Dados rodando
La última bala de Feijóo«Ningún dirigente popular se fía de estudio demoscópico alguno y el síndrome de aquel 23 de julio de 2023 está más presente que nunca en sus filas»
En la planta noble de la sede del Partido Popular, las encuestas producen una erisipela cuyo efecto aún no se ha difuminado más de dos ... años después de la ultima convocatoria a las urnas. Entonces, tenían la victoria tan cerca que parecía imposible que aquella ola que detectaban todos los sondeos de opinión se convirtiera en un simple charco por mor de errores propios cometidos a conciencia y con enorme eficacia.
Después de las municipales y autonómicas de mayo, la cita de julio parecía un paseo triunfal, pero jamás hay que desdeñar la tendencia que tienen algunas formaciones a suicidarse. El primer tiro en el pie lo disparó el inefable Carlos Mazón, que tardó décimas de segundo en pactar con Vox para asegurarse la presidencia de la Generalitat Valenciana. A ese episodio le sucedió el culebrón protagonizado por María Guardiola, renegando públicamente de los de Abascal para terminar, llegando a un acuerdo con ellos tras el terremoto que sacudió los cimientos de su partido.
Mientras en el PSOE esperaban a pactar en Navarra con Bildu, callados como puertas, aquella charlotada fue utilizada hábilmente para venderle a la opinión pública que se preparaba en España la vuelta de Franco y la ultraderecha, el regreso de Don Pelayo y el retorno del Cid Campeador. Una estrategia que funcionó y metió el miedo en el cuerpo a un electorado abstencionista de izquierdas que acudió a votar como un acto de heroica resistencia ante la supuesta inminente llegada del fascismo, el nazismo y la entronización de Gengis Kan. El resultado fue que el PP se quedó con un palmo de narices habitando la oposición, mientras veía como Pedro Sánchez volvía a ser investido, una vez más, presidente del Gobierno. Aquello fue una conmoción de la que algunos todavía no se han recuperado, inmersos en un estado de shock cuya onda expansiva dura más que las pilas del conejito del anuncio.
Ahora, todas las encuestas vuelven a señalar, como entonces, una victoria inequívoca del PP y la posibilidad de que se produzca un relevo en la Moncloa contando, eso sí, con el imprescindible auxilio de Vox. Una tendencia que se ha mantenido en el tiempo y que hasta la fecha no muestra síntomas de cambio en sentido contrario. Ocurre, empero, que hay señales inquietantes para los de Núñez Feijóo como la irresistible ascensión de los de Abascal (arrasan entre los más jóvenes de manera contundente), y también una cierta captación por el PSOE de los votos perdidos a su izquierda por Podemos y Sumar (puede ser una auténtica debacle). En este estado, consta que ya ningún dirigente popular se fía de estudio demoscópico alguno y que el síndrome de aquel 23 de julio de 2023 está más presente que nunca en sus filas.
Se carece de un plan alternativo porque si Alberto Núñez Feijóo no gobierna tras los comicios sabe perfectamente que se tendrá que marchar a su casa mientras el partido gestiona su sucesión entre Isabel Díaz Ayuso y Juanma Moreno. Por eso, el drama para el político gallego sería que se le escapara la posibilidad de llegar al Palacio de la Moncloa por segunda vez. Ganar no es gobernar, como bien se vio entonces, y ser la primera fuerza electoral no vale de nada si no se tiene el poder. Por eso harían muy bien los populares en afanarse lo más posible para no cometer errores y convocar al mejor talento del partido visibilizando una alternativa ilusionante que, hoy por hoy, sinceramente, no brilla en demasía. Ése es su reto.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión