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Fotografía de la médico Virginia Apgar tomada por Ann Zane Shanks en 1966.
El primer examen de la vida

El primer examen de la vida

El test de Apgar valora con cinco parámetros muy simples la salud del recién nacido

Berta Muñoz Castro

Domingo, 9 de abril 2017, 00:21

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«¡Nadie, absolutamente nadie, va a dejar de respirar en mi presencia!» («Nobody, but nobody, is going to stop breathing on me!»). La certeza de que la mayoría de las muertes neonatales ocurrían en las primeras 24 horas de vida llevó a la pediatra Virgina Apgar (Nueva Jersey 1909-Nueva York 1974) a desarrollar un método que, de forma sencilla y rápida, le permitía valorar el estado de los recién nacidos.

Se trata del test de Apgar, uno de los avances más importantes de obstetricia del siglo pasado que, sesenta y tantos años después, se sigue utilizando por especialistas (pediatras o enfermeras) de todo el mundo para valorar la vitalidad y el bienestar de los bebés justo después de nacer.

¿Y cuáles son esos parámetros que determinan la salud de los bebés nada más pasar el trance del parto? Cinco: color, frecuencia cardíaca, respuesta a estímulos, esfuerzo respiratorio y tono muscular.

A cada uno de los parámetros se les da una puntuación de 0, 1 o 2; luego se suman todos obteniéndose un valor final entre 0 y 10. Se puntúa al minuto y a los cinco minutos de vida y al final se obtienen dos números: el primero corresponde a la puntuación al minuto 1 de vida y el segundo al minuto 5. Ejemplo: 8/9 (es decir, un 8 al minuto de vida y un 9 a los 5 minutos de nacer).

Aseguran en la Asociación Española de Pediatría que «las puntuaciones de 10 son poco frecuentes, porque la mayoría de los recién nacidos obtienen una nota de 1 en el color, pues suelen tener cierta palidez y las manos y los pies azulados cuando nacen». «Generalmente las puntuaciones de 7 o superiores indican una buena adaptación a la vida tras el nacimiento. Si está por debajo de 7, el bebé necesita ayuda para adaptarse. La mayoría de las veces la estimulación, secándolo, por ejemplo, es suficiente», explican.

La prueba de Apgar se comenzó a poner en práctica en 1949 y se publicó en el número de julio-agosto de 1953 de la revista 'Current Reasearches in Anesthesia and Analgesia' con el título 'A Proposal for a New Method of Evaluation of the Newborn Infant' y desde entonces ha contribuido a reducir de forma considerable la mortalidad en los paritorios de todo el mundo.

Una mujer ejemplar

Virgina Apgar soñaba con ser cirujana, pero durante toda su vida trabajó como anestesista y pediatra. Amante de la música (tocaba el cello y el violín), apasionada de la jardinería y profesora de Columbia, dedicó su existencia al estudio de los efectos de la anestesia en mujeres embarazadas y las razones de las muertes prematuras de los bebés. Cuentan que finales de la década de 1950, había asistido a más de 17.000 nacimientos. Su trayectoria le granjeó muchos reconocimientos, entre ellos, ser la Mujer del Año de 1973. 

Una década antes, en 1963, el pediatra Joseph Butterfield, con el objetivo de que sus alumnos memorizaran el test, generó un acrónimo válido en muchos idiomas, con las cinco letras del apellido de la doctora Apgar: Apariencia, Pulso, Gestos, Actividad y Respiración. Hoy en día, es lo primero que aprende un residente de pediatría cuando empieza a atender a recién nacidos.

Era una ávida coleccionista de estampillas y sus viajes por todo el mundo le permitieron aumentar su colección. Jugabaal bádminton, al béisbol y al golf y aprendió a pilotar un avión, con el que sobrevolaba Nueva York. En una época en la que la maniobra de Heimlich todavía no existía, salvó la vida de 16 personas con obstrucción de la vía aérea por alimentos, en restaurantes o en la calle. Siempre llevaba consigo un pequeño tubo y un bisturí para realizar cricotirotomías.

Dicen los pediatras que el test por el que que se recordará siempre a esta mujer ejemplar es «una herramienta para una evaluación rápida del estado y la vitalidad del recién nacido tras el nacimiento y no predice el estado de salud futuro que tendrá el recién nacido». Pero ya lo dice el refrán: lo que bien empieza...

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