La demanda de alimentos y productos básicos en Palencia se dispara más del 40% en un año
Familias jóvenes con hijos y trabajadores autónomos que han perdido el trabajo se incorporan a la lista de solicitantes de ayudas
La pandemia paralizó el mundo hace ya más de un año. El confinamiento domiciliario obligó a adoptar el teletrabajo, a tener las clases 'on-line' ... y a aprender a vivir sin pisar la calle, sin pasear y sin relacionarse. Pero, también empujó a muchas familias a un precipicio, a un castillo de naipes que se derrumbaba sin poderlo evitar. Muchas personas perdieron su trabajo, otras comenzaron a cobrar unos ERTE que tardaban demasiado o eran escasos y los ahorros, grandes o pequeños, fueron desapareciendo, sin que la situación mejorase.
El año de la pandemia, marcado por la crisis sanitaria y por la cantidad de vidas que ha sesgado, ha provocado un terremoto económico, que ha acentuado hasta un 40% las necesidades de los palentinos. El Banco de Alimentos, Cáritas y Cruz Roja han incrementado su trabajo, a pesar de las adversidades y de las restricciones, para poder llegar a todas las personas en 2020. Pero, más de un año después de la llegada de la covid a Palencia, estas necesidades no han menguado.
«No quiero ser pesimista, pero la situación no está mejor. Creo que aún no hemos llegado al pico de necesidades. Ojalá me equivoque, pero creo que abril, mayo y junio, van a ser meses aún muy duros», afirma Rosa Ortega, secretaria del Banco de Alimentos de Palencia. «Los meses han pasado y las cosas no han mejorado nada. Muchas personas siguen sin poder trabajar», señala, por su parte, Eva Alemañ, presidenta de Cruz Roja Palencia.
«Han acudido a nosotros muchas personas nuevas, con empleos inestables, autónomos con negocios pequeños que no han podido continuar y trabajadores de economía sumergida», explica Gloria Alonso, de Cáritas Palencia.
La covid ha variado el perfil de las personas que ahora mismo, en la situación actual, necesitan ayuda económica o alimentaria por la falta de ingresos. Gente joven, normalmente con familia, que siempre han gozado de un trabajo y de unos ingresos y, de repente, se han visto sin nada. «El autónomo pequeño, que puede ser el dueño de un bar, obreros, camareras que al cerrar la hostelería cobran poco ERTE o no lo han cobrado aún... Incluso pueden tener el negocio abierto, pero si tienen familia y gastos fijos, con unos ingresos bajos, necesitan ayuda», explica Rosa Ortega.
«Se han incrementado las necesidades de la gente, sin duda», afirma Eva Alemañ. «Muchas personas que no era usuarios de Cruz Roja han tenido que venir este pasado año porque necesitaban ayuda de alimentación, de primera necesidad y de alimentos infantiles», argumenta.
Los datos de 2020 están ahí para subrayar el aumento de usuarios, de trabajo y el empobrecimiento de la población, tanto de la capital como de la provincia, con esta crisis, que aún no ve la luz al final del túnel.
Cáritas ha tenido que incrementar un 43% sobre lo estimado para el 2020 en la cobertura de necesidades básicas en la sede –aún no están contabilizados los datos de las Cáritas parroquiales– y ha llegado hasta los 660 usuarios. En ayudas directas, ha entregado 58.532 euros y 13.336 euros más en especia. Además, 118 personas han estado en procesos de integración en el Programa de Acogida. No se trata de personas sin hogar, sino que es un plan de seguimiento y una intervención con una familia.
El Banco de Alimentos, que necesita una carretilla nueva, estima que las necesidades han aumentado un 46%. Ha pasado de atender a 2.180 usuarios en 2019 (367 familias) a tener que llegar a los 3.610 usuarios (537 familias). Por primera vez han tenido que dar directamente comida a usuarios, siempre derivados de los asistentes sociales. «Es algo extraordinario y solo es debido a la pandemia. Son urgencias alimentarias que estamos dando, hasta que esto se normalice un poco», argumenta Rosa Ortega, cuya organización entrega los alimentos a las asociaciones, que son las encargadas de dárselo a las familias.
Sin la memoria aún presentada, desde Cruz Roja calculan que se ha crecido entre un 30 y un 40% también. A través del Programa Responde, que se activó para socorrer las necesidades más urgentes cuando saltó la pandemia, se ha llegado a unas 7.000 personas. Mientras que usuarios directos de la institución humanitaria han llegado a los 13.000, cuando otros años solía ser unos 7.000 o así.
Y después de atender día a día a tantas personas necesitadas, Eva Alemañ tiene claro qué ha sido lo más duro de esta pandemia, que aún no ha terminado. «La soledad de las personas mayores. Personas que han estado solas, sin ayuda familiar y que no podían recurrir ni a sus vecinos, porque estaba todo el mundo confinado», reconoce. «Nos hemos comunicado con ellos con el servicio de teleasistencia y hemos notado su aislamiento y desesperación por la soledad o por haber perdido a algún familiar», añade. Cruz Roja, a nivel nacional, abrió una línea de apoyo psicológico, muy demandada en los meses más duros.
Acercar unos medicamentos o alimentos a una persona mayor y comprobar que su estado anímico es muy bajo y que solo le envuelve la soledad y la tristeza. A esa persona se le hacía un seguimiento, se le acompañaba en más ocasiones. «Este año hay que destacar la intensidad con la que hemos trabajado con las personas y en la mayoría de los casos no han sido algo puntual, veíamos cómo estaban y les hacíamos un seguimiento», afirma, por su parte, María Merino, coordinadora de Cruz Roja en Palencia.
Un año duro y un año difícil, sin duda. Con situaciones concretas que no olvidarán nunca. A Gloria Alonso le cambia el tono de voz al recordar el drama vivido por varias familias. «Cuando terminó el estado de alarma comenzaron a llegar, a las familias que estaban en situación de asilo y refugio, la denegación de la solicitud de asilo. Estaban trabajando, en una situación normalizada, que llevaban ya un año o más aquí. Es un drama enorme, de pasar de la normalización, de vivir de su trabajo, de mantener una casa alquilada a pasar a la clandestinidad. Muchas de estas familias no pueden volver a sus países de origen».
La pandemia azotó a todos y obligó a variar sus costumbres, sus rutinas y a encerrarse en casa. «En el confinamiento de marzo, veníamos solo una persona a repartir los pedidos y se daba una hora distinta a cada familia. Se ponían los alimentos en la puerta, venían y lo cargaban. Así nos hemos ido arreglando, colaborando mucho con Cruz Roja porque ellos también reparten a familias», recuerda la secretaria del Banco de Alimentos.
«Se mantuvo presencialmente la ayuda de alimentos y espaciamos las entregas. Reaccionamos rápido, nos organizamos y pudimos dar la atención que necesitábamos dar en ese momento. Creo que hemos llegado a todas las personas que nos han solicitado ayuda», afirma, por su parte, la presidenta de Cruz Roja.
«Ha sido un año complejo, por la organización interna y por el aumento de demanda. Todos estábamos afectados por la misma situación de pandemia, pero con la tensión de tener que dar una respuesta mucho más incrementada y adaptándonos continuamente a los cambios de escenarios, a las restricciones y a necesitar más personal por los grupos reducidos y por todo», reconoce Gloria Alonso.
Cáritas acogió a unas 500 personas sin hogar el año pasado, entre el albergue de Transeúntes (pasaron 472 personas) y el que habilitaron con el apoyo económico del Ayuntamiento en el Seminario Menor, que albergó a 91 personas, hasta que cerró en junio. Algunos usuarios utilizaron ambos alojamientos a lo largo del año por lo que el cálculo es de medio millar de personas.
Y, a pesar de que la situación de pandemia siga sin estar controlada, siguen desarrollando proyectos y actividades para tratar de cubrir todas las necesidades, como la atención integral de Cruz Roja a personas sin hogar . «Sale un grupo de voluntarios los jueves para acercarse y ofrecerles abrigo, bebidas calientes o contactar con ellos para ver la manera de sacarles de la calle», comenta Eva Alemañ. Arrancó en febrero y ya cuenta con 17 voluntarios.
La pandemia significó dar un portazo a las partidas de cartas, a las conversaciones o a los juegos de mesa. «En la zona norte de la provincia, con tablet donadas por BBVA, trabajamos la memoria con los mayores. Son actividades 'on-line' porque muchas personas nos han comentado que han notado cómo sus familiares han perdido muchas facultades por la soledad», cuenta Eva Alemañ.
Por su parte, Cáritas lleva meses trabajando para dignificar la ayuda a los necesitamos. «Con la covid, el no dar la especie y para que la persona tenga derecho a elegir, se genera una relación de confianza y de ajustar mejor las necesidades de la familia. Hay distintas modalidades y estamos viendo la más operativa. En principio se hace valoración, se ajusta el presupuesto que necesita la familia para hacer frente a sus necesidades y se le da quincenalmente un importe económico y la persona entrega una valoración de los gastos y se hace seguimiento. Es más digno, ajustado y muy a la medida que se requiere», agrega.
Una red invisible formada por las distintas organizaciones, como pueden ser Cáritas, Cruz Roja y el Banco de Alimentos, entre otras, evita la caída y ayuda a los que lo necesitan, tendiéndoles una mano cuando están en el peor momento. Colaborando entre sí, con los Ceas y con las instituciones de Palencia llegan a los que solo ven oscuridad. Y este 2020, el año más oscuro de los que muchos recordamos y recordaremos, han creado la red más fuerte que nunca, más segura, para que nadie caiga al vacío.
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