Ana María Shua | Escritora argentina
«Tenemos que olvidar que somos mortales para poder seguir adelante»Autora prolífica y con trabajos publicados en 16 idiomas, ha presentado en la Biblioteca su última obra, 'El cuerpo roto', sobre las enfermedades
Ana María Shua (Buenos Aires, 1951) ha sido no solo una escritora voraz, sino también una lectora. 'No se lee en la mesa', 'Apaga ya ... la luz' o 'Sal a jugar con otros chicos' eran frases que escuchaba cada día de pequeña. «Pero yo solo quería leer, leer y leer», reconoce. Con su último libro de cuentos, 'El cuerpo roto', de Páginas de Espuma, ha viajado desde Argentina hasta Madrid y desde allí se ha desplazado a Sevilla, Salamanca o Palencia, para presentar en la Biblioteca Pública de la capital su más reciente publicación, donde escribe sobre la enfermedad desde distintos puntos de vista,
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–Ha escrito cuentos, poesía, relatos, microrrelatos y novela. ¿Dónde se siente más cómoda?
–Sí, he escrito de todo excepto dramaturgia. Incluso escribí guión de cine y tengo dos películas. Me siento más cómoda en la narrativa, ya sea novela, cuento y microrrelato. En España, me conocen más por microrrelatista y en mi país, soy escritora. Incluso en mi país durante mucho tiempo fui considerada escritora erótica.
–¿Por su obra 'Los amores de Laurita'?
–Sí, ese trabajo fue un best seller y ahí sí que había erotismo. Entonces ya me colgaron el 'sambenito' de escritora erótica. Todos mis libros anteriores desaparecieron y ya solo podía hablar de eso.
–¿Qué se necesita para escribir un buen microrrelato?
–No puedo decir exactamente qué se necesita porque en mí es algo natural. A mí me gusta mucho trabajar con la brevedad. Estamos trabajando en un mundo pequeño y entonces en una habitación pequeña los muebles no pueden ser muy grandes. Es muy importante recordar que un microrrelato no es mejor cuanto más breve. Y nunca es un resumen de algo más largo. No hay que tratar de forzarlo a convertirse en un microrrelato cortándole el talón o los dedos de los pies como las hermanastras de Cenicienta para entrar en el zapatito de cristal.
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–Su obra ha sido traducida a 16 idiomas. ¿Eso da orgullo o vértigo, o las dos cosas?
–No, no, da orgullo. Vértigo no, porque fue muy lentamente a lo largo de muchos años. Yo ya tengo 74 años, así que fue poco a poco que se fue produciendo y estoy muy orgullosa. A los 16 años publiqué mi primer libro, pero a los 10 años ya era la más famosa poetisa de toda mi escuela de Buenos Aires.
–¿Es la primera vez que venía a Palencia?
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–Sí, estoy muy agradablemente sorprendida. Me encantó la ciudad, me llevaron a caminar un poquito aquí por el centro. Es pequeña y cómoda, y tiene una escala humana y me gustó muchísimo. Y también a mi marido que es arquitecto.
«Son esenciales. Y están ahí, sufriendo y pasándola mal, casi tan mal como el paciente mismo»
– A los palentinos les habló de su nuevo trabajo, 'El cuerpo roto'...
–Sí, son todos cuentos que tienen que ver de distintas maneras con un cuerpo roto, ya sean enfermedades, accidentes y hasta una pérdida de la virginidad.
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–En esta obra, mira a la enfermedad desde distintos puntos de vista.
–Así es, desde el paciente, el médico y los cuidadores. Les he dado menos lugar a los médicos, pero tienen su cuento y su lugar en otras historias. Y doy más espacio al paciente y a los cuidadores.
–¿Cómo de importantes son los cuidadores en una enfermedad?
–Son importantísimos, son esenciales. Y están ahí sufriendo y pasándola mal, casi tan mal como el paciente mismo, tratando de ayudar como sea y sin nadie que los cuide a ellos.
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«Un microrrelato no es mejor cuanto más breve. Y nunca es un resumen de algo más largo»
–¿La enfermedad es un tema que obsesiona al ser humano?
–Yo creo que el ser humano tiene en sí una contradicción. Por un lado, la conciencia de la mortalidad. Y por otra parte, la necesidad de olvidar constantemente que somos mortales. Porque si no, no podríamos vivir, no podríamos seguir adelante. ¿Qué sentido tiene todo lo que hacemos si finalmente nos vamos a morir? Entonces hay que borrar esa parte de lo que sabemos y dedicarnos a la vida.
–La enfermedad ha ocupado páginas y páginas de literatura a lo largo de la historia...
–Muchísimos autores de todo el mundo han escrito acerca de la enfermedad, de los médicos y de los pacientes. Además ha tenido distintas etapas de acuerdo a las epidemias que azotaron a la humanidad. En su momento, la tuberculosis fue un tema literario por excelencia. Después, en el siglo XX tuvimos el sida y en el siglo XXI, la covid. Las epidemias nos acompañan y más allá está el cáncer y el Alzheimer, que son dos enfermedades que tienen que ver con el aumento de la longevidad.
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–¿Hay una parte autobiográfica y otra más ficcionada?
–Absolutamente. Cuando escribí mi primera novela, 'Soy Paciente', tenía 28 años y estaba sanísima. Nunca me habían internado en ningún hospital, pero después la vida me fue trayendo otras experiencias que también me sirvieron, a un escritor todo lo que vive le sirve de un modo u otro para la literatura. Así, las enfermedades propias y las ajenas, me fueron sirviendo de material para algunos de mis textos.
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