Cuando el Cristo del Otero mola más que Australia
Tiffany Gray huye del caluroso verano en Sidney para volver a ver la villa romana de La Olmeda o dar de comer a los ciervos en el monte El Viejo
Esther Bengoechea
Lunes, 27 de marzo 2017, 17:24
La primera vez que Tiffany Gray pisó suelo palentino todavía coleaban las fiestas de San Antolín y aún tuvo tiempo para probar las tapas en las casetas de Abilio Calderón. Eran los primeros días de septiembre de 2015 y la joven australiana de 21 años llegaba a la capital del Carrión con su mochila de 30 kilos a la espalda, dispuesta a aprender castellano (no sabía ni una palabra), trabajando como au pair en casa de Luciano y Eva, y sus tres hijos (Alonso, Irene y Evita).
«Todos los australianos que conozco aprenden el idioma en Sevilla. Pero yo pensé que aquí nadie hablaría inglés, mientras que en Sevilla hay mucho turismo», argumenta Tiffany, con una sonrisa. «Y al final, Palencia era sin duda la mejor opción ¡No me habría enamorado tanto de España si hubiera ido a Sevilla, porque es una vida muy diferente a la de aquí!», señala. Y habla realmente con conocimiento de causa, porque viajó hasta Sevilla mientras estuvo aquí.
Tiffany decidió dar un giro a su vida hace menos de dos años cuando, siendo alumna de Derecho, se dio cuenta de que no era feliz. Decantándose por aprender un idioma, decidió cambiar de vida y dejar atrás Sidney, donde estudiaba, y su Wollongong natal. «Mi padre me dijo que no me preocupase ni tuviese miedo, que solo estábamos a un avión de distancia», rememora, ya que lo que separaba su casa de Palencia eran, ni más ni menos, que 24 horas de viaje con escala en Catar.
Escapadas
No se arrepintió ni un segundo de haber escogido Palencia, con su frío, sus nieblas y su gente. Viajaba cada fin de semana con su familia española, como ella les denomina. Aún le brillan los ojos cuando recuerda la primer vez que visitó la villa romana de La Olmeda, la Cueva de los Franceses, el castillo de Monzón de Campos o San Pedro Cultural en Becerril. También llegaron más allá de la provincia palentina a bordo de su Volvo XC90, con capacidad para todos. Visitaron Cantabria, Asturias, Galicia, Andalucía, Cataluña o la Comunidad Valenciana. Adora la sidra y la fabada, la paella, el jamón «del bueno» y la tortilla de patatas. «Todas los au pair que conozco iban al gimnasio todos los días para hacer deporte, pero aún así engordaban», reconoce Tiffany.
La primera vez que se despidió de su Palencia querida ya tenía en mente cuándo iba a volver. Consigo se llevó el imán de Cristo del Otero que preside el frigorífico de sus padres en Australia y regalos para sus siete hermanos y sus padres. Se matriculó en Psicología y volvió a la universidad, con más fuerza que antes.
No dejó de mantener el contacto con su familia española. Tienen un grupo de whatsapp por el que se comunican todas las semanas. Cuando está en Palencia, el grupo se llama Tiff está en España y ahora mismo, que se encuentra en Sidney, se llama Tiff volverá a España.
La australiana enamorada del Cristo del Otero volvió a Palencia el segundo día del año 2017, aprovechando que en Australia disfrutaban de las vacaciones de verano. «Pasé las Navidades con mi familia australiana y vine a disfrutar de los Reyes Magos con mi familia española», afirma. Algo que no podrá olvidar nunca, por mucho que lo intente, será el día de Las Candelas y la tradicional matanza del cerdo en la Plaza Mayor. «No me podía creer que los niños no tuviesen miedo. Si esto ocurriera en Australia, la gente estaría conmocionada», reconoce.
«Allí las distancias son mayores y quedar es difícil»
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Tiffany visitó la fábrica de Renault y la cárcel de La Moraleja en Dueñas. También subió al Cristo del Otero, bajó a la cripta de la catedral y fue a «conocer el pueblo con el primer ayuntamiento de España, que está en Brañosera», afirma.
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Desde el primer momento, le encantó la cultura de aquí, esa de quedar e ir con los amigos de un bar a otro, tapeando y tomando cañas. «Quedamos en el Perico y luego vamos la Mejillonera o al Portal», afirma. «En Australia, si quedas en un sitio, estás en el mismo lugar todo el tiempo porque las distancias son muy largas y verse no es tan fácil como aquí», añade.
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La última noche que pasó en Palencia todos sus amigos y su familia española le organizaron una fiesta sorpresa en casa de Luciano y Eva. «Cuando entré, las luces estaban apagadas. Vi la mesa del salón llena de comiday de repente todos se levantaron de su escondite y gritaron ¡¡Sorpresa!!», recuerda Tiffany. «Lo pasamos bomba. Cantamos y bailamos hasta la madrugada», agrega.
Lo que más echa de menos de Palencia -retornó a Australia a finales de febrero para comenzar segundo de Psicología- es «poder ir caminando a todos los sitios, sentirse segura por la calle, conocer a un montón de gente o subir a ver los ciervos al monte El Viejo», afirma. Tiffany está convenciendo a sus padres para que vengan en verano a Palencia. No hablan ni una palabra de castellano, por lo que su hija intenta darles clase. «Pero no hay manera con ellos. Si les digo Os quiero, ellos me responden Bon nuit o Grazie», explica.
Reconoce que los restaurantes españoles que hay en Australia no tienen nada que ver con la cocina de aquí, por lo que se ha puesto el delantal y ha deleitado a los suyos con tortilla de patatas, champiñones y gambas al ajillo o incluso alioli. Le encantaría que su familia probase los garbanzos con langostinos, la receta estrella de Luciano, pero ese plato tiene que cocinarlo él.
Tiffany lleva siempre a Palencia en su corazón y tiene en mente «volver en el futuro, después de graduarme con un visado working holiday», concluye la joven australiana, que adora la niebla local.
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