pueden volver a ser reintroducidos en el medio natural. «No están preparados para ello pero tampoco son animales domesticados», insisten los monitores del centro.

Temor y fascinación

Que el lobo sea la única especie animal de nuestro entorno capaz de despertar semejante temor y fascinación al mismo tiempo se debe a su atávica relación con el hombre desde el Paleolítico, momento en el que este se hizo agricultor y ganadero y sus intereses entraron en conflicto con el lobo. Desde entonces, el lobo quedó integrado en su entorno vital tanto como el resto de las cosas que le rodeaban, dando pie también a un legado cultural, aumentado de generación en generación, que ha llegado hasta nuestros días.

Son las costumbres, leyendas, ritos, creencias o representaciones artísticas que han tenido al lobo como símbolo de la astucia, de la villanía, maldad... pero también de la inteligencia o del trabajo en equipo. De lo mejor o lo peor. No hay otra especie animal en la fauna ibérica que despierte sentimientos tan encontrados como el lobo, la primera especie animal que fue domesticada por el hombre. La visita al Centro del Lobo Ibérico, ubicado en un edificio cuya forma recuerda la de un cortellu, las trampas con las que este animal era cazado de forma tradicional en Sanabria, propicia también un repaso a todas esas cuestiones relacionadas con el lobo.

En el recorrido por las salas, el visitante repasa algunas muestras representativas del patrimonio material derivado de la relación entre lobos y hombres a lo largo de la historia: cuentos que han pasado a la tradición popular, instrumentos musicales en los que aparecen, herramientas, trampas, sistemas de defensa, réplicas arqueológicas en las que su figura ya estaba presente.

Pero también se hace una parada en el patrimonio inmaterial relacionado con esta especie: en una de las salas es posible acudir, a oscuras y alrededor de una lumbre, a las historias, chascarrillos, canciones o anécdotas que relatan los propios vecinos de la zona. Una experiencia íntima que es posible gracias a un estupendo montaje audiovisual.

En una sala contigua la visita se detiene en la relación de esta especie con la ciencia. La exposición de diferentes instrumentos de seguimiento en otra de las mesas recuerda el esfuerzo hecho por los investigadores a los largo de las últimas décadas para desentrañar los rasgos y comportamientos biológicos de una especie que era completamente desconocida para la mayoría.

Por supuesto, enseguida aflora el recuerdo del más conocido de sus investigadores, Félix Rodríguez de la Fuente, especialmente porque la labor de divulgación y sensibilización llevada a cabo a través de su obra en los años 70 del siglo XX consiguió salvar a esta especie de la extinción segura. Si España es el último rincón de la Europa occidental en el que aún perviven lobos en libertad, el único donde no se han extinguido, es porque cuando estaban a punto de hacerlo él consiguió cambiar la percepción que se tenía delos lobos: de alimañas pasaron a ser considerados como auténticas joyas de la fauna ibérica.

Y gracias a ese cambio de visión sobre el lobo, hoy puede decirse que en España perviven en torno a unos 2.000 o 2.500 ejemplares. Y que una buena parte de ellos tienen su hábitat en el entorno de la zamorana Sierra de la Culebra, Sanabria y el vecino parque natural portugués de Montesinho.

El lobo es un animal astuto, de hábitos nocturnos que esquiva al hombre todo lo que puede. Las empresas que se dedican a organizar avistamientos de lobos en libertad en recorridos por la zona apenas pueden aventurar que se verán en un 10% de las ocasiones. Aquí está garantizado. Así que cuando se atisba la figura de alguno de los lobos de Robledo entre las sombras del pinar, sentir un bombazo de excitación y susurrar «¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo!» no es un aviso para salir corriendo. Todo lo contrario: un espectáculo fascinante está a punto de comenzar.

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