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Jesús García-Prieto
Domingo, 25 de mayo 2025, 14:52
Con 62 años de vida, el Cineclub Calle Mayor no solo ostenta el título de ser el más antiguo de España en activo, sino que se ha convertido en un pilar esencial de la vida cultural palentina. Bajo la dirección de Roberto Martínez, este espacio ha proyectado más de 2.300 películas y ha llevado a los espectadores a viajar por el mundo a través de la gran pantalla, sin moverse de su ciudad.
La historia del Cineclub Calle Mayor se remonta a 1950, cuando un grupo de jesuitas, liderados por el padre Tabernero, decidió impulsar una iniciativa cultural en los bajos de la Iglesia de San Francisco y junto a él, otros nombres propios del cine en Palencia como José María Alonso de Lomas, Santiago Rivero y Ruiz de Gopegui. Allí nació el Cine Luises, un espacio que, en 1963, se transformaría en la sede del Cineclub Calle Mayor. El nombre elegido no fue casualidad: Calle Mayor, la icónica película de Juan Antonio Bardem estrenada en 1956, sirvió de inspiración y eso pese a que este filme solo tenga una escena rodada en Palencia.
«La película Calle Mayor significa mucho para nosotros. Refleja el espíritu de la ciudad en una época difícil, bajo la dictadura, cuando Bardem fue incluso detenido durante su paso por Palencia. Es un cine social, de provincia, que conecta con nuestra identidad», explica a Ical Roberto Martínez. Aquel filme marcó el tono de un proyecto que buscaba no solo entretener, sino también provocar reflexión y diálogo.
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Durante 41 años, el Cine Luises fue el hogar del cineclub, un lugar donde las proyecciones se convirtieron en un ritual para los palentinos amantes del cine. En 2004, trasladó sus sesiones a los Cines Avenida, donde cada lunes, en dos sesiones (17.30 y 20.30 horas), los socios y asistentes disfrutan de películas cuidadosamente seleccionadas. Pero la experiencia no termina cuando se apagan los proyectores. Tras cada proyección, se celebra un coloquio en la misma sala.
El Cineclub Calle Mayor no solo es longevo, sino también independiente. A lo largo de sus 62 años, ha logrado mantenerse al margen de cualquier organización económica o institucional. «Siempre hemos sido independientes. Las ayudas públicas han sido pocas y testimoniales. El verdadero motor del cineclub son los socios, con sus cuotas y su compromiso. Sin ellos, esto no sería posible», asegura.
Con aproximadamente 300 socios, ha sabido adaptarse a los desafíos de un mundo donde la oferta cultural y de entretenimiento es abrumadora. «Antes, ir al cine era una costumbre, porque no había tantas distracciones. Ahora, con las plataformas digitales, los viajes y la variedad de ocio, mantener a los socios es un reto constante. Pero seguimos adelante gracias a su apoyo y al trabajo desinteresado de quienes estamos detrás», explica Martínez. Desde la búsqueda de películas hasta la gestión administrativa o la atención a nuevos socios en la puerta del cine, todo se hace de manera voluntaria.
El Cineclub Calle Mayor se distingue por su apuesta por el cine independiente y de calidad, películas que a menudo no llegan a las salas comerciales. «Nos nutrimos de los festivales más prestigiosos, como Cannes, Berlinale, San Sebastián o Venecia. Traemos películas que han sido premiadas o que han destacado en estos circuitos, muchas de las cuales no se distribuyen ampliamente o incluso no llegan a estrenarse en España», detalla.
Esta entidad también ha sabido evolucionar con los tiempos. Si en sus inicios predominaban las películas nacionales, en línea con la producción española de los años 60, hoy su programación abarca un espectro global. «Hemos proyectado desde clásicos de la Nouvelle Vague francesa hasta cine alemán de Fassbinder o películas asiáticas que reflejan nuevas formas de narrar», señala el presidente.
Un ejemplo reciente de esta vocación por rescatar joyas del cine fue la proyección de una película icónica de Billy Wilder tras su fallecimiento, una forma de rendir homenaje a grandes maestros del séptimo arte.
A lo largo de sus seis décadas, el cineclub se ha enfrentado numerosos desafíos, desde la censura de la dictadura hasta la irrupción de las plataformas digitales y la crisis de la pandemia. Durante el franquismo, cuando muchas películas eran vetadas por su contenido crítico o social, logró proyectar obras que, en otros contextos, habrían sido prohibidas. «Nunca tuvimos problemas con la censura aquí en Palencia. Incluso películas incómodas, que abordaban temas como la prostitución o la vida en los márgenes, se proyectaron sin inconvenientes», recuerda.
La pandemia de 2020 supuso otro gran reto. Durante tres meses, las proyecciones se detuvieron por completo debido a las restricciones. Sin embargo, el cineclub demostró su resiliencia. «En cuanto se permitió reabrir los cines, nos adaptamos. Cambiamos horarios para cumplir con el toque de queda, respetamos las distancias entre butacas y usamos mascarillas. Creamos un grupo en 'Telegram' para mantener informados a los socios y actualizar cualquier cambio», explica.
Uno de los aspectos más queridos por los socios son las charlas-coloquio que siguen a las proyecciones de la segunda sesión. «Es una tradición que enriquece la experiencia. Después de la película, los que quieren se quedan a hablar. Se comenta la música, los parecidos con otras obras, cosas que no habías percibido al ver la película. A veces, alguien aporta una perspectiva que te hace cambiar de opinión o ver la historia de otra manera», cuenta Martínez. Estas tertulias no solo profundizan en el cine, sino que también crean un espacio de encuentro y diálogo, donde se cruzan el arte, la literatura y la vida misma.
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