El votante críptico
El nuevo ciudadano no es victimista, ni ingenuo, es práctico y sabe que en democracia su voto caprichoso quita y urde gobiernos, siempre al filo de la navaja
Las recientes citas electorales revelan un hecho incuestionable: el voto ideológico ya no existe, se extinguió su supremacía. El ciudadano que vota hoy a una ... formación política, mañana lo hará a otra de diferente ideología, son variaciones y permutaciones alejadas de banderas y siglas de partidos políticos y sólo fiadas a los hechos, unos hechos que, por otra parte, son volubles y volátiles. La ideología de los ciudadanos ha trocado en la ausencia de ella. Los votantes ya no son optimistas, pesimistas, o escépticos, sino crípticos. Sólo creen en lo que ven y no ven más que palabras y promesas que se desvanecen tozudamente ante los hechos.
El nuevo ciudadano no es victimista, ni ingenuo, es práctico y sabe que en democracia su voto caprichoso quita y urde gobiernos, siempre al filo de la navaja. Los gobiernos sin mayoría desconfían de sí mismos, y permanentemente acosados, se educan en una resistencia que los fortalece. El ciudadano no presta atención en las urnas a estos factores, es tan probable que otorguen su confianza a un gobierno débil y hostigado por la oposición, como que se la confieran a un gobierno que gobierna sin oposición. Ante la presente mediocridad política, el voto se ha vuelto impredecible y cada escrutinio electoral es una lotería. Ante las urnas, el votante se convierte en un fantasma de la libertad que hace caso omiso por igual a programas de gobierno y oposición, a gobiernos estables y a otros caóticos, en desaceleración económica, o en crisis. El ciudadano quita e instaura gobiernos con, o sin razones objetivas para hacerlo, ignora los encriptados mensajes de los políticos y relativiza el poder mediático.
El ciudadano ha aprendido a asumir con naturalidad la crisis permanente de las instituciones, una naturalidad crítica y desencantada que necesariamente tiene fiel reflejo en las urnas. Tal vez lo que ocurra sea sencillo, una sociedad donde nadie sabe nada de nadie.
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