Tres en una
Pues no sé qué le diga ·
«Así que habrá una natural tendencia a votar lo mismo en las tres urnas, pero el voto diverso tiene buenos motivos para proliferar cuando se da un escenario como el que tenemos delante»Eso es exactamente lo que tenemos por delante el próximo domingo: tres en una; tres votaciones distintas en un único proceso electoral. Cada una ... con sus peculiaridades, porque cada una tiene una finalidad distinta, y seguro que también cada una tiene una percepción particular para los propios votantes. No deja de ser curioso que se vote a la vez lo más alejado de todo lo que es objeto de votación, lo europeo, y lo más próximo, lo municipal, quedando en medio ese espacio menos definido que es lo autonómico (entre nosotros, quizá mejor llamarlo regional). Así que tres en una y, esta vez, muy cerca de la de hace un mes, la nacional, formando las cuatro el conjunto del entramado institucional que gobierna nuestras vidas y haciendas, que se decía en otros tiempos.
La propia variedad del cercano evento añade interés, no cabe duda. Porque de la experiencia que tenemos, sabemos dos cosas con bastante certeza: la primera, que el resultado de las elecciones generales del pasado 28 de abril no es extrapolable, aunque alguna orientación proporciona; la segunda, que tampoco las tres votaciones del próximo domingo son homogéneas, aunque tengan cierta similitud en cuanto al resultado. Por un lado, el escenario es bastante distinto: en las elecciones generales se presenta una lista y vale para toda la circunscripción, que es la provincia por lo que se la puede votar en todos los sitios; eso ahora solo pasa con las elecciones regionales, donde también las candidaturas son provinciales, y, a mayores, con las europeas, en las que hay listas nacionales únicas porque la circunscripción es toda España; pero en las municipales hay muchas candidaturas locales, que solo pueden votarse en el municipio en concreto, y hay partidos o coaliciones que, teniendo lista europea, o regional, no tienen candidatura municipal en muchos sitios, o que solo concurren en alguna de las tres elecciones que se celebran. Y más aún, por otro lado, está el elector, que es perfectamente libre de votar cosas distintas en cada urna, haciendo valer en una su preferencia ideológica; en otra, su preferencia personal, o de conocimiento del candidato, para bien o para mal, y en otra, cualquier otra circunstancia que considere razonable u oportuna, que para eso es dueño y soberano de su voto.
Así que habrá una natural tendencia a votar lo mismo en las tres urnas, pero el voto diverso tiene buenos motivos para proliferar cuando se da un escenario como el que tenemos delante. Y si a todo eso le añadimos la creciente pluralización del mapa político, con más competidores en escena, la emoción democrática crecerá unos cuantos enteros; incluso contribuirá a ello un nuevo motivo de reflexión, porque, conocido ya el resultado de las recientes elecciones generales, pero incierta aún la formación de gobierno, más de uno estará poniendo en relación lo que decidió entonces y lo que vaya a decidir ahora, pensando en la influencia que pueda tener lo uno sobre lo otro, o en los efectos de una determinada orientación del voto, en lo ya visto y en lo por ver.
Los estudiosos de la opinión política en la sociedad española tendrán tarea para una buena temporada, sin duda. Y apuesto que será apasionante ir conociendo con rigor la evolución que está siguiendo, los factores que la van configurando y los resultados que vaya produciendo. Ojalá expliquen también lo que para mí siempre fue un enigma de primer nivel: que la participación en elecciones municipales, y añadidas, siempre fue bastante inferior a la que suele haber en elecciones generales; porque este asunto será ahora de especial interés, comprobar si la coincidencia y la cercanía modifica esa tendencia, estimulando el voto, o lo contrario. Expectante quedo.
A lo que añado una última consideración comparativa: cada una de las tres elecciones inmediatas tiene su sentido, como decía al principio. Las europeas, aunque aún nos parezcan más lejanas, tienen incidencia en la composición y en la orientación de las políticas de ese peculiar gobierno común que es la Comisión Europea; en el pasado reciente, crisis de por medio, hemos tenido oportunidad sobrada de comprobarlo, y no solo en el ámbito económico. Las regionales son más homologables con las generales: se elige un parlamento, y de él, mediante investidura, surge un presidente que forma gobierno; lo peculiar esta vez seguramente tendrá que ver con las expectativas de cambio, las alianzas o acuerdos posibles, el fin de un ciclo o la alternancia; nada extraño en democracia.
Las municipales, sin embargo, tienen una especialidad mucho mayor; ahora se miden los votos y se reparten concejales, con un grado de proporcionalidad más elevado que en cualquier otra elección, porque el número de electos también es mayor. Pero hay un segundo momento estrella, el de la elección del alcalde por y entre los concejales, en el primer pleno del nuevo Ayuntamiento, y hasta entonces el proceso no está completado, ni en lo jurídico, ni en lo político. El sistema es así; se pueden ganar o perder las elecciones municipales en votos y en concejales, pero, si no hay mayoría absoluta de nadie, todo es posible, todo depende de acuerdos posteriores que, de no producirse, hacen alcalde directamente al cabeza de la lista más votada, que es lo que no ocurre en ninguna otra elección. Y es que la figura del alcalde tiene tal rango y predominio en la apreciación política de la ciudadanía, por tradición y por arraigo, que esta segunda parte de la elección municipal termina teniendo más relevancia que la primera, como es bien sabido. Precedentes hay para todos los gustos: el resultado de una determinada candidatura ha podido ser regular, malo, horrible o fatal; pero si es capaz de sumar mayoría de concejales en la elección de alcalde, el panorama cambia radicalmente, aunque luego sea necesario ir consiguiendo acuerdos de gobernabilidad en el día a día.
O sea, que, visto el ambiente, nos esperan, con mucha probabilidad, momentos de elevada expectación. Ojalá que sea también de plenitud democrática.
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